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Volcán de La Palma | Palmeros desplazados por el volcán recuperan sus hogares

Regreso a casa para empezar de nuevo tras la erupción del volcán de La Palma

Vecinos de El Paso empiezan a volver a las viviendas que sobrevivieron a la erupción entre la alegría por recuperar sus hogares y el estrés del arduo trabajo que les queda por delante

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Regreso a sus hogares de los desplazados por el volcán de La Palma

Algunos de los mil vecinos de El Paso desplazados por la erupción ocurrida entre el 19 de septiembre y el 25 de diciembre han comenzado a regresar a sus casas, a aquellas que resistieron a la lava, la ceniza y los terremotos. Algunos aprovechan estas primeras jornadas para comenzar los trabajos de limpieza pero hay a quienes no les importa esperar unos días para realizar algunas mejoras. Otros han contado las últimas horas hasta poder volver a su sueño de vida, al hogar que forjaron con esfuerzo y en el que quieren afrontar la reconstrucción. Este último es el caso de Emilio Lorenzo y su familia, quienes fueron de las últimas familias desalojadas. Se vieron obligados a abandonar su casa en Marina Baja, en Tazacorte, el pasado 20 de octubre. Él y sus padres habitan en la parte alta del barrio. Su hermana y su hijo, en la zona baja. Este último, estudiante en Tenerife, viajó a La Palma desde el primer día de la erupción. Ahora un pilar fundamental en este retorno tan ansiado.

«Compré la caravana para disfrutarla y al final me ha salvado la vida», comenta Pedro Rodríguez

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Emilio se mostraba «contento» por volver y por «dejar atrás esta pesadilla». Ellos tuvieron la suerte de realojarse cerca de las viviendas, lo que les permitió visitarlas constantemente y poder aprovechar esas jornadas de incertidumbre para limpiarla y realizar labores de mantenimiento. «Era rara la semana que no veníamos dos o tres veces», rememora. De aquel 20 de octubre recuerda cómo los muebles «salían hasta por el balcón». «Fue una experiencia inolvidable que espero no volver a vivir». De aquel día de la marcha precipitada recuerda que había gente en su casa que «no conocía de nada», pero que colaboraron a hacer una mudanza improvisada hasta el Polideportivo de Tazacorte, donde todos sus enseres han permanecido hasta ahora.

Ayudó hasta el cámara

Como anécdota, Emilio cuenta como hasta un trabajador de una televisión, después de grabar unos segundos, «tiró su cámara y se metió a ayudarnos», lo que siempre le dejará un poso de agradecimiento y alegría. «Fue increíble ver cómo nos ayudaban como si nos conocieran de toda la vida». Ahora su casa, al menos en el interior, muestra otra imagen. Aprovecharon estos días que estuvo vacía incluso para pintarla. «La dejamos para que solo faltara meter los muebles», tarea en la que se afanan ahora que se puede volver.

«Hay tanto que hacer que uno no sabe por dónde empezar», se resigna Luis Gerardo

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Emilio asegura que tenía claro, desde el primer momento de la emergencia, que la lava no iba a afectar a su casa. Así ocurrió. Sin embargo, ha perdido una finca de plataneras. Comenta que conocer el terreno le ayudó a llegar a esa conclusión, pero ver el sufrimiento de sus padres, ante la posibilidad de perder esa propiedad, generó un estado de ansiedad que aún dice que le cuesta superar. «Pensé que los perdía a ellos», recuerda mientras coge un respiro en su tarea de seguir acarreando los muebles hasta su casa. Esta situación provocó que viera llorar a su padre por primera vez. «Ellos fueron quienes peor lo llevaron, ya que la casa la construyeron con su sudor, y ese riesgo de perderla hacía que fuera imposible consolarlos», admite.

Pero esa incertidumbre cambió el domingo cuando se anunció que podían regresar a sus hogares. «Mi padre no durmió en toda la noche pendiente de poder venir a casa», señala entre risas Emilio, quien recalca que «los mayores saben mejor que nadie lo que cuesta levantar una casa». «Nosotros no lo entendemos tanto». Ahora, su objetivo es dejar todos los muebles dentro de la casa para comenzar a recolocarlos en las próximas jornadas. «A mi padre, si lo dejamos, duerme esta noche aquí», reconoce. La alegría de este vecino de Tazacorte contrasta con la situación de muchos de sus amigos, algunos de ellos evacuados el mismo 19 de septiembre que comenzó a rugir el volcán de Tajogaite. Uno perdió su casa el último día de la erupción y otros no llegaron ni a estrenar la vivienda, por lo que Emilio se considera «de los pocos afortunados que pudo volver». «Hay que seguir adelante, porque de esta salimos seguro», señala, para volver a cargar muebles hacia la casa de una hermana.

En la carretera de San Nicolás

Otro de los vecinos que ayer pudo meter la llave en la cerradura de su casa con la tranquilidad de no verse obligado a tener que marcharse es Pedro Rodríguez. Su vivienda y la de una de sus hijas están al borde de la carretera de San Nicolás, en el cruce con el Camino del Espigón, y apenas a 200 metros de la colada de lava. Pedro no ha dejado de visitar su hogar cuando las condiciones lo permitieron para acometer trabajos de limpieza. Fue evacuado el 19 de septiembre, regresó pocos días después y volvió a ser evacuado por la cercanía y peligrosidad de la lava. «Aquel primer momento nos provocó muchos nervios porque no sabíamos hacia dónde iba ese bicho», recuerda en alusión al volcán. Aclara que durante este tiempo «hemos podido volver a limpiar y gracias a eso, estas casas, que son de teja, se han salvado», subraya.

Dormir en una caravana

En estos tres meses, Pedro Rodríguez ha estado durmiendo en una caravana y viviendo en una bodega. «Compré la caravana para disfrutarla y al final me ha salvado la vida», bromea. Él y su familia regresan ahora para poder rehabilitarla. Allí siguen todos sus muebles. Tan solo se llevó un par de recuerdos y la documentación. No le queda otro remedio que resignarse: «Vivimos entre volcanes y tenemos que acostumbrarnos». Lamenta eso sí que ante una erupción «no se puede hacer nada, ni echarle agua ni reconducir la lava», aunque siempre está presente la incertidumbre de «si llegará a tu casa o no». En su caso puede volver a su hogar, en el que se encuentran sus cosas. «Siento mucho alivio, la verdad». «Ahora toca limpiar». Pedro agradece la colaboración del personal del Ayuntamiento de El Paso y a todo el voluntariado el trabajo que han realizado «para que ahora nosotros podamos volver». Han sido todos buenísimos, también la Guardia Civil», apunta.

«Mi padre no durmió en toda la noche pendiente de poder venir a casa», señala entre risas Emilio

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En la misma carretera, a unos pocos metros, el matrimonio formado por Luis Gerardo Díaz y Carmen Sanfiel también vuelve a casa tras mucho tiempo. Él destaca que tuvieron que salir porque «aunque no había peligro con la lava, los gases sí llegaron hasta la vivienda». Durante este tiempo sí pudieron visitar su morada para recoger sus enseres, de tal manera que había quedado vacía. «Hace un mes que no veníamos», puntualiza Luis Gerardo, apresurándose Carmen a corregirlo mientras no deja de trabajar en la limpieza de su garaje. «Son dos meses los que llevábamos sin volver».

José Ángel Cruz y Carmen González tienen la colada a 50 metros de la puerta de domicilio

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Ahora se encuentran mucha arena y ratas que buscaron refugio y alimento. Durante estos meses han vivido en casa de la madre de Carmen, a quien dispensa cuidados. Luis, más pesimista, recalca que ahora les tocará «venir poco a poco». «Hay tanto que hacer que uno no sabe por dónde empezar», matiza resignado. Eso sí, espera que las viñas e higueras que tenían «vuelvan a brotar» y se muestra convencido de la suerte que han tenido de que sus hogares se salvaran. Por eso, Carmen indica que «esta es una experiencia de vida». «No todas tienen que ser buenas pero nos ayudan a aprender a no confiar en lo que tenemos». Asegura que su casa se la ha encontrado «revuelta». «Está como si alguien hubiera entrado pero creo que no falta nada. No había nada de valor».

En el barrio de La Laguna, en la carretera de Puerto Naos, José Ángel Cruz y Carmen González también regresaron a su hogar. Está casi en la última línea de viviendas que no se vio afectada por la lava. Desde el porche de su casa se ve la colada a unos 50 metros. Su casa está totalmente vacía. Llevaron los muebles «y hasta las persianas» a un almacén. En un piso de alquiler convivieron con otra familia. Ellos sí han notado que la estructura de su casa sufrió los movimientos sísmicos. José Ángel muestra cómo la guía de la puerta de entrada a su casa no encaja bien, mientras algunas grietas son visibles. Ahora comienzan el retorno «sin ganas». «Es muy triste volver y comprobar los daños que provocó el volcán entre los vecinos y cómo ha cambiado el paisaje», asegura. «El dichoso volcán nos ha cambiado la vida pero estamos aquí», recalca Carmen mucho más optimista. Su casa permanecerá vacía algunos días más, hasta que aprovechen esta oportunidad y hagan las reformas necesarias.

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