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Volcán de La Palma

Volver a la casa en la que vivieron una guerra civil y tres erupciones en La Palma

Adelina y José Ramón admiten que lo pasaron «muy mal» pero por fin han podido regresar a su vivienda en el cruce de Tajuya

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Regreso a casa en Trajuya tras el final de la erupción del volcán de La Palma

Adelina Camacho tiene 94 años y por fin, tras tres meses y medio, pudo volver a su casa. Situada en el mismo cruce de Tajuya, en el municipio de El Paso, uno de los rincones icónicos de la erupción del volcán palmero –su plaza e iglesia fueron centro de operaciones de científicos y periodistas–, esta vecina observa desde su ventana un paisaje distinto al que dejó el 19 de septiembre cuando fue evacuada. Su vivienda está en los primeros metros de la desaparecida carretera LP-2, junto a la nueva rotonda conocida como la de El Sombrero. Tras la apertura por parte de las autoridades de esta zona para que los vecinos regresen a sus casas, Adelina ha sido de las primeras en volver, junto a su marido José Ramón Castillo, de 84 años. Ahí han pasado toda su vida. «Aquí viví una guerra civil y tres volcanes», asegura la mujer orgullosa.

El regreso no ha sido tan alegre para este matrimonio porque «otros vecinos lo han perdido todo»

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Desde la ventana del segundo piso, Adelina recibe a quienes los visitan. En el bajo, casi en la entrada, hay una bodega abierta para que se airee la vivienda. «Hay vino», informa. Y rápidamente convidan al visitante. «Unos periodistas que vinieron a retratarnos», le dice a su marido. Mientras la conversación fluye, su hijo Ricardo y la esposa de este, Eva, se afanan en la limpieza de la entrada a la casa, a la que se accede por una escalera hecha de piedra, de altos escalones, pero que José Ramón y Adelina sortean. La conocen de memoria. Son muchos años ya.

La maleta aún está en la puerta. Aprovechan la visita para introducirla en la casa, en la que se mezcla el estilo centenario de tipología canaria con las reformas necesarias para adecuarlas a las comodidades de una pareja de avanzada edad que vive sola. A la casi protocolaria pregunta de «¿cómo están?», Adelina se sincera al instante: «Estos tres meses lo hemos pasado fatal». Cogida de la mano de José Ramón durante toda la conversación, Adelina cuenta que estuvieron «en hasta cuatro casas distintas». Primero se trasladaron al Puerto de Tazacorte, luego más allá de su actual ubicación, «en casa de una mujer que es para nosotros como una hija», pero de la que como consecuencia de las explosiones y temblores del volcán, que no les dejaban dormir, partieron hacia Tenerife a casa de otra hija. En la última semana se alojaron en casa de Ricardo, en Breña Alta. Sabían que se acercaba el momento del regreso.

Siempre pendientes de la casa

A pesar de la lejanía siempre estuvieron muy pendientes de cómo evolucionaba su casa, ya que la cercanía a la iglesia de Tajuya les permitió hacer un seguimiento de la situación a través de los medios de comunicación. Al llegar se encontraron con mucha basura y ceniza, incluso dentro de la casa, «a pesar de estar las puertas cerradas», lamenta Adelina. Asegura que no sabe por dónde empezar. A José Ramón le llamó la atención encontrar una gran la cantidad de cucarachas muertas dentro de la vivienda, ya que «aquí se veía una cucaracha al año», relata sorprendido.

Alrededor de la casa hay frutales con más de un palmo de ceniza, mientras que los techos sí están totalmente limpios, una tarea que realizó personal municipal y militares. Adelina y José Ramón confiesan que afrontaron la erupción «con el sinvivir de estar siempre atentos a lo que podía pasar a nuestra casa de toda la vida». «Por mucho que no quieras pensar en eso», se lamenta ella, «siempre nos rondó la cabeza el riesgo que existía». «Llegué a pensar que si perdíamos la casa, ese era nuestro final».

La vivienda finalmente sobrevivió, pero entonces piensan en los que la han perdido todo. No pierden eso sí el sentido del humor, pese al sufrimiento acumulado. Hablan por ejemplo de esa vecina del cruce de Tajuya para la que la obra de la carretera que circula por delante de la puerta de su casa «es la peor catástrofe de todas». «La casa se le movía igual que con el volcán», lo que provocó que llegara incluso a pedirle a los trabajadores que pararan la obra. «Fuera bromas», apostilla Adelina, «este ha sido el peor de todos», refiriéndose al volcán de Tajogaite.

La vuelta no ha sido tan alegre «al ver todo como está y la gente que lo ha perdido todo», lo que le provoca «mucha tristeza». Se siente afortunada por su situación personal, «pero no para hacer una fiesta». Para José Ramón sí es «una alegría muy grande» volver a su casa, aunque reconoce que aún se emociona cuando recuerda las imágenes de las personas que tuvieron que abandonar Todoque subidas en los remolques de los camiones. «Tenemos familia allí y nos ponemos en su pellejo». «Ellos lo han perdido todo y nosotros hemos tenido mucha suerte», subraya el hombre. Su casa seguirá ahí, bajo el Tajogaite, superando los 100 años, porque como recuerda José Ramón, «las cosas antes las hacíamos bien, con piedra y barro», y «aunque venga otro volcán, que sea dentro de 50 años o más, nosotros vamos a seguir aquí».

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