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Entrevista

"Es probable que acabe la pandemia con el final de la ola de ómicron"

“El coronavirus se podría haber parado en siete semanas, como hicieron Corea del Sur o Taiwán”

Tomás Pueyo.

Tomas Pueyo Brochard nació en Nantes (Francia) en 1982, se crió en Madrid y reside en Estados Unidos. Casado con la ovetense Patricia de Llano Colado, este ingeniero padre de cuatro hijos anticipó lo que le venía encima al mundo cuando aún se registraban los primeros casos de covid en China. Su artículo “El martillo y la danza” marcó el camino para combatir la pandemia: un primer momento (martillo) de confinamiento para frenar la transmisibilidad, y un segundo (danza), ajustando medidas a la incidencia de la enfermedad, para así controlar la evolución. Dos años después, reflexiona sobre lo que ha supuesto el covid.

–Retrotráigase a mediados de febrero de 2020. ¿Qué hacía usted entonces? Por aquel entonces el covid se ceñía a una extraña dolencia en China que hacía que las autoridades del país actuasen de una manera sorprendente. ¿Qué le hizo a usted sospechar?

–Había una calma nerviosa en San Francisco, California, donde yo vivía por aquel entonces. Las noticias procedentes de Wuhan (China) que aparecían en los telediarios lo hacían de manera menor y anecdótica. Los países occidentales trataban el coronavirus como la gripe aviar de principios de este siglo: algo que pasaba lejos, y que probablemente no nos afectase. ¡Pero mira qué rápido construyen hospitales los chinos!

–¿Eso despertó las dudas?

–Sí, me puso la mosca detrás de la oreja. Los chinos son buenos construyendo rápido, pero construir un hospital en diez días parecía una urgencia incompatible con lo que parecía un virus leve. Pero el momento clave fue cuando el virus comenzó a aparecer en Irán, Corea del Sur, y después Italia. Una cosa es un virus local, que un solo país puede controlar o no. Otra muy distinta es un virus intercontinental. Bastaba con que un país no lo controlara para que tuviéramos una pandemia.

–Y entonces empezó a preocuparse.

–Me puse a mirar los números. Primero, tranquilamente, pero cuanto más aprendía del tema, más lívido me ponía. El virus era bastante letal y se estaba escapando. Si proyectas eso al futuro, era fácil prever que si no se hacía nada morirían decenas de millones de personas. Así que comencé a analizar datos y a compartirlos con amigos en redes sociales. Cuanto más compartía, más me preguntaba la gente mi opinión, y más estudiaba el tema. Pasó a ser mi tercer empleo, después de mis trabajos como ejecutivo de tecnología y como padre de tres hijos.

–¿Cuál cree que fue su mayor acierto en ese análisis prospectivo?

–Ajustar el pronóstico de lo que va a pasar basándome en datos, sin ideas preconcebidas. Cuando ves que cada infectado infecta a su vez a 2,7 personas y que muere más o menos el 1% de los infectados, sabes que va a ser una pandemia. Cuando la mayoría de países se demuestra incapaz de parar el virus inteligentemente, sabes que van a tener que confinar. Cuando te dicen que los virus respiratorios no se transmiten por aerosoles, pero ves casos como los de un restaurante, un autobús, o una oficina, en los cuales los aerosoles son la explicación más lógica, entiendes que probablemente sí se transmita por aerosoles. Cuando te dicen que no se sabe si las mascarillas funcionan, pero todos los países que han controlado el virus las usan, intuitivamente funcionan, los tests mecánicos prueban que funcionan, y no cuestan casi nada, sabes que hay que usarlas. Cuando llega una nueva variante y la gente te dice que “los virus suelen reducir su letalidad a lo largo del tiempo”, pero sabes que en la gripe de 1918 no fue el caso inicialmente, y que muchos virus se refuerzan inicialmente, sabes que la llegada de las variantes probablemente sean malas noticias. El covid ha sido único porque era nuevo para el mundo entero; nadie era un experto, pero los datos estaban al alcance de todos.

–¿Y en qué predicción cree que falló?

–No tanto en predicciones como en conjeturas. Cuando propuse “El martillo y la danza”, la idea era que el martillo inicial sería suficiente tiempo para que los países aprendieran a “danzar” rápidamente. Para mí no era difícil: había países como Corea del Sur o Taiwán que lo habían hecho muy bien y que publicaban todo los detalles de cómo lo habían conseguido. Bastaba leerlo y reproducirlo en nuestros países. Pero como les funcionó el martillo, no se tomaron con suficiente urgencia la danza, y al final hubo muchos más confinamientos de los necesarios. Tampoco me esperaba que los gobiernos, después de adoptar con entusiasmo los confinamientos, ni se planteasen alternativas mucho más razonables, como confinamiento sólo para infectados y sus contactos. Una de las suposiciones clave fue que el martillo funcionaría para sofocar la primera ola, lo cual daría tiempo de aprender a convivir con el virus. Pero en muchas economías emergentes, el martillo no consiguió sofocar la primera ola. Generalmente, esto ocurrió en países que tenían zonas urbanas muy densas y pobres, donde la gente tenía que salir a la calle para comer y trabajar, y se llevaba el virus de vuelta a casa.

–¿Y ahora?

–Hay muchos factores que han cambiado la situación en los últimos meses. Casi el 90 por ciento de la población está vacunada en España, y la vacuna sigue reduciendo la mayoría del riesgo de muerte, alrededor del 90%. La mayoría de los que no están vacunados son niños, que apenas se ven afectados por el covid. Además, la variante ómicron mata mucho menos: hasta un 90 por ciento menos que la delta. Esta variante es imparable, por su alta transmisibilidad y el escape inmunológico. Después de ómicron la inmunidad será aún más alta: combinando el 90 por ciento de vacunados con todas las infecciones, más del 95 por ciento de la población tendrá inmunidad. A esto sume que llega el tratamiento Paxlovid, que reduce entre un 90 por ciento y un 100 por ciento las muertes por covid. Separados, cada uno de estos factores son importantes. Juntos, son una ola imparable: la pandemia se terminará con el final de la ola de ómicron.

–¿Y la posibilidad de que surja una nueva variante?

–Es improbable que surja pronto una nueva variante muy agresiva, ya que ómicron tiene una ventaja para reproducirse en la parte alta del tracto respiratorio. Un virus más virulento tendría que volver a reproducirse eficientemente en los pulmones, pero de alguna manera seguir reproduciéndose mejor de lo que lo hace ómicron en la parte alta del tracto respiratorio. Es improbable.

–¿Cree que la respuesta ha sido suficientemente rápida?

–Pensé que lo sería más. Por un lado, se podría haber parado la pandemia en siete semanas, como hicieron Corea del Sur o Taiwán. Por otro, siempre pensé que una solución llegaría en cuestión de meses, no años, como predije en mi artículo: había muchas incertidumbres, pero pensar que ni una sola empresa farmacéutica fuese capaz de encontrar una vacuna o tratamiento en años, con la cantidad de dinero en juego, me parecía poco probable.

–¿En estos dos años, qué lecciones ha extraído con todo lo ocurrido?

–La principal, que los sistemas que tenemos de toma de decisiones públicas no funcionan. La política va a ritmo de tortuga y la información, a la velocidad de la luz. Mi artículo llegó antes de que la mayoría de gobiernos tomase ninguna decisión, lo que evidenciaba que una persona podía hacer un análisis más rápido que un gobierno. Hemos visto debates, como el de las mascarillas, en los que los gobiernos no tenían ninguna iniciativa. Había información accesible para resolver la pandemia rápidamente pero no sabían reaccionar con esa celeridad.

–Pensábamos que el covid cambiaría de algún modo el mundo, pero volvemos a escenarios de guerra en Europa.

–La guerra va a cambiar actitudes internacionales, pero el covid va a cambiar la estructura de la sociedad, principalmente en el trabajo en remoto. Muchas familias nucleares van a volver a vivir cerca de los abuelos, las pequeñas ciudades de van a revitalizar, las empresas que no contraten a trabajadores en remoto no van a ser competitivas, va a aumentar la desigualdad porque los que trabajen en remoto para multinacionales van a ganar más que los demás, y se van a reforzar los lazos en zonas del mismo huso horario, como por ejemplo Europa y África.

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