La celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer hunde sus raíces en 1857, cuando en esta fecha tuvo lugar en Nueva York una huelga de trabajadoras en una fábrica de algodón para reivindicar sus derechos. La cruel represión policial acabó con más de un centenar de muertes y, por eso, décadas más tarde se escogería esta efeméride como símbolo de la lucha por los derechos de la mujer y las duras resistencias que se ha encontrado en su camino. De hecho, conmemorar el inicio de un movimiento a veces implica que se ha llegado al destino deseado, cuando lo cierto es que aún quedan muchos kilómetros por recorrer. 

Sin duda, se han conseguido grandes logros, sobre todo si se tiene en cuenta que se partía desde unas cotas muy bajas. Por ejemplo, el código civil aprobado en 1889 en España reflejaba la subordinación de la mujer a su marido y la desobediencia a él implicaba penas de cárcel. Y aunque a principios del siglo XX las mujeres representaban más del 20% de la población activa en España (más del 23% en Catalunya), en 1902 se rechazó la posibilidad que pudieran votar en las elecciones municipales. En 1910 se aprobó su acceso a la universidad, pero seis años más tarde, el porcentaje de alumnas de la Universitat de Barcelona era solo del 6,2%.

No obstante, se estaban produciendo toda una serie de cambios soterrados que acabarían cristalizando con la llegada de la Segunda República en 1931, que instauró del sufragio universal y la igualdad de trato. Incluso en 1932 se aprueba la ley del divorcio y, en Catalunya, en 1934 se elimina el principio de autoridad marital. Logros que el dictador Francisco Franco borra de un plumazo tras la Guerra Civil y de los que no se volverá a hablar hasta la vuelta de la democracia 40 años más tarde.

Temas por resolver

Partiendo de esta base, la situación ha mejorado con creces. Pero la celebración del 8-M sirve para visibilizar que todavía quedan muchos temas por abordar, sobre todo aquellos que tienen relación con una estructura social muy asentada. Maria Rodó de Zárate, activista, investigadora y profesora del Máster Oficial de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía que imparten conjuntamente las universidades públicas catalanas, señala dos ámbitos en los que es necesario avanzar: los cuidados que sostienen la vida y la violencia machista. 

"Falta resolver qué papel social, económico y político le damos al trabajo de los cuidados, que suelen asumir las mujeres y que no son remunerados o bien son precarios, provocando una brecha salarial. Y otro de los grandes ámbitos en el que queda mucho camino por recorrer es el de las violencias. A pesar de la existencia de programas y buenas palabras, aún se destinan muy pocos recursos y, a nivel político y mediático, no tiene la relevancia que debería tener. Simplemente se añade una nueva muerte a la lista de vícitimas de la violencia machista", remarca Rodó de Zárate. 

"La voz del feminismo es diversa, y esto es una riqueza y un antídoto contra el dogmatismo"

Maria Rodó de Zárate - Investigadora en feminismo

De todos modos, aunque a veces se quiere unificar la voz reivindicativa de la mujer, lo cierto es que es diversa y se estructura a partir de distintos ejes. "La lucha feminista no se mueve bajo una misma voz, ya que se va configurando de manera diferente según cada contexto. Y esto no solo no me parece un problema, sino una riqueza y un antídoto contra el dogmatismo. Hay muchos tipos de feminismos y más si se tienen en cuenta otros tipos de discriminación. Por ejemplo, uno de los grandes retos de nuestro contexto es cómo incorporamos el antirracismo, la desiguladad, el movimiento trans, etcétera", explica Rodó de Zárate. 

Esta mirada entronca con otra advertencia cuando se habla de cronologías, y es que el progreso no es lineal. Es decir, el pasado no siempre es peor, sino que se producen toda una serie de altibajos que quedan más que demostrados con la diferencia de los derechos de la mujer entre la Segunda República y el Franquismo. O con la situación de la mujer en pleno siglo XXI en Europa o en Oriente Medio. De hecho, esto también se debe tener en cuenta a la hora de interpretar un futuro complejo.

Caminos que se abren

La generación de jóvenes actual está abriendo nuevos caminos en cuanto a identidades de género. Así, según una encuesta elaborada en Barcelona, cerca del 27% de los jóvenes no se consideran heterosexuales, y esto es un cambio enorme respecto a estudios anteriores y otros países. "Aunque, claro, los jóvenes también forman parte de la sociedad, por lo que reflejan también las resistencias al cambio y las violencias machistas", advierte Maria Rodó de Zárate. Algo que se refleja en la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, que revela que más del 70% de las mujeres de entre 16 y 24 años han sufrido algún tipo de violencia, ya sea económica, psicológica, física o sexual. Un porcentaje mayor que el resto de franjas que, no obstante, también podría responder a que identifican más las violencias. 

A ello se le debe sumar el contexto en el que se mueve la sociedad actual: el mundo digital. Para la investigadora, las redes sociales no decantan la balanza, sino que "reflejan las relaciones sociales tanto en positivo como negativo". Por ejemplo, han tenido un papel destacado en el movimiento Me Too o la generación de espacios donde compartir información y vivencias para personas que sufren discriminación. Pero también son un mecanismo de control, acoso o ansiedad por la imagen. Nuevos riesgos que responden, a la vez, a viejos parámetros no superados. Por eso, tiene más sentido que nunca celebrar el 8-M.