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Día Internacional de la Mujer

La sororidad sin fronteras marca el 8M de las mujeres migrantes en Canarias

El Día Internacional de la Mujer está marcado hoy bajo el lema 'Feminismos canarios sin fronteras', cuya manifestación comenzará a las 19.00 horas en la plaza de Santa Ana

Taller con mujeres migrantes en el centro de emergencias de Cruz Roja. Carla Rivero

Llegar, resistir y permanecer. Tres verbos para intentar, por mínimo que sea, definir una situación tan diversa y compleja como la migración de aquellas mujeres que deciden dejar su tierra atrás para enfrentar un futuro crudo y, en la mayoría de las ocasiones, incierto. Bajo esta realidad que superan una y otra vez desde el sesgo inferido por su género se firma el lema Feminismos canarios sin fronteras del Día Internacional de la Mujer hoy, 8 de marzo, que claman las Islas Canarias

Aminata Bamba tiene 26 años, aunque su rostro refleje las durezas de la ruta. Su hija, Fatim Zara, de apenas dos años, corretea y se sube a las sillas y a la mesa para captar la atención de su madre mientras ella intenta revivir lo ocurrido en Costa de Marfil, su país natal. A los 14 años, se quedó huérfana y al cargo de dos hermanas. En ese tiempo, quedó embarazada y la familia de quien fuera su pareja la rechazó sin opción al concebir fuera del matrimonio. Este repudio público la obligó a marcharse: solo quería una vida digna y, tras un año y medio en Marruecos, pudo embarcarse rumbo a Canarias. Por ahora, vive en el centro de emergencias gestionado por Cruz Roja en la capital grancanaria, acompañada de una decena de mujeres que quisieron sobrevivir.  

A su lado, traduciendo del francés, está Gara Barroso y Génesis Barrios, psicóloga y abogada que trabajan en los dispositivos de ayuda y apoyo a estas féminas. El perfil habitual se ajusta a una mujer joven con escasa formación, embarazada o hijos a su cargo, y de Costa de Marfil, Camerún o Guinea. «La sintomatología que presentan cuando llegan es la ansiosa», dice la especialista, «la mayor parte de ellas han sufrido matrimonios forzados, mutilación genital femenina o violencia de género, -no significa que sean hechos sumatorios, sino factores exponenciales que interactúan entre sí-, es más, el 90% de las que hay aquí son posibles refugiadas. La única vía es huir». La violencia manifiesta en su territorio se traslada a la ruta migratoria, después, a la embarcación y, finalmente, al punto de atraque en este marco de «extravulnerabilidad». 

En el contexto de crisis migratoria que vive el Archipiélago desde 2020, la presencia de mujeres se triplicó en las embarcaciones irregulares en 2021, es decir, unas 3.000 personas dentro de las veinte mil que alcanzaron las costas. Este aumento va en paralelo al Informe Índice Global de Brecha de Género 2021 del Foro Económico Mundial, donde solo Ruanda y Sudáfrica están entre los veinte primeros países más avanzados del continente en materia de igualdad. La clasificación de la superación de la brecha de género muestra en África subsahariana y África septentrional un 67,6% y un 61,6%, respectivamente, cuando en Europa occidental y en Norteamérica es del 77,6% y el 76,4%.    

Trabajo en equipo

La tarea en la sala es empoderarlas para que tomen sus decisiones con el fin de que prosigan con sus proyectos vitales. «La cuestión es contextualizarlas, no culturizarlas, pues trayendo sus raíces se dan cuenta del apoyo que ofrecen las autoridades cuando en sus países, en la misma situación de violencia, las devuelven al marido o las familias las rechazan. Tal vez antes no eran conscientes, pero ahora que ven a sus hijas, no quieren que pasen por ese sufrimiento», comentan las trabajadoras de la ONG. La actividad de ayer consistió en confeccionar un antifaz violeta de Superwoman y hablar de cuál sería su superpoder con la intención de que retomen la confianza en sí mismas en el círculo de «hermanas» que han logrado en esta red de crecimiento. Inclusive los hombres, que, como señalan las responsables, comprenden y reconocen el maltrato que han sufrido sus compañeras.  

«Aquí se respetan los derechos humanos, mientras que a mi país solo iría de visita. Quiero estudiar y trabajar, y voy a hacer todo lo que pueda por mi hija», afirma Aminata. No sabe leer ni escribir, pero encontrará la manera de dedicarse a la peluquería o hacer alguna labor que le permita alejarse de la violencia sistémica. Al otro lado de ese largo camino se encuentra Bouchra El Aoinu, quien llegó en 2006 a Gran Canaria sin conocer la lengua y que, por fin, está cumpliendo su sueño al trabajar como cocinera en un restaurante del CC Los Alisios gracias a un programa de inserción laboral de CEAR. Vino de forma regular en avión desde Marruecos, pero no tenía papeles. Por tanto, los primeros cinco años los dedicó a conseguir un precontrato como asistenta en una casa. 

Con 38 años y un hijo, sufrió la discriminación al inicio de su carrera. «Los compañeros creían que no podía con la rapidez o el peso, pero poco a poco se dieron cuenta de que vales tanto como ellos o más», declara orgullosa. Antes, presenció situaciones de maltrato, pero no supo qué hacer, «el hombre amenaza con los hijos o los papeles y no reconoce el valor de la compañera... El machismo no se acabará». Compagina la rutina con el voluntariado en asociaciones humanitarias y diversos talleres sobre comida tradicional que cuelga en su canal de YouTube, «las mujeres que vienen tienen que venir mentalizadas porque es muy complicado salir adelante». Solo desea que haya más centros que formen a las futuras generaciones que se arriesguen para que «sean independientes de cualquier hombre y persona».

Bouchra El Aouni durante un taller de CEAR. LP / DLP

 

 

Mujeres migrantes que siguen colaborando

Lara Esther Rodríguez, trabajadora social del Centro de Apoyo a la Integración de la Federación de Asociaciones de Mujeres Arena y Laurisilva, habla de las más de 300 mujeres a las que han acompañado en ese tránsito durante 2021, tanto de origen africano como sudamericano o europeo, a cuyo perfil se añade que no pueden homologar sus títulos educativos. Desde 2018, ofrecen asistencia social, jurídica, de aprendizaje y empleabilidad: «Lo primero es cubrir las necesidades básicas, además de enseñarles el idioma, asistirlas, acompañarlas y escucharlas, pues vienen solas al dejar sus recuerdos, familia y vida atrás». El desarrollo personal es tan gratificante que, «cuando han alcanzado esa salud mental y amistad entre las usuarias en este espacio de autocuidado, deciden seguir colaborando con las recién llegadas».   

«Al principio, no se reconocen como víctimas de violencia de género debido a las tradiciones de su país. Por ello, trabajamos de forma transversal e indirecta para que sean conocedoras de los indicadores, y se den cuenta», indica la trabajadora social. La meta de la experta está en que los trámites burocráticos se agilicen para evitar la precariedad, «tienen que vivir mientras están a la espera», junto a la capacitación de los profesionales en perspectiva de género para actuar desde el respeto en la construcción de una sociedad tolerante y multicultural. Así, un día Aminata logrará ser plenamente feliz siendo la dueña absoluta de su vida, como Bouchra.  

Parte de la plantilla de la Federación de Asociaciones de Mujeres Arena y Laurisilva con una voluntaria que donó libros en varios idiomas para las mujeres migrantes. LP / DLP

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