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Claves para prevenir las caídas en mayores

Investigadores estudian en la ULPGC la combinación de ejercicios de movilidad, flexibilidad y de fuerza para mejorar la fragilidad asociada al envejecimiento

Javier López Marcos (izquierda) y Daniel López Fernández en la ULPGC.

El 80% de las caídas con fractura ósea se producen en mayores de 70 años. Sus consecuencias van más allá de la hospitalización -superior a las dos semanas- y la incapacidad del paciente, dado que se asocia a la pérdida de masa muscular, y de la capacidad respiratoria y cardiaca, además de a una elevada mortalidad -10% en el primer mes y 30% en el primer año-. Así lo afirma el estudio Caídas de mayores: cómo prevenirlas y mejorar la fragilidad asociada al envejecimiento publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation, por los fisioterapeutas Daniel López, profesor asociado de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y José Javier López Marcos, profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid que realiza una estancia predoctoral en la ULPGC.

El objetivo del trabajo es mejorar la fragilidad asociada al envejecimiento y prevenir las caídas a través de un programa variado, personalizado y con un orden establecido de ejercicios de movilidad, flexibilidad y fuerza. «Queremos abrir una línea de investigación en geriatría y discapacidad, y este estudio es una de las primeras acciones que llevamos a cabo», indicó Daniel López. «Lo primero, es que el gran problema no es la caída en sí, sino las consecuencias de la misma. Cuando un paciente la sufre y está en un hospital en torno a dos o tres semanas, pierde mucha masa muscular, y eso repercute en problemas que van más allá de la recuperación de la caída», apuntó Javier López.

Selección. Una de las principales novedades que aporta la investigación de ambos fisioterapeutas en la ULPGC es la de cambiar los tipos de ejercicio habituales en los mayores y adaptarlos para prevenir las caídas, previo a un análisis sobre la idoneidad de la actividad física recomendada. «Lo que más nos llama la atención es la tendencia habitual de recomendar hacer ejercicios dentro del agua, que al final al paciente le permite mantenerse activo y suele ser beneficioso porque en el agua no se va a caer. Sin embargo, los pacientes donde existe un riesgo de fractura tienen una densidad mineral ósea menor, por lo tanto el hueso es más frágil, y resulta que la principal carencia de los deportistas de alto nivel en ejercicios acuáticos, es que tienen poca masa ósea». Los investigadores señalan al respecto que el ejercicio en agua no va a prevenir que, en el caso de que el paciente sufra una caída, tenga una fractura.

Movilidad y flexibilidad. Ambos especialistas aseguran que la actividad física en el adulto mayor debería integrar un programa de ejercicios de resistencia, de fuerza, de equilibrio y de flexibilidad. En este sentido, señalan como una de las claves, el orden en la realización de los mismos, dando prioridad al trabajo del movimiento y la flexibilidad. «Con programas de movilidad y flexibilidad se consigue una calidad de movimiento mayor. El motivo es que las resistencias son menores y, con la misma fuerza, se es más ágil. Desde el punto de vista emocional, este primer aspecto favorece la realización de ejercicio: el sujeto nota una mejora en su independencia. Con ello, se anima a practicarlo con mayor frecuencia». Javier López señaló como ejemplo dos bicicletas, una engrasada y otra no. «Con la misma fuerza vas a mover mucho mejor la engrasada porque no te va a ofrecer resistencia al movimiento, se van a notar más ágil».

Ocho de cada diez caídas con fractura ósea se producen en personas mayores de 70 años

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Actividades. En este sentido, recomiendan poner en valor las actividades que ayuden a mejorar la movilidad y flexibilidad en todas sus variantes. Desde el control postural en bipedestación -sobre las dos piernas- hasta en apoyos monopodales -sobre un pie- y bipodales -sobre dos pies-. Tanto en superficies estables como inestables e incluso sentados. «Más estabilidad será sinónimo de seguridad, siendo más fácil afrontar los ejercicios de fuerza y resistencia».

Fuerza. Una vez que se logra el objetivo de reforzar la agilidad, se debe empezar a trabajar la fuerza en todas sus variantes de velocidad y peso. «Ahí es cuando se introduce la práctica habitual de salir a caminar. El objetivo sigue siendo que el paciente logre evitar las caídas. Para ello, en un momento crítico necesita hacer un movimiento rápido, que frene todo el peso de su cuerpo. Aquí entra en juego la potencia, la máxima fuerza a la máxima velocidad. Es precisamente a esta condición del ejercicio a la que la literatura científica atribuye el beneficio de mejorar o mantener la densidad mineral ósea». Advierten, por tanto, de la importancia de un músculo resistente, que pueda hacer muchas repeticiones de un ejercicio y estabilizar una articulación para evitar compensaciones y malas posturas y gestos. De ahí que, tras alcanzar los objetivos de movilidad y flexibilidad, es «más que necesario» establecer programas de ejercicios de fuerza.

Los fisioterapeutas Daniel López y Javier López trabajan en crear una línea de I+D+I en geriatría y discapacidad en la ULPGC

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Control sanitario. Otra de las claves es la atención personalizada a través de un profesional sanitario, como es el fisioterapeuta. «Dependiendo de las patologías de base que pueda tener la persona, lo mejor que le puede venir son estiramientos, movimientos simples o básicos, o incluso tener un control del grado de movimiento para que no llegue a ser lesivo». En base a las circunstancias de cada persona, el profesional le va dando pautas específicas para que los movimientos sean seguros y, al respecto, advierten de que «más no es mejor», porque muchas veces llevar el ejercicio al límite «es la base de la lesión». Tener un asesoramiento inicial por parte de un fisioterapeuta, ayudará a cada persona a saber exactamente cuáles son los ejercicios que debe de realizar, estiramientos o incluso actividades que se pueden considerar terapéuticas si se prescriben de forma concreta, como por ejemplo el yoga o el taichí.

Educar. Lo más importante, según los investigadores, es educar al adulto mayor en el ejercicio y la vida activa. «Todo movimiento va a contar, siempre que sea bien seleccionado. La clave está en el movimiento, y en el control del mismo, y cuantos más tipos de movimiento y variados realice el paciente y más completos, obtendrá más resultados. Cuando el paciente tiene flexibilidad, control, estabilidad y fuerza, cualquier ejercicio aeróbico que pueda hacer lo va a ser con total normalidad y con mucha más facilidad».

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