La vulneración de los derechos humanos se repite de forma sistemática en los éxodos masivos que se han sucedido a lo largo de la historia, desde la Antigua Roma hasta la actual guerra en Ucrania, reiterándose conductas como la trata de blancas o la explotación laboral. Así lo recoge el artículo Crisis de refugiados: de Atila a Putin, publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation por José Luis Zamora y Tewise Ortega, profesores de Derecho Romano de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Uno de los primeros episodios que confirman dicha reflexión corresponde al año 376, cuando miles de godos se empezaron a concentrar en los confines del imperio romano, en concreto, en la línea fronteriza natural del río Danubio, a raíz de la crisis originada por parte de los hunos, haciendo que miles de desplazados, huyendo del conflicto bélico, quisieran atravesar la frontera escapando de las hordas de Atila, según recoge la información del historiador romano Amiano Marcelino.
«Cuando uno analiza las políticas migratorias te encuentras con que los esfuerzos de la administración, en este caso la romana, fueron insuficientes». El profesor Zamora señala al respecto el hecho de que los oficiales enviados para controlar el éxodo, no fueran capaces de hacer un censo poblacional con los que iban llegando, y si bien el emperador Valente otorgó asistencia sanitaria a los que iban huyendo del conflicto de Atila, pronto empezaron a evidenciarse situaciones de crisis humanitaria. Según recoge el artículo, el problema se originó por dejar pasar a través de las fronteras a los bárbaros armados. «El emperador había ordenado que entrasen sin armas por el río; sin embargo, los oficiales eludieron este mandato expreso sin hacer denuncia de estos hechos a cambio de que los godos prostituyesen a sus esposas e hijos, una situación lacerante y atroz», indican los autores. A ello se sumó la deficiente gestión de los oficiales romanos designados para gestionar la crisis migratoria, lo que provocó la ira de los refugiados.
«Lo curioso es que incluso en el siglo VI el emperador Justiniano castigaba a aquellos que iban por la ciudad buscando personas que estaban en situación de vulnerabilidad, niñas y mujeres especialmente, a las cuales les ofrecían vestidos y sustento a cambio de irse con ellos. Hablamos de la trata de blancas de aquella época, lo mismo que se está produciendo ahora a consecuencia de la política de refugiados en Ucrania». Zamora hace referencia a la información que apunta a que las mafias «acechan» a mujeres y niñas en las fronteras de Ucrania, a pesar de que las autoridades polacas están estableciendo los controles en las fronteras. «Hay proxenetas que están aprovechando el hecho de que haya personas que quieran salir del país, para hacer esa captación. Eso pasó también en Roma, y lo que hizo el emperador Justiniano fue expulsar a todos los proxenetas del territorio, para evitar que esos niños terminaran en los lupanares o burdeles. Estamos por tanto ante una reiteración de conductas».
Tewise Ortega recuerda otro éxodo masivo, que tuvo lugar en 2015 en el Mediterráneo, cuando casi un millón de refugiados y migrantes llegaron a las costas europeas procedentes de Afganistán, Irak o Siria. Entonces, más de 3.550 personas perdieron la vida en un año, y «la desesperación y el abandono llevaron a decenas de menores refugiados a caer en las redes de la prostitución y en la explotación laboral». La experta también cita otras crisis como las de América Latina, desde México hasta Venezuela, donde la vulneración de los derechos humanos ha provocado un éxodo masivo a territorios limítrofes como Perú, Ecuador, Brasil y Colombia. «Aunque ahora nos estamos centralizando en la guerra, el mundo está plagado de situaciones denostables», aseguró.
La conclusión que hacen ambos investigadores es que en las crisis de refugiados es donde mayores vulneraciones de los derechos humanos se encuentran. «Mientras unos huyen del conflicto, otros se aprovechan de su indefensión para la explotación sexual, laboral o incluso otros tipos de mafias como el tráfico de órganos. Todo esto genera siempre una vulneración en las personas más frágiles y más débiles, como mujeres y niños, que han tenido que abandonar sus hogares sin nada, para intentar tener un futuro mejor para sus hijos y sus familias».
Los profesores Ortega y Zamora lo definen como «conductas cíclicas» que se repiten, por parte de las mafias, a lo largo de toda la historia. «A pesar de la vorágine de información, hemos comprobado que, efectivamente, hay hechos que parecen calcados del ayer, como este. Hegel decía que lo que la experiencia y la historia enseña es que los pueblos y los gobiernos jamás han aprendido algo de la historia, ni han actuado según las lecciones que hubiesen tenido que sacarse de ellas», concluyen.
