Oficialmente el operativo se alargó durante 37 días. Ese fue el tiempo que transcurrió desde el momento en el que el oceanográfico Ángeles Alvariño comenzó a rastrear la vertiente este del puerto de Santa Cruz de Tenerife y hasta que fue localizado el cadáver de la pequeña Olivia. En algo más de un mes se cartografió un área de 250 kilómetros cuadrados y contabilizaron 392 horas de filmación.

El buque oceanográfico Ángeles Alvariño es una pieza clave en las diligencias judiciales abiertas a raíz de la desaparición de Olivia y Anna. La embarcación del Instituto Español de Oceonografía (IEO-CSIC) participó en la búsqueda de Tomás Gimeno y de sus hijas desde el 30 de mayo al 1 de julio de 2021. Durante ese periodo, además de lograr recuperar el cadáver de Olivia sumergido a más de mil metros, los integrantes de este operativo registraron 392 horas de filmación submarina y cartografiaron 250 kilómetros cuadrados del fondo Atlántico [entre 100 y 2.000 metros de profundidad]. La misión parecía imposible cuando el 20 de mayo se recibió un mandato judicial en el Instituto Español de Oceanografía para que se armara un equipo especializado: la expedición que partió de El Ferrol el 23 de mayo estaba compuesta por cinco científicos, ocho ingenieros y once tripulantes.

10.000 euros por cada día de trabajo

El Ángeles Alvariño lleva el nombre de una oceanográfa, zoóloga y profesora española -fue la primera mujer que trabajó en un oceanográfico con bandera del Reino Unido-, se bautizó en febrero de 2012 en La Coruña y es un clon del Ramón Margalet (2011). El diseño de la embarcación y la tecnología que utiliza es de fabricación española y para su construcción se invirtieron hasta 20 millones de euros. Tanto el Ramón Margalef como el Ángeles Alvariño completaron varias misiones científicas durante la erupción del volcán de Tajogaite (La Palma). El mantenimiento de este barco por cada día de trabajo es de 10.000 euros [combustible, operatividad de sus equipos científicos y personal que viaja a bordo], con lo que el coste del encargo realizado en Tenerife el año pasado supera de largo los 400.000 euros. Antes de encontrar una botella de buceo y una nórdica (7 de junio) que estaban relacionadas con la desaparición de Olivia y Anna, sus cámaras captaron casi de todo: electrodomésticos, barcos hundidos, neumáticos... Durante el mes y pico que permaneció en aguas tinerfeñas entró en varias ocasiones a puerto para llevar a cabo labores de mantenimiento y reparar unas anomalías registradas en el sonar. Este laboratorio flotante está equipado con los últimos avances y algunos de ellos se probaron en la Isla.

Así explora los fondos marinos el Ángeles Alvariño

El IEO-CSIC reclutó a un grupo de trabajo con una amplia formación y experto en búsquedas «imposibles» para montar un laboratorio flotante que, además, partió de Galicia con rumbo a Canarias equipado con un submarino científico no tripulado (ROV) Liropus 2000, que está diseñado para realizar observaciones y recoger muestras en profundidades de hasta 2.000 metros. En la primera salida del Ángeles Alvariño se empezó a cartografiar y analizar la morfología y tipos de fondos en los que se iban a concentrar las batidas iniciales: desde la dirección se habían establecido turnos de trabajo de 12 horas para evitar interrumpir las maniobras de barrido lateral con el objetivo de asegurarse una cartografía del área a 15x15 metros de resolución y cuatro más a 5x5 de resolución. Esto se hizo siguiendo las indicaciones facilitadas por los investigadores de la Guardia Civil.

Paralelamente se puso en marcha un sonar de barrido lateral al que, una vez acabó la primera fase, se le suministró la información cartografiada para comenzar a operar de forma sincronizada. Esta fue la zona acotada a partir de la geolocalización de la señal del móvil de Tomás Gimeno por parte de los especialistas de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO). «La posibilidad de localizar un objeto de dimensiones tan pequeñas a unas profundidades oceánicas tan grandes supone sin lugar a dudas un hito mundial», manifiesta Javier Ruiz, director del IEO, sin perder de vista que «solo hace falta ver la cantidad de pecios desde hace siglos en el fondo del mar. Y es que es la misión asignada al Ángeles Alvariño es comparable con la orden de buscar una aguja en un pajar.

Tanto el oceanográfico como el robot submarino están dotados de un sistema de posicionamiento que permite a los científicos, primero, situar el barco con una enorme precisión en las coordenadas necesarias, segundo posicionar el ROV en las profundidades con igual grado de exactitud y, por último, buque y ROV son capaces de desplazarse en conjunto, evitando que el cable umbilical y que les une y transmite toda la información se enrede o se dañe. Esta maniobra es extremadamente compleja debido a las rachas de viento y, sobre todo, el oleaje que existe en la superficie marina.

El Ángeles Alvariño probó durante su expedición a Canarias un sonar de barrido lateral que permite obtener mediante pulsos acústicos una imagen mucho más detallada del fondo marino. Toda esa tecnología acabó proporcionando una buena noticia el 10 de junio, el día que el IEO consiguió un imposible: recuperar el cadáver de Olivia.