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Los fármacos contra el cáncer se filtran al mar canario con las aguas residuales

Sus concentraciones son bajas pero su emisión es continua | Se desconoce su potencial riesgo en el ecosistema marino, pero los científicos creen que son dañinos

Investigadores del laboratorio de Química Marina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULGPC). La Provincia

Las aguas residuales que se depositan en el mar canario tienen una gama de contaminantes más variada de los que se piensa. Las depuradoras pueden frenar, hasta cierto punto, la llegada de los residuos derivados de la actividad humana al océano. Pero hay otros compuestos, como los principios activos de los fármacos anticancerígenos que, por su diminuto tamaño, han escapado a los filtros de depuración y se han colado directamente en el mar isleño a través de los emisarios submarinos.

Los investigadores de la ULPGC han optimizado una técnica de microextracción

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Las antraciclinas –principio activo de los medicamentos para tratar el cáncer– se encuentran en unas cantidades tan pequeñas en el vasto océano que hasta hace relativamente poco se ignoraba su existencia. De ahí que se sitúen en el grupo de los llamados «contaminantes emergentes». «No es que no existieran antes, simplemente, no se habían podido detectar hasta ahora», afirma el químico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Sergio Santana-Viera.

Los contaminantes emergentes más conocidos son los microplásticos que llegan a través de los emisarios al océano y que en Canarias tienen mucha relación con las fibras de ropa que escapan de las lavadoras. Pero en este grupo de «nuevos» contaminantes se encuentran también los medicamentos, como ibuprofeno o antibióticos a punto de caducar, productos con aplicación cutánea, maquillaje y algunos jabones, productos utilizados en la agricultura –como pesticidas, fungicidas y aceleradores del crecimiento– y hasta algunas drogas como la cocaína y la heroína.

La mayoría de contaminantes emergentes aparecen en aguas residuales, ríos y acuíferos, siendo las principales fuentes de emisión de los mismos la agricultura y ganadería, así como una mala gestión de los residuos tóxicos. Pero el problema va mucho más allá y en los últimos años se ha podido detectar su verdadero impacto gracias a las mejoras tecnológicas en este campo. Al no poder ser eliminados en las estaciones depuradoras en las que se hacen los tratamientos de las aguas residuales, estos suelen acumularse en medios acuáticos naturales, con la posibilidad de que produzcan ciertos efectos negativos en el bienestar y equilibrio de los ecosistemas y especies que en él habitan.

Sin embargo, la mejora de las técnicas de detección no solo han mostrado una imagen más realista del impacto que supone la actividad humana en los mares canarios, sino que también ha puesto de relieve la necesidad de seguir investigando para conocer su potencial riesgo y alcance.

Canarias ha sido una de las primeras en detectar este tipo concreto de contaminante emergente en el agua residual. Quienes han llevado a cabo tal hito han sido los miembros de un equipo de investigación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULGPC) especializado en química marina. Lo han hecho utilizando una herramienta patentada por la Universidad Internacional de Florida, que permite encontrar esas pequeñas trazas de producto que, por su tamaño, se suelen perder en el ancho mar.

La técnica se basa en la utilización de un tejido de 2 centímetros cuadrados absorbente –similar a un «trocito de algodón»– capaz de separar los productos contaminantes del agua, incluso aquellos de menor tamaño. Sin embargo, para que funcione es necesario «miniaturizar» la muestra de agua en laboratorio hasta que adquiera un volumen mucho más reducido de lo normal. Solo entonces, se puede llevar a cabo esta técnica de «microextracción» que está revolucionando el mundo de la química. Además de sus buenos resultados, esta herramienta con la que ahora cuentan los investigadores resulta menos perjudicial para el medio ambiente, porque no requiere el uso de disolventes orgánicos –que además podrían contaminar la muestra– y precisan de menores cantidades de agua.

Las estaciones depuradoras son incapaces de eliminar los contaminantes emergentes

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El trabajo que han llevado a cabo los científicos canarios, se basa en dar una vuelta de tuerca a esta novedosa técnica creada por la universidad americana para que pueda detectar, de forma específica, las antraciclinas. Con esta premisa, y tras un trabajo de varios meses, los investigadores canarios lograron optimizar un procedimiento rápido, barato y sencillo para la extracción de dichos compuestos en aguas residuales que, posteriormente, fue validado a través de una técnica más común, como es la Cromatografía Líquida de Ultra Alta Resolución con Detección por Fluorescencia (UHPLC-FD). Los resultados de esta investigación han sido publicados en la revista científica Separations, que está adquiriendo una gran relevancia en el sector científico.

«Nuestro trabajo, que se ha publicado en abierto, abre la posibilidad a que otros científicos del mundo puedan implementar la misma técnica para descubrir si las aguas de sus países contienen este compuesto», explica Santana- Viera, que también es principal firmante del estudio. El uso masivo de esta herramienta en todo el mundo, por otra parte, podría contribuir a que el conocimiento sobre los contaminantes emergentes fuera creciendo y que sus impactos dejaran de ser uno de los grandes enigmas de la ciencia.

Sin embargo, su trabajo va mucho más allá. Con esta investigación los científicos tratan de sentar las bases para que la población –y las administraciones– sean conscientes y desarrollen sensibilidad sobre todo lo que las actividades humanas pueden estar filtrando al mar. «Tenemos que detectar y vigilar este tipo de contaminantes porque hasta ahora sabemos muy poco de ellos», insiste el Santana-Viera. El desconocimiento de los impactos no es, sin embargo, una razón que les lleve a creer que su aparición en el medio marino sea inocuo, incluso estando en bajas concentraciones.

«Los fármacos son necesarios, pero cuando se cuelan en las aguas residuales pueden conllevar la aparición de ciertos efectos adversos en el medio marino, especialmente el ecosistema que habita en los alrededores de los emisarios submarinos», insiste el investigador. Además, aunque la concentración de estos medicamentos, cremas, maquillajes o jabones en el agua solo se pueda medir en nanómetros, su emisión al medio marino es continua, con lo que las especies pueden estar expuestos a ellas durante un tiempo largo.

En lo que se refiere a los fármacos anticancérigenos en concreto, su forma de actuar en los pacientes con esta patología da una pista a los científicos sobre cómo podrían actuar en un organismo marino que lo consumiera sin querer. «Sabemos que están diseñados para destruir todas las células que encuentre», resalta el investigador. Su letal funcionamiento se debe a que cuando el organismo de un paciente está viciado con un tumor que no para de crecer, siempre es más beneficioso eliminar todas las células –malignas o no– para evitar que las que se están replicando más rápido se sigan expandiendo. La fórmula es muy beneficiosa para los pacientes con cáncer, pero tóxica para el resto. De ahí que los científicos no crean que haya una «exposición segura a estos fármacos», como sentencia el químico.

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