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Cinco claves sobre el hígado graso

La enfermedad, que suele cursar de forma asintomática, está relacionada con la obesidad y el síndrome metabólico - Puede derivar en cirrosis y cáncer hepático

El doctor Julián Tamayo, especialista en Endocrinología y Nutrición. LP / DLP

El hígado graso es una enfermedad que se caracteriza por una acumulación anómala de triglicéridos en el interior de las células hepáticas. Tal y como indica el doctor Julián Tamayo, especialista en Endocrinología y Nutrición en el Hospital Perpetuo Socorro (HPS), la patología no siempre guarda un vínculo con el consumo de alcohol, pero la inflamación que puede causar en el órgano es muy similar a la que es capaz de producir la ingesta excesiva de esta sustancia. Con el propósito de conocer más detalles sobre esta dolencia que afecta al 25% de la población mundial adulta, el facultativo del citado centro sanitario capitalino aborda cinco claves fundamentales. 

- Características. La enfermedad, que también es conocida por el nombre de esteatosis hepática, tiene una prevalencia similar en hombres que en mujeres y está vinculada a la aparición de disfunciones metabólicas. «Por eso, algunas sociedades científicas apuestan por denominarla enfermedad del hígado graso asociada al metabolismo», anota el experto. En estadios avanzados puede provocar fibrosis en el órgano, cirrosis y, en menor proporción, cáncer de hígado. Cabe resaltar que esta afección guarda un vínculo muy estrecho con la obesidad y el síndrome metabólico –que incluye hipertensión arterial–, si bien no está directamente relacionada con unos niveles de colesterol altos. «A día de hoy entendemos que es una inflamación en todo el organismo causada por la resistencia a la insulina, las alteraciones en las bacterias intestinales, la falta de antioxidantes y algunos desórdenes hormonales. El hígado se llena de gotas de grasa que se inflaman, cicatrizan y producen daño local, elevando así las enzimas hepáticas», explica el doctor Tamayo. 

-Causas. Hay que señalar que existen otros factores que pueden conducir al desarrollo de esta patología. «Cada vez se habla más de alteraciones en la microbiota, de los malos hábitos de vida como el consumo excesivo de fructosa y de las dietas ricas en productos ultraprocesados», informa el sanitario. Además, las personas aquejadas de enfermedades intestinales pueden tener más riesgo de padecerla. «Hay que tener en cuenta que el hígado filtra muchas bacterias y sustancias tóxicas que circulan por el organismo». 

-Tratamiento. Para pautar un tratamiento, los profesionales deben realizar un exhaustivo estudio metabólico del paciente. «Tras este paso, a aquellos que tengan más exceso de peso, se les informa de que si logran reducir un porcentaje superior al 10% será posible iniciar la recuperación del órgano», resalta el endocrino. De hecho, los especialistas suelen recomendar a todos los afectados que sigan una dieta baja en hidratos de carbono, pues ayuda a disminuir el riesgo de que el paciente desarrolle más inflamación hepática y a mejorar el pronóstico de los otros perfiles metabólico que puedan sufrir alteraciones. También, es aconsejable reducir la ingesta de fructosa, alimentos ultraprocesados y alcohol. «Hay sustancias que pueden aportar grandes beneficios. La cúrcuma, por ejemplo, puede ayudar a reducir la inflamación y los niveles de las enzimas hepáticas que se encuentran alterados. Algunos estudios demuestran que también contribuye a disminuir la fibrosis», asevera Julián Tamayo. Asimismo, el resveratrol –que está presente principalmente en las uvas rojas– también puede mejorar el funcionamiento intestinal de aquellos pacientes que sufren alteraciones. «Otra sustancia que cada vez utilizamos más es la berberina, sobre todo para controlar los niveles de colesterol, porque contribuye a quemar la grasa del tejido adiposo», agrega. A todo esto se suma la práctica de ejercicio de fuerza y algunos medicamentos que ayudan a perder peso. 

«Las gotas de grasa se inflaman, cicatrizan y causan daño local», apunta el doctor Tamayo

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- Detección. La patología suele cursar de forma asintomática, por lo que es muy frecuente detectarla en controles rutinarios. «Es posible diagnosticarla a través de una analítica. La gente no suele ser consciente de que tiene el hígado graso hasta que ya está bastante inflamado, por lo que es frecuente detectarla cuando estamos en la búsqueda de otras enfermedades metabólicas, o bien, en aquellos pacientes que tienen un exceso importante del perímetro abdominal». 

-Seguimiento. Cuando la dolencia ya ha sido diagnosticada y se ha iniciado el abordaje metabólico correspondiente, los médicos deben comprobar a través de las analíticas que los niveles de enzimas hepáticas comienzan a equilibrarse, además de verificar por medio de ecografías que el estado de esteatosis va disminuyendo. «También existen otras técnicas más avanzadas para los pacientes que sufran fibrosis o cicatrización, que consisten en equipos especiales que miden el grado de daño. Estos controles los llevamos a cabo cada seis meses aproximadamente», dice el experto. 

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