Canarias ha disfrutado de una primavera lluviosa gracias al efecto de cuatro borrascas, vaguadas y frentes que desaguaron en las Islas desde mediados de marzo y hasta finales de abril. Sin embargo, las copiosas precipitaciones, un 116% más abundantes de lo habitual, se han quedado cortas para salvar el año hidrológico porque, desde octubre hasta ahora, en las Islas ha llovido un 38% menos de lo normal. 

La precipitación media acumulada durante los últimos tres meses en Canarias ha sido de 173,1 litros por metro cuadrado. La mayor parte de esas lluvias se concentraron en tan solo cuatro episodios. Las precipitaciones más copiosas se produjeron del 12 al 16 de marzo, con la borrasca Celia que cubrió de nieve las cumbres de La Palma, Tenerife y Gran Canaria; y del 26 al 29 de marzo, cuando se produzco una borrasca aislada con precipitaciones intensas que afectó a las islas occidentales y algunas zonas de Gran Canaria. Menos copiosos fueron los dos episodios de abril. El primero, entre el 2 y el 4 de abril fue provocada por una borrasca aislada que generó una tormenta eléctrica en las Islas. El último episodio estuvo asociado al frente de una borrasca atlántica y dejó precipitaciones débiles del 21 al 25 de abril. 

Con estos últimos eventos, en las Islas ha llovido un 62% de los valores normales de un año hidrológico (del 1 de octubre al 30 de septiembre) habitual en Canarias. Esto se traduce en que, pese a que la primavera ha sido húmeda en todo el Archipiélago, ambas provincias se enfrentan a una duradera sequía que no se ha podido paliar del todo. 

Hay un 60% de posibilidades de que el verano sea más cálido de lo habitual

La provincia de Santa Cruz de Tenerife parte de una mejor situación que Las Palmas de Gran Canaria, pero en ambos casos la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) establece que los valores obtenidos representan un balance hídrico muy seco. «Prácticamente todo el archipiélago tiene un déficit hídrico de entre el 25% y el 75% de los valores normales», señala el Director del Centro Meteorológico de Santa Cruz de Tenerife (Aemet), Víctor Quintero. Con el comienzo del verano, las previsiones de lluvia empiezan a menguar y lo más probable es que no se produzcan precipitaciones copiosas durante los próximos dos meses (julio y agosto). Septiembre, en ese sentido, será el último mes con alguna posibilidad de revertir esta situación, algo que, sin embargo, no parece estar asegurado. En 2021, el mes de septiembre tuvo precipitaciones «muy escasas» que apenas representaron «una cuarta parte de la cantidad esperada». El mismo escenario se repitió e incluso fue algo peor en 2020, cuando en septiembre solo llovió el 24% de lo esperado. 

De no llover más, este 2022 seguirá la estela de los años previos, cuyos balances hidrológicos han resultado ser negativos. En el año hidrológico 2020-2021 acumuló el 81% de la precipitación esperada; mientras que en el del periodo 2019- 2020 (el cuarto más seco desde 1961), tan solo se acumuló el 46% de la precipitación esperada. Y así también ha ocurrido, en mayor o menor medida, en los últimos seis años. 

Del frío al bochorno

Las borrascas, unida a la nieve acumulada en las cumbres, también provocaron que, especialmente marzo, fuera un mes mucho más frío de lo habitual en las Islas. Sin embargo, las oscilaciones de abril y el aumento progresivo de temperaturas en mayo, ha generado que, en el balance final, Canarias haya tenido una primavera más cálida de lo normal. Aunque tan solo un 0,1 grado más. 

«Este año no hemos tenido un cambio de temperaturas brusco, como ocurrió en la primavera pasada, en esta ocasión la subida de termómetros ha sido progresiva», resaltó Quintero. Abril fue, en este sentido, un mes alborotado con oscilaciones de temperatura por encima y por debajo de los valores normales. Si bien se registraron en este mes dos de los episodios de lluvia más importantes de la primavera, también se registró «uno de los episodios de altas temperaturas más relevantes de la primavera». Se trató de un episodio de calima debido al desplazamiento de una masa de aire muy seca y cálida que se introdujo en Canarias entre el 17 y el 19 de abril, coincidiendo con los últimos días de Semana Santa. Las temperaturas rozaron entonces los 30 grados centígrados. No obstante, a este episodio le precedió otro en el que las temperaturas cayeron por debajo de lo habitual, por lo que se compensó. 

Mayo, además del ascenso generalizado de temperaturas normal para la época del año, sufrió un episodio de calima desde el día 7 de ese mes. El impacto en el mercurio fue menor en ese momento, pero también se superaron los 25 grados centígrados. 

Un verano caluroso

En principio las previsiones para el verano no son nada halagüeñas. La Aemet espera que en los próximos meses, las temperaturas se sitúen por encima de la media. De hecho, es la primera vez que los modelos predictivos muestran de forma tan robusta que va a hacer más calor que lo habitual. 

Canarias se enfrenta, de hecho, a su tercer verano más cálido de lo normal y los expertos ya señalan al cambio climático como el responsable de las altas temperaturas. Concretamente, el verano en las Islas tiene un 60% de probabilidades de ser más cálido de la habitual, un porcentaje que no se había alcanzado nunca en la serie histórica. También hay un 30% de probabilidades de que sea normal y un 10% de que sea más frío de lo habitual. 

En el Archipiélago es común que exista una gran «incertidumbre» con respecto a este tipo de predicciones y más cuando se trata de una previsión a tres meses vista. De hecho, en este tipo de predicciones estacionales ha sido habitual encontrar que el Archipiélago tenía las mismas probabilidades de sufrir un verano cálido, normal o frío. Pero la situación empezó a cambiar hace dos años. En 2020, por primera vez, las probabilidades de que Canarias tuviera un verano más caluroso ascendieron al 45%. En 2021 el mismo porcentaje alcanzó el 50%. Este año ha alcanzado el 60%.

 En cuanto las precipitaciones, a día de hoy los meteorólogos no tienen claro si lloverá más o menos y por eso existen las mismas probabilidades de que sea un verano húmedo, normal y seco. 

La tendencia de los últimos años ha sido la de tener veranos más lluviosos de lo normal, pero lo normal es demasiado escaso como para revertir una situación de sequía que se lleva arrastrando todo el año. «Lo que ha llovido este junio entra dentro de lo habitual y ha sido muy poco», recuerda Víctor Quintero, que insiste que por mucho que los meses de julio y agosto puedan ser más húmedos de lo habitual, es muy difícil que la precipitación acumulada pueda ayudar a rebajar el déficit hídrico que arrastran las Islas.