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Patrimonio

Piratas y corsarios buscan el tesoro escondido en la Casa de Colón

El museo acoge talleres infantiles durante el verano para niños y niñas de 6 a 10 años

Laura y Cristina aprenden la profesión de corsarias, encantadas de su taller en la Casa de Colón. | | LP/DLP

Laura y Cristina son piratas y tienen un plan. Van a construir un barco de cartón y lo botarán en la playa de Alcaravaneras. «Si flota, recorreremos los 7 mares», declara convencida Laura. Las dos se disputan el timón de su particular navío bajo el título de capitana Yaiza, en honor a uno de los famosos ejemplares de guacamayo que habita el patio de la Casa de Colón. El mundo cabe en una cáscara de nuez a los siete años y todo es posible con un pequeño soplo a las velas de la imaginación. Es el objetivo de los talleres estivales que organiza el equipo educativo de la Casa de Colón. Una divertida búsqueda del tesoro acerca a niños y niñas de entre 6 y 10 años a la historia de la piratería en Canarias y, de paso, a las instalaciones del museo más visitado de la isla.

Estas vacaciones de verano las actividades infantiles en el museo colombino están inspiradas en los piratas y corsarios que pasaron por las Islas Canarias y dejaron huella en nuestra historia. Los iribillas, esos inquietos y diminutos seres que habitan los subterráneos de la Casa de Colón, son los encargados de guiar a través de los talleres que ha preparado con ilusión el equipo educativo de la Casa, llamado Piratas y Corsarios en el Museo.

Como explica Jennifer Godoy, responsable del departamento didáctico y de acción cultural (DEAC), «los talleres se han organizado en turnos de tres días de duración cada uno para dar la oportunidad de participar a más familias». Efectivamente, las plazas son limitadas en cada turno, «pero esto permite atender a un número que permita a los participantes interactuar entre ellos y que disfruten de hacer nuevos amigos durante las vacaciones», especifica Godoy.

La travesura de los ‘jiribillas’

La inocencia propia de la infancia y una imaginación sin límites son ingredientes suficientes para que un taller de verano se convierta en una experiencia mágica. En la Casa de Colón los responsables de la magia son los jiribillas, pequeños duendes que se esconden en la cripta de la Casa de Colón y que crean la complicidad necesaria con los niños y niñas para que el éxito de la propuesta esté garantizado. «Mira, este pegamento se quedó seco por su culpa», protesta Cristina, mientras Chloe aprovecha para quejarse de que los jiribillas han hecho desaparecer sus tijeras.

Así, entre juegos y travesuras de los pequeños duendes, al que alguno de los niños asegura muy seriamente haber atisbado durante su visita a la cripta, «cuando terminan los talleres se han familiarizado con el museo, y han aprendido un poquito de nuestra historia y sobre la vida en el mar en épocas pasadas», reconoce orgullosa la responsable de esta iniciativa, Jennifer Godoy.

Además de aprender a distinguir un pirata de un corsario, o descubrir qué pasó durante el ataque del temible holandés Pieter Van der Does a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, los pequeños bucaneros combinan divertidos juegos con actividades de descubrimiento. También descubren el uso de las nuevas tecnologías en el museo y realizan visitas participativas a las salas de exposición permanente. A pesar de que algunos, como el pequeño Alonso, apenas levantan un palmo del suelo, aprenden el uso de herramientas que les ayuden a orientarse, como la brújula, «y desarrollan habilidades creativas e imaginativas con acciones que también sirven para mejorar nuestras habilidades sociales», apunta la coordinadora del proyecto dirigido a los más pequeños.

El primer día de los talleres se explica en qué consisten las actividades que se van a realizar durante los tres días que dura la experiencia. «Nos presentamos y hacemos una lluvia de ideas para averiguar en grupo todo lo que sabemos de piratas y barcos. Organizamos cuatro equipos para trabajar en el patio de la Universidad del museo, lugar donde tenemos cuatro mesas al aire libre para hacer las actividades y presentarles los materiales que hemos preparado para los talleres», explica Jennifer Godoy, quien se encarga personalmente de dirigir el taller, con la ayuda de su compañera Diana Fernández.

«Les presentamos el mapa del tesoro, que es nuestra guía para que cada día podamos superar un reto que nos llevará a descubrir el tesoro pirata escondido en la Casa de Colón», continúa desvelando. Lo primero es inventar un código secreto con el abecedario para que cada grupo pueda escribir un mensaje sin que los demás puedan descifrarlo. «Es un trabajo en equipo donde cada participante tiene que diseñar algunas letras, que se dividen entre las niñas y los niños de cada mesa», detallan las responsables del equipo educativo.

También se realiza una visita a los patios del museo para ver y tocar los cañones, conocer a Chicho y a Yaiza, los guacamayos que viven en la Casa de Colón, y entrar en la sala que reproduce el interior de la carabela La Niña. «Esto nos ayuda a ir descifrando qué objetos son importantes para un viaje en el mar y cómo se organizaba la vida en los navíos», explican las monitoras.

Los pequeños aprendices de pirata aprenden a utilizar la brújula y a orientarse con los cuatro puntos cardinales, así como a utilizar el reloj de arena. «Nos inventamos un apodo pirata y averiguamos qué atributos pueden tener los piratas para que se nos haga más fácil reconocerlos. También hablamos de algunos personajes famosos en la historia, hombres y mujeres que dedicaron su vida a la piratería», relata Jennifer Godoy.

Durante la segunda jornada, el plan para los más pequeños consiste en una emocionante visita a la cripta del museo.

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