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Solidaridad

Sor Ángela, la monja que sosiega a la brujería en el Congo

Lleva décadas de ingente trabajo en el continente africano, dedicada a la enfermedad mental y sus estragos

Sor Ángela Gutiérrez saluda a algunos de los enfermos del centro Télema.

El centro de salud mental Télema, situado en el barrio de Kintambo, en Kinshasa (República Democrática del Congo), es el mayor complejo sanitario dedicado a la enfermedad mental, no sólo de este país, sino de todo el continente africano. Detrás de su creación, organización y funcionamiento, está una religiosa asturiana, sor Ángela, (Ángela Gutiérrez, natural de Panes) de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias, que ha sido presentada varias veces por la Embajada de España al Premio Princesa de Asturias de la Concordia.

En este lugar el enfermo mental recupera su dignidad como persona, recibe tratamiento médico con controles periódicos y tiene una oportunidad para reconocerse como ser humano. Sor Ángela se ocupa de que así sea: se pasea cada mañana por el pabellón de las consultas, saludando a quienes esperan la atención médica, controla el estado de los enfermos que están internados y se ocupa de que tengan comida y todo lo necesario; también recoge a algunos y los ubica por algún rincón del centro. Y algo que llama la atención cuando estás con ella: su capacidad para relacionarse con estos enfermos. He visto como conseguía que un hombre agitado que no quería recibir una inyección, lo hiciera después de hablar con él, cogiéndolo de la mano y convenciéndolo de que era lo que debía hacer.

El complejo sanitario Télema dispone de un edificio para el internamiento y otro para consultas, con servicio de fisioterapia, laboratorio –creados gracias a la generosa aportación de Paco Arango– y farmacia. A partir del otoño, dispondrá de un pabellón para veinticinco internos, que vivirán allí en las mejores condiciones de atención. También tiene otro edificio para la ergoterapia, un taller en el que aprenden a coser y a realizar todo tipo de trabajos relacionados con la costura, todo ello elaborado en las mejores condiciones y que les proporciona un medio de vida.

En el Congo, al igual que en la mayoría de los países africanos, la enfermedad mental es un estigma, que se atribuye a la brujería, y, por lo tanto, quienes la padecen se consideran personas poseídas por un espíritu maligno que puede provocar algún mal a su familia.

Los enfermos, expulsados literalmente de sus familias, vagan por las calles en un estado de completo abandono, sucios y medio desnudos. Caminan desorientados y con la mirada perdida, en medio de la indiferencia de las multitudes que pasan a su lado. Cuando se trata de mujeres, todas ellas, antes o después, son víctimas de violaciones y tienen a sus hijos en la calle, y al problema de salud mental de la madre se suma la supervivencia de la criatura en esas condiciones. En ocasiones también puedes encontrar adolescentes que fueron expulsados de las familias por trastornos diversos, como puede ser padecer una epilepsia.

Sor Ángela Gutiérrez le da un beso a una niña.

Sorprende la abundancia de este tipo de enfermedad en las calles de Kinshasa, pero hay que tener en cuenta las circunstancias que facilitan el desarrollo de los trastornos mentales: la miseria extrema, que bloquea el desarrollo cognitivo; la masiva emigración a las ciudades en busca de un medio de vida, que termina siendo una trampa; el hambre; la malnutrición, que provoca trastornos cognitivos; la desorganización familiar; y un fondo de ignorancia que se convierte en caldo de cultivo idóneo para las supersticiones de todo tipo.

Es importante señalar que la enfermedad mental afecta mucho más a las mujeres por la violencia estructural que existe sobre ellas y que afecta a todos los ámbitos de la vida. La mujer soporta una gran carga familiar y de trabajo, pero también un complejo sistema social, con su cortejo de creencias y costumbres, que las convierte en víctimas. Si una mujer sufre una violación –algo muy frecuente en este país–, su marido la repudia y la echa de la casa a la calle, separándola del núcleo familiar y de los hijos. Algunas de estas mujeres terminan enfermando mentalmente porque al dolor de la agresión se suma el provocado por la exclusión y el aislamiento de su familia.

Kinshasa es una ciudad de unos quince millones de habitantes, y en ella podemos ver a multitud de enfermos mentales que aparecen por cualquier lugar, tumbados en el suelo, en las canalizaciones del agua (llenas de basura), incluso en los bloques de cemento que separan el doble sentido de una avenida.

Sor Ángela recoge de las calles a hombres y mujeres que sufren algún tipo de trastorno mental; también a oligofrénicos que son abandonados por la familia y terminan viviendo en condiciones extremas de abandono por la falta de cuidado. En ocasiones recoge en su propia casa a madres adolescentes o jóvenes que, padeciendo algún tipo de trastorno mental, son víctimas también de violaciones y quedan embarazadas. En estos casos se hace cargo de la madre y del niño o de la niña, hasta que pueda proporcionarles un ambiente seguro.

En cierta ocasión compartí con ella la llegada al centro de una bebé de cuatro días que había nacido en la calle; su madre, una joven enferma, pretendía darle de comer nueces de cola, mientras sor Ángela tenía que enseñarle cómo darle de mamar. En otro momento recogió a una joven madre con una bebé de cuatro meses a la que rechazaba, por lo cual la niña presentaba signos severos de malnutrición. En este caso sor Ángela se ocupó de comprar lo necesario para la niña: pañales, biberones y leche maternizada, y como la madre no quería saber nada de la pequeña, ella misma durmió con ella un tiempo, para atenderla por la noche y, como bien decía, para que la niña sintiera la cercanía y el abrazo de alguien.

El objetivo de Télema es que la persona reciba la atención médica necesaria para estabilizar su estado mental; después, puede capacitarse para trabajar en un taller ocupacional.

El otro objetivo del centro es la reinserción del enfermo con su propia familia o con una familia de acogida, y para ello se realiza un trabajo de concienciación, cuya finalidad es el reconocimiento del enfermo como víctima de una patología.

Desde hace años sor Ángela trabaja también por los derechos de las personas que sufren trastornos mentales diversos y por el reconocimiento de la enfermedad mental como tal.

Esta mujer, que lleva casi toda su vida fuera de nuestra región, lo primero que dice al presentarse es: "Soy asturiana". En Kinshasa ha recibido algunos reconocimientos, y también le han concedido la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, pero considero que su obra merece ser conocida y reconocida de algún modo en Asturias, para que no pase lo de siempre, que cuando alguien grande se va, entonces todo son elogios y homenajes, cuando lo mejor es hacerlo en vida, sobre todo para que también pueda tener más ayudas para todo su trabajo y, también, porque en estos tiempos de horizontes desvaídos y realidades virtuales que alimentan el vacío y la pérdida de sentido, es bueno para nuestra propia salud mental dar espacio a quienes son un ejemplo de vida.

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