Según numerosas instituciones relacionadas con la salud mental, ha habido un incremento significativo del malestar psicológico en millones de niños y jóvenes como resultado de la incertidumbre, el miedo y los efectos de la pandemia de la COVID-19. 

Estos problemas pueden ser más evidentes en entornos sociales como el colegio. Es por ello, que los centros escolares deben atender a las nuevas necesidades de sus estudiantes, dotándoles de herramientas para hacer frente a posibles secuelas y, al mismo tiempo, promover la creación de espacios donde se sientan seguros.

Algunas de las áreas en las que estamos viendo los efectos de la Covid son:

Impacto emocional, físico y social 

Desde que comenzaron los confinamientos, los niños han sufrido un aumento de casos de ansiedad, depresión y trastornos de la salud mental, lo que repercute directamente en la capacidad de los estudiantes para aprender de manera eficaz. Los impactos sociales incluyen un mayor uso y dependencia de las redes sociales y un mayor aislamiento de la familia y amigos. Así, entre sus consecuencias, se observa una disminución de la actividad deportiva, que supone un detrimento de la salud física y mental.

Los efectos de las estrictas reglas de socialización en el colegio, tales como, mantener la distancia de seguridad, evitar el contacto con otros compañeros ajenos a su burbuja, la desinfección de juguetes u otros materiales, la suspensión de las excursiones, el uso de mascarilla, etc., han acrecentado la frustración en muchos niños; y las cifras muestran que esto también ha desembocado en más incidencias de conflictos con los compañeros. 

También hemos observado que la confianza en los adolescentes se ha visto afectada de manera importante; estos se muestran en numerosas ocasiones reacios a quitarse la mascarilla por miedo a enseñar su rostro después de haberlo llevado oculto durante casi dos años.

¿Cómo fomentar la salud mental del alumnado en el colegio y en casa tras la pandemia de COVID?

¿Cómo afrontar estás dificultades en los centros?

Una mayor concienciación sobre la salud mental es primordial para hacer comprender a los niños los retos a los que se enfrentan tanto ellos como su comunidad, cómo pueden auxiliar a otros o a sí mismos pidiendo ayuda desde un principio. Y esto se consigue solo con la incorporación de la salud mental en el currículo. Hay que entender que, la «salud mental» no equivale a la ausencia de patologías, sino que —muy al contrario— es igual que nuestro rendimiento físico: hay que aprender a cuidarla también de forma proactiva.

Que el colegio cuente con un plan de actuación a tal respecto es vital. Asimismo, se puede enfatizar la relevancia de la salud mental a través de la celebración de eventos; nosotros, por ejemplo, en el Oakley College contamos con el día Hello, Yellow, en el que todos los estudiantes se visten de amarillo para visibilizar la salud mental y se hacen donaciones a organizaciones benéficas locales tales como AFESur. Gracias a este tipo de actividades, damos a conocer a las familias la existencia de estas instituciones y el buen trabajo que desempeñan en nuestra isla.

Es importante también implicar a toda la comunidad escolar en el cuidado de los demás. Así, la concienciación sobre la salud mental en los adultos se consigue con iniciativas como las que propone nuestro colegio con el programa de Primeros Auxilios en Salud Mental para profesores. Y, en el caso de los estudiantes, hemos comprobado que, al vincular a los alumnos mayores con los más pequeños de secundaria, estos últimos se sienten más arropados e, incluso, protegidos por la figura de este nuevo «hermano mayor» que vela por él en el centro, sin perjuicio de sus profesores, familia y amigos.

Del mismo modo, una mentalidad de equipo entre el ámbito familiar y el centro de estudios es primordial en estos momentos. Los cambios de comportamiento de los niños —ya sean modificaciones en los patrones de alimentación, en el estado de ánimo, en las amistades, en los estudios…— nos dan las pistas para identificar rápidamente cualquier problema que tengan y realizar así una intervención temprana. Es, una vez más, el trabajo en equipo entre los profesores, orientadores, padres y especialistas lo que marca la diferencia a la hora de elaborar el mejor plan de apoyo hacia los niños.

Se necesita una aldea para criar a un niño. Cuando trabajamos juntos, vemos los mejores resultados para nuestros hijos. 

¿Y en casa?

Lo que los padres pueden hacer en casa es, ante todo, cuidar su propia salud mental. Esto les permitirá estar mejor capacitados a la hora de identificar el problema y practicar el correspondiente seguimiento con la aplicación de una misma estructura de principios.

Debemos concienciarnos de que podemos trabajar activamente para fortalecernos ante situaciones de estrés, desarrollando nuestra resiliencia para el momento presente y el futuro.

Algunas pautas simples que podemos usar desde hoy en casa para cuidar nuestra salud mental incluyen reflexionar en el tipo de autocuidado que usamos, esto es, lo que hacemos intencionadamente para cuidar nuestra salud mental y física. El autocuidado es diferente para cada uno de nosotros, puede ser pasar tiempo en la naturaleza, con amigos y familia, practicar algún tipo de deporte, pasear al perro, hacer algo creativo… ¿En qué consiste tu autocuidado?

También podemos valorar nuestro «contenedor de estrés». Esta es una metáfora que nos ayuda a entender cómo vivimos con el estrés y cómo afrontar nuestros niveles de estrés. Las gotas de agua que llenan nuestro contenedor son las diferentes causas de estrés, por ejemplo, temas de dinero, el trabajo, traumas, duelo… Luego podemos imaginar un embudo que nos ayuda aliviar el nivel de agua en nuestro contenedor de estrés para poder seguir afrontando el día a día. El embudo se abre mediante acciones positivas (hacer ejercicio, tener hobbies, pasar tiempo con amigos) o no tan positivas (alcohol, substancias adictivas, el trabajo excesivo). ¿Qué tipo de acciones estamos usando para manejar nuestro estrés? 

¿Y si las dificultades persisten?

Hay que saber reconocer las señales de alerta que nos indican más apoyo especializado. Por ejemplo: una tristeza o malestar en casi todo momento, pensamientos negativos que ganan a los positivos de forma persistente, dificultades para dormir, sentir un estrés constante, emociones intensas que interfieren en el funcionamiento diario normal, etc.

Comunicar aquellos aspectos que nos preocupan a especialistas facilita detectar los problemas a tiempo, antes de que se conviertan en problemas mayores (tanto para los adultos como para los niños). Tenemos la suerte de tener acceso a muchos profesionales fantásticos —médicos, psiquiatras y psicólogos— que ofrecen recursos especializados para apoyarnos a nosotros y a nuestros hijos en estos momentos difíciles. Igual que una lesión en la rodilla, si se ignora muchas veces empeora; pero si se trabaja pronto, podemos evitar agrandar el problema.

¿Existe un resquicio de esperanza en la vida post-Covid? 

Los aspectos positivos que ha dejado la pandemia han sido una mayor concienciación sobre la importancia y lo que es la salud mental, el bienestar y cómo cuidarla ahora y en el futuro. 

Esta prioridad se ha visto reflejada en la reciente legislación que obliga a partir de septiembre de 2022 a que todos los colegios tengan una persona designada en el centro a cargo del bienestar, lo que supone un recurso muy positivo y vital para nuestros pequeños.

Nuestra futura generación nos ha recordado que la resiliencia se puede desarrollar y aprender durante los tiempos difíciles. Sigamos hablando, entrenando y educando sobre la salud mental; esta será la base para fortalecer y potenciar el crecimiento personal de nuestros hijos.