Mucha gente se lo pregunta en Internet, y seguro que algunos de ustedes se han puesto a pensar sobre ello entre algún café y ducha mañanera. ¿Cómo madrugábamos los humanos antes de la invención del despertador?

Es una pregunta legítima ya que este aparato no apareció hasta 1787 cuando el relojero Levi Hutchins, que tenía que levantarse cada día a las 4 de la mañana y era movido por la obligación, utilizó su ingenio para añadir un mecanismo a la manecilla pequeña de su reloj que activaba una campana al llegar a la hora determinada. Y sin embargo, este producto no se empezó a comercializar hasta 1876 cuando el estadounidense Seth Thomas se encargó de ello.

Los coetáneos de Hutchins, o al menos la mayoría, se despertaban con la salida del sol, tras haber dormido las horas necesarias para su organismo o gracias a ayudantes externos como los gallos. Aunque este es un método peligroso, ya que estos animales no siguen patrones horarios certeros a la hora de emitir sus sonidos. Lo hacen por la mañana, pero cuando quieren.

Entonces, los que debían levantarse a una hora concreta antes de que a Hutchins se le ocurriese su efectivo mecanismo y de que a Thomas se le ocurriese producirlo en serie, ¿cómo lo hacían? Pues gracias también a su ingenio, con invenciones algo más caseras y heterodoxas, o con diversos trucos como los indios Siux, que bebían mucha agua antes de dormir para que así la vejiga les sirviese de despertador.

Reloj despertador de vela

Uno de los recursos más curiosos lo utilizaban los chinos. Se valían de una vela y varios trozos de metal. Anteriormente habían calculado la velocidad en la que una vela se consume, marcando cuánto tarda en alcanzar diferentes puntos de la misma. En ellos colocaban sus pequeñas varas metálicas salientes. Cuando se llegaba al lugar donde éstas estaban, se había quemado lo de arriba y caían al recipiente también metálico provocando un certero ruido que despertaba a los que dormían en la habitación.

También existe una variante de esta técnica en la que en vez de simples varas se colocaba una sola pero con una campana colgando de su extremo. La caída de esta creaba un sonido aún más agudo que hacía muy difícil no sacar de sus sueños a los que estaban cerca.

La idea de Platón

A muchos kilómetros de distancia de aquel invento chino nos encontramos con otro concepto ideado por uno de los filósofos más importantes de la Historia, el griego Platón. Para que sus propios alumnos no llegaran tarde desarrolló un sistema a partir de un reloj de agua. El reloj de agua sigue el mismo concepto que el anterior ejemplo asiático que usaba una vela: se usaba un recipiente marcado con una señal en cada hora según iba descendiendo el nivel del agua de su interior.

Platón le añadió un recipiente al que iba a parar toda esa agua que salía del anterior, sobre ese agua que entraba situó plataforma con unas bolas metálicas arriba que iba subiendo cuanto más líquido hubiera en este envase secundario. Al llegar al límite, estas bolas caían a un platillo metálico provocando sonidos suficientemente fuertes como para despertar a cualquiera. Así no llegaban tarde a las clases del filósofo.

La revolución industrial lo cambia todo

Con la llegada de la revolución industrial empiezan realmente los turnos horarios dentro de las fábricas. Ahí es donde una gran mayoría de la población tuvo que empezar a despertarse antes de la salida del sol y siempre a la misma hora. Para que esto se cumpliera, en Reino Unido crearon un curioso trabajo: los knocker-up. Estos se dedicaban a recorrer las calles donde vivían los trabajadores de las fábricas para despertarlos.

¿Cómo lo hacían? Cada uno tenía su técnica pero lo normal era que portaran palos con los que golpeaban las paredes o ventanas de sus casas, o cerbatanas gracias a las cuales disparaban pequeñas piedras a las ventanas de los asalariados.

A partir de dicha época la industria del sueño, y por ende la del despertar, no ha hecho sino crecer, teniendo como objetivo un mejor descanso y un despertar menos brusco.