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Medio Ambiente

El retamar del Teide, al borde del colapso por el calor y la sequía

El cambio climático reduce casi el 30% la cobertura de retamas en 30 años | Las temperaturas en Izaña este octubre han sido entre 3 y 5ºC más altas de lo habitual

Imagen de archivo del observatorio de Izaña en el Teide. eldia.es

El emblemático paisaje del Parque Nacional del Teide, dominado por el matorral de retamas (Spartocytisus supranubius), está al borde del colapso. En los últimos 30 años casi el 30% de la cobertura de este matorral “clave” ha desaparecido de sus zonas de crecimiento habitual. Detrás de este rápido declive de la biodiversidad endémica de la isla está el intenso calor y la prolongada sequía, que cada vez es más acuciante como consecuencia del cambio climático

Así queda constatado en un reciente estudio realizado por investigadores del Parque Nacional y de la Universidad de La Laguna (ULL), publicado en la revista Journal for Nature Conservation, en el que se extrae que la pérdida de biodiversidad se está produciendo de manera muy acusada. "Es un caso interesante porque no es usual que una especie tan abundante entre en un declive tan bestia", resalta el biólogo y conservador del Parque, José Luis Martin Esquivel. 

El retamar ha retrocedido al menos un 1% cada año. Un ritmo que, de continuar, en 10 o 30 años supondrá "el colapso" de esta especie y, por tanto, del ecosistema. Este pequeño arbusto que da sombra y cobijo a otras especies, aunque está acostumbrado a las inclemencias climáticas del Teide, no se está adaptando a los cambios tan bruscos de temperatura ni a la falta de agua. El resultado es que se está secando muy rápido en las zonas más afectadas por las altas temperaturas y su espacio de distribución se está reduciendo y acercando a cotas cada vez más altas. 

Retamas en descenso

A día de hoy esto no supone un descenso en el número de individuos, pues de hecho se han incrementado. "Este declive está ocurriendo en la zona baja, a unos 1.000 metros, pero en los lugares más altos, entre los 1.900 y 3.000 metros, las poblaciones están aumentando", puntualiza Martín Esquivel. Sin embargo, las retamas hoy en día son muy distintas a las de 1987. Como explican los investigadores, además de estar trasladándose hacia la cumbre, también han reducido su tamaño para poder sobrevivir.

"Aventuramos que entre 2030 y 2080 el sistema colapsará", adelante Martín. Según el modelo predictivo realizado por estos investigadores, "a más tardar en 2080 y como muy pronto después de 2030", la cobertura del retamar podría rondar los 400 metros cuadrados por hectárea. Hoy se encuentra en 1.744 metros cuadrados, por lo que de cumplirse, esta previsión supondría que las retamas ocuparían un espacio tres veces menor que el actual y hasta seis veces menos que en 1987, cuando el retamar se extendía en 2.500 metros cuadrados por hectárea.

Desde 2017 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) mantiene al retamar en un nivel de preocupación menor o Least Concern’(LC) en su Lista Roja de Especies Amenazadas. Sin embargo, para los investigadores, este rápido declive es razón suficiente como para considerar un aumento en su grado de amenaza, ya que no son solo los factores climáticos quienes están detrás de este fenómeno, también algunos herbívoros introducidos, como el muflón o el conejo. Este último estudio corrobora que la especie cumple uno de los requisitos que le valdrían para ser incluido en la lista, dado que su declive ha sido mayor del 25%. “Más del 95% de los individuos de la especie crecen en Tenerife, así que es muy importante que la UICN le asigne una categoría correcta para caracterizar su estado de conservación”, reclaman en el estudio. 

El enclave más amenazado de Canarias

El calentamiento global es hoy la principal amenaza para la biodiversidad única del Parque Nacional de Teide. Como ecosistema de alta montaña, Las Cañadas está cumpliendo ya lo que los modelos climáticos presagiaban hace treinta años: un aumento de las temperaturas mucho más acusado que en el resto del mundo. En el Teide los termómetros hoy fijan una cifra 1,5ºC superior que en el periodo preindustrial, lo que supone 0,3º C por encima del calentamiento medio mundial situado en 1,2ºC. 

Como consecuencia, los días cálidos se han multiplicado, las raras noches tropicales se han convertido en habituales, los años de sequía se acumulan, las lluvias son la mitad de abundantes que antaño y las especies empiezan a escalar la montaña en busca de condiciones más favorables para vivir. El rápido retroceso del retamar es solo un ejemplo más de cómo el cambio drástico de las condiciones climáticas está mermando cada vez más la biodiversidad única de este enclave. 

Mayo y octubre se están convirtiendo en los peores meses para el ecosistema. Este octubre, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la estación de Izaña ha registrado anomalías cálidas de entre 3 y 5ºC por encima de los valores normales (las medias de entre 1981 y 2010). "Este octubre está siendo muy caliente", corrobora Martín Esquivel, mientras contempla cómo el Parque Nacional debe hacer frente a otro día cálido aún estando a finales de octubre. El canto de los mirlos migratorios empieza a acompañar a turistas y científicos durante sus visitas a la cumbre, pero este octubre las altas temperaturas también han traído a un visitante inusual: un gran grupo de mariposas procedentes de África conocidas en la jerga científica como Cynthia cardui. "Han llegado arrastradas por el polvo sahariano", replica Martín. 

Si bien es cierto que los impactos de este incremento de temperaturas se verán dentro de unos meses, muchos se están arrastrando desde hace meses. "Ya llevamos siete años arrastrando una situación de sequía continua y con más calor de lo normal", resalta el biólogo. Al igual que el retamar, son muchas las especies que están cambiando su hábitat "ganando altura". "Se están trasladando hacia el pico", resalta el investigador. 

Siete años de sequía

¿Lo peor? La falta de lluvias. "Apenas alcanzamos los 200 litros anuales", lamenta Martín Esquivel, que explica que la bibliografía antigua establece registros pluviales de entre 400 y 1.000 litros en el enclave. Aunque este año ha llovido más que en 2021, el problema es que cada vez lo hace en un espacio de tiempo más corto. "Las lluvias son importantes, pero duran pocos días y la tierra se moja pero se seca muy rápido", reseña el biólogo. La situación es tan preocupante que este año los investigadores han tomado la decisión de suministrar artificialmente agua a estas plantas. "Hemos regado la naturaleza", asegura con cierto estupor. Pese a la escasa precipitación, el aporte de los alisios sigue siendo una bomba de oxígeno para la flora, dado que la lluvia horizontal "recoge hasta cinco veces más agua que la lluvia". 

Los conservacionistas del Teide están intentando, de todas las formas posibles, preservar la naturaleza endémica. Entre los proyectos que han puesto en marcha está el traslado de ciertas plantas de la cara sur a la cara norte. "Gracias a esto hemos salvado poblaciones que estaban en 100 individuos y ahora llegan a los 2.000 o 3.000", explica, e insiste que la "política ha tenido un éxito total". De hecho, está convencido de que estas técnicas de conservación se van a seguir llevando a cabo en el Parque Natural, pues hoy en día es la única forma de conservar los endemismos. 

Los investigadores aseguran que, además de estas políticas de conservación y de intentar frenar el impacto del cambio climático, no se puede hacer mucho más que hacer que adaptarse a las nuevas condiciones. "El Teide se va a reestructurar, habrá especies que entrarán a las zonas bajas y otras que se irán mucho más arriba", explica. El problema, como incide, es que esto no ocurrirá en miles de años -como cabría esperar de un cambio tan profundo-, si no que lo hará en apenas 50. 

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