El espacio público, tan inabarcable como compartido, es el reflejo de cómo se relaciona una sociedad. La planificación de barriadas residenciales y edificios suntuosos, la amabilidad de la sombra de los árboles o la crudeza del pavimento, son detalles de cómo se va transformando un entorno para acoger o expulsar a sus habitantes. Así, el tránsito diario queda reflejada en la vía y, tras más de cuarenta años de democracia, aún quedan reductos de exaltación a la dictadura franquista. El Catálogo de símbolos, calles, monumentos, y menciones franquistas existentes en el ámbito territorial de Canarias da a conocer un análisis minucioso de los restos de ese pasado en aras de cumplir la Ley de Memoria Histórica.

El Boletín Oficial de Canarias (BOC) publicó el pasado 17 de noviembre la aprobación del catálogo de vestigios franquistas de Canarias que comienza con el análisis de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, donde hay 79 vestigios y, además, se recomienda la retirada del monumento al dictador. Los aspectos que fueron analizados son: la participación en la conspiración o sublevación del 18 de julio de 1936, si desempeñó cargos políticos e institucionales durante la Guerra Civil y periodo dictatorial, si fue miembro o partícipe de la represión ejercida durante la dictadura, si fue autor de símbolos o propaganda de los sublevados contra el orden constitucional y, por último, si fue beneficiario en términos económico-sociales del periodo fascista. Entre las primeras reacciones, el alcalde José Manuel Bermúdez anunció que recurrirá el texto.

La promulgación de la ley de Memoria Histórica en 2007, y la autonómica de 2018, ya han traído acciones legales, pero por cuestiones contrarias al responsable público. En una causa presentada contra más de 37 municipios en 2015 por desobedecer la ley y mantener los monumentos franquistas, entre ellos, Santa Cruz de Tenerife, María Isabel Navarro realizó por encargo del mismo Ayuntamiento, como especialista, un dictamen sobre el grado de cumplimiento de la norma y, en la actualidad, es la autora junto a Yolanda Peralta Sierra y Ricardo Guerra, del Catálogo integrado por más de dos mil páginas que elabora la Universidad de La Laguna por encargo del Gobierno autonómico. «Lo que establece la ley es la obligación de todas las administraciones de eliminar de su espacio público los vestigios que recuerden o exalten las acciones de represión y la concepción misma del franquismo como una dictadura a través de la cual el país ha sufrido de manera continuada atentados a los derechos más elementales propios de una sociedad democrática», recuerda la doctora.

«Este trabajo no es un juicio, sino la justificación de una serie de datos constatables para exponer las razones por las que las administraciones están obligadas a retirar retiren los honores conforme a la ley», advierte Maisa Navarro. «Las investigaciones que hacemos siempre se atienen a los documentos que podemos probar y, por ejemplo, las fuentes orales solo se incluirán si encontramos dicha documentación». Durante estos meses, han acudido a los archivos militares y civiles y, aunque en la mayor parte de los casos la digitalización y la agilidad del funcionariado ha facilitado el trabajo, también encuentran obstáculos como la escasez de recursos o el acceso a determinadas colecciones privadas. Por ejemplo, hay sospechas acerca de la utilización de presos políticos en la construcción de carreteras o de monumentos, pero queda encontrar la fuente histórica que pruebe estos hechos.

El viceconsejero de Cultura y Patrimonio Cultural, Juan Márquez, prevé que el resto de las capitales isleñas estén listas en la primavera del próximo año mientras que los municipios restantes se cumplimenten en el horizonte de 2023. «La ley de Memoria Histórica está para cumplirla como reparación moral de las víctimas franquistas. Esas mismas asociaciones y la comisión técnica señaló a Santa Cruz como una prioridad, así que es una oportunidad que ya cuenten con esta herramienta», añade. Navarro lamenta la reacción de su Consistorio: «Santa Cruz fue una de las urbes más modernas y abiertas del panorama español de su tiempo -como el caso de Barcelona- con un patrimonio que cuenta con 700 edificios racionalistas del período de la República y una vanguardia artística que es conocida internacionalmente, ¿por qué no recuperamos ese talante de la ciudad moderna que es la esencia de Santa Cruz, una ciudad abierta a su tiempo?», cuestiona.

Por el contrario, Las Palmas de Gran Canaria ya en el año 2017, con el concejal de Participación Ciudadana Sergio Millares al frente, acordó modificar el nombre de varias calles, como Jesús Ferrer Jimeno, Calvo Sotelo, Alférez Provisional, Sargento Provisional, Mario César o Juan Saraza Ortiz. Antes de ello, muchas han sido las acciones en Gran Canaria desde hace décadas, como que en 1979 la calle General Franco pasara a ser Primero de Mayo con el primer gobierno municipal de la democracia o que el año pasado la Villa de Ingenio retirara de las últimas placas acreditativas del Instituto Nacional de Vivienda. Sin embargo, aún quedan símbolos ostentosos como el escudo franquista de la puerta de la Base Naval, propiedad del Ministerio de Defensa, y muchos más a la espera del examen del Catálogo.

Resignificar a través del arte

La artista Yapci Ramos, quien ofreció en la exposición escultórica Monumenta. Nueve encarnaciones guanches una relectura de la representación histórica-espacial impuesta por lo hegemónico, establece que el arte es una herramienta con la que formular «nuevos discursos y posibilitar utopías». «Debemos sacar todas esas capas de patriarcado que han impregnado nuestra historia, ya sea desde el colonialismo como del franquismo, y creo que el arte es el mejor medio desde donde visibilizar todo aquello que ha sido relegado al olvido». ¿Por qué se frenan las manifestaciones o se vandaliza la placa en homenaje al colectivo LGTBI del Parque Santa Catalina hace apenas una semana?

«Al final, uno de los grandes problemas en la formulación de esos monumentos es que solo se representan a unos pocos: aquellos hombres que han tenido poder en nuestra historia. ¿Dónde queda la historia de las mujeres? Siendo la mitad de la población nunca se nos tuvo en cuenta. Curiosamente, el primer impulso feminista reside en salir a las calles: ocupar el espacio público a partir de las manifestaciones», argumenta la artista tinerfeña. La sombra se alarga en la Rambla de Santa Cruz al extenderse las alas del Monumento al Caudillo, del escultor Juan de Ávalos, o el Monumento a los Caídos, encargada por el militar golpista Francosco García-Escámez, mientras unos turistas se sacan fotos en su paseo por Santa Cruz.

El cineasta Miguel G. Morales, junto al artista Eugenio Merino, dejó caer al mar una placa conmemorativa en la bahía de Santa Cruz de Tenerife que representa dónde fue arrojado el poeta y socialista tinerfeño Domingo López Torres. Maruca Reyes, su pareja, nunca contó qué había pasado y solo mostró el manuscrito del difunto antes de morir a su hija para que diera al mundo su palabra. El miedo a hablar, impuesto por los poderes fácticos que perpetraron gracias a sus influencias y posesiones el silencio durante décadas, persiguió a quienes no querían ser vinculados con el bando republicano.

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Este gesto se une a otros del creador audiovisual, quien ha dedicado parte de su carrera a restablecer el dolor de las víctimas del fascismo. El mediometraje Los mares petrificados, la investigación Ángel caído, y el próximo corto Cayó cuando no tuvo más sangre y el largometraje Salvaje es el viento son algunos de los testimonios del sufrimiento. «En ciertas esferas artísticas todavía se defiende que eso es arte, lo cual es inconcebible en cualquier lugar del mundo. El arte debe de estar relacionado con una implicación política que trascienda y permee a la sociedad con lo que haga. La desmemorización organizada en España, y en Canarias, ha hecho mella en muchas generaciones que exaltan y blanquean le pasado, razón por la que pasa al imaginario popular esa falsa idea de conciliación».

«El artista tiene esa delicada encomienda de entrever estas preocupaciones, intuir estas acciones, entender qué hay detrás de todo lo que sucede en nuestra sociedad y mirar más allá. De esta forma, creo que se deben formular nuevas narrativas acordes a aquello que gritan las calles y eso es feminismo, igualdad, respeto y tolerancia, unos valores radicalmente contrarios a aquellos que promulgaba el franquismo», reflexiona Yapci Ramos ante los retos de la sociedad moderna. Hecho ante el que Miguel G. Morales solo ve una manifestación: la luz. Ante los testimonios de las familias vivientes, que le relatan y confiesan sus vidas, tiene un fin: «Esas historias han de conocerse, con el fin de que esas familias se sientan de alguna forma reparadas y ya cuenten en el relato que no estaban».