Entrevista

Saül Martínez-Horta, neuropsicólogo: "Un cerebro puede olvidarlo todo, menos las emociones"

Este especialista, que acaba de publicar 'Cerebros rotos', advierte de que la pérdida de memoria en personas mayores no siempre es atribuible a la edad y llama a explorar el conjunto de síntomas

El neuropsicólogo clínico del Hospital de Sant Pau, Saül Martínez-Horta, autor del libro ’Cerebros rotos’.

El neuropsicólogo clínico del Hospital de Sant Pau, Saül Martínez-Horta, autor del libro ’Cerebros rotos’. / JORDI COTRINA

Beatriz Pérez

Todo empezó en Twitter. Hace años, Saül Martínez-Horta (Barcelona, 1981), neuropsicólogo clínico en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona), comenzó a publicar en esta red social los casos clínicos que más le llamaban la atención. Una editorial, Kailas, le planteó la posibilidad de escribir un libro con ellos y ahora acaba de publicar 'Cerebros rotos', emulando 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero', el clásico escrito en 1985 por el célebre neurólogo británico Oliver Sacks. Martínez-Horta también es el director de la Unidad de Neuropsicología del Centro de Diagnóstico e Intervención Neurocognitiva (CDINC) de Barcelona.

¿Qué es un cerebro roto? 

Es una metáfora. Los cerebros no se rompen, sino que por distintas razones dejan de funcionar como deberían. La parte curiosa, cuando esto ocurre, es cómo se expresa la conducta o la cognición del ser humano.

¿Qué supone perder la memoria? 

Somos nuestros recuerdos. La realidad tiene sentido porque tenemos una memoria. Si yo contemplo el mundo sin saber atribuir significado a lo que observo, a mi persona, a mi entorno, a los objetos, eso no tiene sentido. Hay una memoria muy inmediata que le da vida a mi conciencia y otra más alejada en el tiempo que le da sentido a toda mi existencia. La memoria se puede estropear por entero o solo por parcelas. Y el modo en que se estropea puede transformar profundamente la realidad de una persona. Una de las primeras cosas que ves cuando se fragmenta la memoria es cómo el individuo pierde su esencia.

¿Hasta qué punto es normal perder la memoria? 

Se ha banalizado y normalizado el deterioro cognitivo como una consecuencia inequívoca del envejecimiento. Muchas personas asumen que, cuando envejecemos, es normal deteriorarse de una forma significativa. Y es evidente que, cuando nos hacemos mayores, estamos más lentos, más torpes, nuestra memoria no es la misma... Pero dentro de unos parámetros. Todo aquello que repercute en la vida de la persona y que llama la atención desde el punto de vista cognitivo -ya sea en la memoria, el lenguaje, el comportamiento- de su familia no es atribuible a la edad. Y merece la pena que un especialista lo explore, pero nunca normalizar este cambio, porque el envejecimiento no conlleva eso. El envejecimiento conlleva un mayor riesgo de que pasen cosas que puedan estropear un cerebro, pero no eso.

"Una de las primeras cosas que ves cuando se fragmenta la memoria es cómo el individuo pierde su esencia"

¿Y en gente joven? 

Cuando la memoria no funciona bien, es muy habitual que lo que haya detrás no sea una enfermedad del cerebro o una enfermedad degenerativa, sino estrés, fatiga, dormir mal, trastornos del estado de ánimo… Todo eso hace que la memoria disfuncione. Y es motivo de consulta en muchísima gente.

Describe en un capítulo la historia de un hombre que pierde la memoria, olvida cómo se llama su esposa pero sigue creyendo que esa desconocida que vive con él es la mujer de su vida, y le vuelve a pedir matrimonio. ¿Por qué los recuerdos vinculados a las experiencias emocionales son los que más perduran? 

Las emociones han jugado un factor clave en la supervivencia de nuestra especie. Es como si la emoción llevara implícito un código al que nuestro cerebro atribuyese un gran valor adaptativo. Desde una perspectiva más evolucionista, recordar algo íntimamente relacionado a una emoción intensa posiblemente signifique sobrevivir o, por el contrario, desaparecer del mundo. El cerebro prioriza esa información asociada a un gran contenido emocional. Y no solo la prioriza, sino que la forma en que la almacena sigue una ruta distinta, hasta el punto de que un cerebro puede olvidar prácticamente todo, pero sin embargo persisten recuerdos con un gran carácter emocional. Un ejemplo muy simple que todo el mundo utiliza: todos recordamos qué estábamos haciendo el 11-S, cuando el atentado de las Torres Gemelas, porque hubo un gran impacto emocional.

También explica que debajo de trastornos normalizados como la ansiedad o la depresión puede haber problemas cerebrales. ¿Cuándo es así? 

Yo creo que se ha hecho un trabajo muy importante a la hora normalizar la existencia de problemas de salud mental, pero eso no tiene que confundirse con el hecho de que a veces un trastorno depresivo o la ansiedad son la manifestación de un problema orgánico. ¿Cómo llego a darme cuenta? Yo no exploro la presencia o ausencia de un trastorno de la ansiedad y ya está, sino que contemplo esos síntomas mientras exploro muchas otras cosas. Por ejemplo, no es normal que una persona tenga un trastorno de ansiedad de inicio súbito, sin una causa aparente, persistente en el tiempo y que además tenga alucinaciones visuales. Ese conjunto de elementos me advierten de que este escenario podría ser más complejo.

"A veces una depresión o ansiedad son la manifestación de un problema orgánico, por eso hay que explorar todo el conjunto de síntomas"

¿Qué podría ser? 

Una forma inicial de una enfermedad con cuerpos de Lewy [un tipo de demencia], donde las manifestaciones de ansiedad son en ocasiones el primer síntoma o un síntoma acompañante de la enfermedad en muchísimas ocasiones.

Advierte de que el alzhéimer es una enfermedad que muchas veces se presenta de una manera desconcertante. ¿Cómo? 

Todas las enfermedades degenerativas son muy heterogéneas. Suelo decir que los casos de manual generalmente solo suceden en los manuales. Por eso es tan importante estudiar a los pacientes. La forma más frecuente de presentación de una enfermedad de alzhéimer es un cuadro amnésico progresivo, y lo que suele acompañar también tiene un aspecto muy concreto. Ahora bien, la envergadura varía mucho entre pacientes. Podemos encontrarnos pacientes que no tienen un cuadro amnésico, pero que poco a poco ya no son capaces de realizar operaciones mentales, no consiguen leer, se desorientan… Esto puede ser una forma de atrofia cortical posterior de una enfermedad de alzhéimer. Una persona cuyo carácter cambia, se vuelve desinhibida, ruda, violenta: esto puede ser una forma frontal de alzhéimer. Y esta heterogeneidad en el alzhéimer la podemos ver en otras enfermedades degenerativas frecuentes, como son el Lewy o las degeneraciones frontotemporales.

Usted insiste mucho en ir más allá en la búsqueda de lo que le ocurre al paciente, en no quedarse solo en el "es una depresión" o "ansiedad". 

Existen muchas corrientes filosóficas y teóricas de cómo conceptualizar los problemas de la mente humana. Eso está bien, pero en el fondo mi ideología no sirve porque lo que les está ocurriendo a las personas puede tener una causa completamente distinta. La depresión puede ser una manifestación de un problema de relación con el contexto, pero también puede ser muchas cosas más. Y, solo si contemplas que puedan ser muchas cosas más, explorarás si alguna de ellas es la que explica esa depresión. Si consideras que no existen más motivos porque tu posicionamiento no lo contempla, no lo vas a explorar. Eso, desde mi punto de vista, es un acto de negligencia. Y entonces te llevas muchas sorpresas: personas que llevan equis tiempo catalogadas con equis diagnóstico, tratadas de una determinada manera, que resulta que tenían un problema de índole distinta.

"Los pacientes con Huntington, una enfermedad neurodegenerativa, me han enseñado que pueden darle una utilidad a conocer que van a morir"

Ponga un ejemplo. 

El ejemplo muy claro y donde Catalunya ha jugado un papel central son las enfermedades autoinmunes. El profesor Josep Dalmau del Hospital Clínic, en Barcelona, ha sido uno de los grandes descubridores de muchas enfermedades autoinmunes que cursan con trastornos psiquiátricos, especialmente en mujeres. Enfermedades que antes condenaban a muchas mujeres a estar internadas en un psiquiátrico, pero en realidad lo que ellas tenían era un tumor en los ovarios, lo que desencadenaba una respuesta autoinmune que atacaba a un tipo de neurona que daba lugar a una forma de encefalitis que se llama encefalitis anti-NMDA, que tiene una clínica psiquiátrica. Y el problema no es no saberlo diagnosticar, sino que eso tiene tratamiento y se cura. Pero, si no lo contemplas, no lo vas a tratar y no lo vas a curar. 

También habla de la enfermedad de Huntington, la cual investiga. ¿Cómo llegó a ella? 

Yo tengo la gran suerte de trabajar en una unidad de trastornos del movimiento en el Hospital de Sant Pau, donde la enfermedad de Huntington era minoritaria. Yo la conocía de los libros. Es una enfermedad sin cura, genéticamente determinada, lo que te permite estudiarla en individuos sanos pero que tienen la mutación. Cuando los pacientes descubren que les va a suceder eso sufren un impacto muy brutal a nivel psicológico. Sin embargo, [conocer la mutación] ofrece la posibilidad de estudiar la neurodegeneración antes de que esta suceda. Desde el punto de vista clínico es una enfermedad extremadamente florida: cualquier síndrome neurológico que te imagines te lo puedes encontrar en algún paciente con Huntington. Es una enfermedad tan espectacular, que quise dedicarme a ello. Insistí en que creáramos una consulta multidisciplinar de Huntington, para ofrecer calidad a estas familias y creía que, si lo hacíamos, vendría mucha gente. Y así es: viene gente de otras comunidades, y estamos en los ensayos clínicos e intervenciones más pioneros. 

¿Qué se puede hacer por un paciente con una enfermedad sin cura? 

Todo. Una lección que he aprendido es que vivimos la vida obviando una realidad, que es que nos va a pasar algo muy duro en algún momento. Y no le prestamos atención. A todos nos va a tocar. Cuando no puedes evitar descubrir que va a pasar, si no lo limitas a un diagnostico fatal sino a una información trascendente para tu vida, se pueden hacer muchas cosas. La forma en que vives es muy distinta. Los pacientes con Huntington me han enseñado que pueden darle una utilidad a conocer que van a morir por esta enfermedad. La enfermedad no la padece un individuo aislado, sino también su entorno, que necesita entender por qué suceden las cosas, anticiparse, cuidarse. La medicina cura muy pocas enfermedades, trata muchas, pero cura muy pocas, y nosotros hacemos lo mismo.

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