Medio ambiente

El cierre del Monte de El Pardo: ¿"privilegio medieval" o garantía de conservación?

El espacio, un tesoro medioambiental de titularidad estatal, ocupa una cuarta parte del municipio de Madrid, pero permanece vetado al público | Los ecologistas apuestan por una apertura controlada y por cambiar el modelo de gestión

Una vista del Monte de El Pardo con la ciudad de Madrid al fondo.

Una vista del Monte de El Pardo con la ciudad de Madrid al fondo.

El autobús que conecta el centro de Madrid con el barrio de El Pardo tiene su última parada en el cementerio de Mingorrubio. Allí mismo, junto al panteón al que se trasladaron los restos de Franco desde el Valle de los Caídos, el interurbano 601 da media vuelta para hacer el trayecto inverso. No podría ir más lejos. Como cualquiera que se acerque hasta ese punto. Una barrera con una caseta de vigilancia y una tapia recuerdan a solo unos metros que el paso está prohibido. Lo que hay detrás es la parte cercada del Monte de El Pardo, un bosque mediterráneo cerrado al público que abarca 15.000 hectáreas, más de una cuarta parte de la superficie total del municipio de Madrid

Nadie, salvo unas pocas personas autorizadas, puede acceder a este extenso encinar, un tesoro natural y un secular cazadero de reyes que hoy sigue vinculado a la Corona. Solo una pequeña parte, unas mil hectáreas, las más cercanas a los núcleos del barrio, permanecen accesibles. El enclave, perimetrado por una cerca de casi 100 kilómetros, pertenece a Patrimonio Nacional, el organismo público que se encarga del mantenimiento de los bienes ligados históricamente a la monarquía.

La barrera que cierra el paso al Monte de El Pardo junto al cementerio de Mingorrubio-El Pardo.

La barrera que cierra el paso al Monte de El Pardo junto al cementerio de Mingorrubio-El Pardo. / Google

Para los ecologistas, el valor de este espacio natural es incalculable. Hace ya tres décadas, un informe de la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental equiparaba su relevancia como ejemplo de bosque mediterráneo con la de los parques nacionales de Monfragüe y Doñana. Para Jesús Martín, portavoz de Ecologistas en Acción, en cuya web se puede consultar el estudio, el Monte de El Pardo es una "joya de la corona" de la Comunidad de Madrid. Más aún si se tiene en cuenta que apenas 10 kilómetros lo separan del centro de la capital y su área metropolitana, donde viven más de seis millones de personas.

La web de Patrimonio Nacional lo describe como "uno de los bosques mediterráneos mejor conservados de Europa". La información que ofrece el organismo, cuando se solicita, es escueta. Según sus datos, el último censo de fauna, de 2022, registró 12.758 animales, "fundamentalmente gamos, ciervos y jabalíes". Se trata de números absolutos. En cuanto a especies, estas representan solo una parte de las que habitan el monte, en el que encuentran refugio algunas de especial valor ecológico, como la emblemática águila imperial.

Un histórico coto de caza

La relevancia histórica del lugar nació con el interés de los reyes, que lo utilizaron como coto de caza desde al menos el sigo XI. Las actividades cinegéticas siempre ocuparon un lugar fundamental en la vida de los monarcas. Tanto, que muchos atribuyen un gran peso al Monte de El Pardo en la decisión de conceder a Madrid la condición de capital, ya en 1561. Dos siglos más tarde, en 1750, Fernando VI ordenó levantar la tapia que aún sigue en pie en buena parte de la linde del monte.

Hoy, más de 300 años después, el aislamiento derivado de la posesión y el cercado explica en parte las singularidades ecológicas del monte. Pero esa misma condición encierra un reverso problemático, según explica Martín: el vallado impide las relaciones con el entorno, la conexión natural del bosque con el corredor en el que se integra geográficamente, que se extiende hacia el norte por el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares hasta el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. 

Por eso, Ecologistas en Acción defiende una apertura controlada del encinar. Y también un cambio radical en la gestión. La ONG considera que no puede correr a cuenta de Patrimonio Nacional, una entidad a la que reprochan su "opacidad", sino que debe asumirla "un organismo público medioambiental", aunque sea de forma "compartida". Martín lamenta sobre todo la "falta de información" respecto al estado de conservación del encinar. "La situación en la que se encuentra el Monte de El Pardo no puede continuar de la misma manera", denuncia.

La propuesta de Más País

Para alimentar el debate, Más País-Verdes Equo registró en el Congreso de los Diputados hace 15 días una proposición no de ley que pide impulsar la conversión del Monte de El Pardo en Parque Nacional y su apertura al público, aunque de forma limitada. La reclamación no es nueva, aunque sí ha vuelto a poner de actualidad la cuestión. La intención de la formación es acabar con lo que considera un "privilegio medieval" de la Corona. Íñigo Errejón, líder del partido y su portavoz en la Cámara Baja, defendió la idea de cambiar el estatus del monte para que quede "debidamente protegido" en un régimen "compatible con un acceso controlado, supeditado a la conservación del medio, del entorno y de la fauna" que permita "que lo pueda disfrutar todo el mundo".

A la iniciativa le quedaría aún un largo camino en caso de prosperar. La ley que regula Patrimonio Nacional, aprobada en 1982, deja claro que la gestión del monte corresponde a este organismo público, que deberá "velar por la protección del ambiente y por el cumplimiento de las exigencias ecológicas de los terrenos que gestione". 

Cuestionado por el régimen de gestión y cualquier posible cambio, Patrimonio Nacional se remite a esa norma y al Plan de Protección Medioambiental del Monte de El Pardo, un programa aprobado por el Consejo de Ministros en 1997 y en cuya actualización se trabaja actualmente. El texto, publicado en el BOE, detalla los objetivos y las normas del espacio. Y recuerda que, por ley, su función permanece ligada a la Corona. "El Monte de El Pardo, como bien integrante del Patrimonio Nacional estará afecto al servicio y uso del Rey y de los miembros de la Real Familia, para el ejercicio de la alta representación que la Constitución y las leyes le atribuye. Es éste, por tanto, su objetivo principal al que debe subordinarse cualquier uso o actividad que pretenda realizarse", especifica. No en vano, el Palacio de la Zarzuela, residencia privada de la familia real y sede de la Casa del Rey, se levanta dentro del perímetro del monte.

Evitar la "atracción turística"

Ecologistas en Acción celebra que la iniciativa de Más País ponga el foco sobre la situación del bosque, pero recela de la figura de Parque Nacional. La ONG defiende "una figura de protección efectiva" que evite que el bosque se convierta en una "atracción turística". "La cercanía al núcleo urbano de Madrid es una amenaza para un espacio natural de estas características", alerta Martín. La categoría medioambiental más adecuada para él sería la de la reserva natural integral, un modelo "enfocado a la preservación de los valores naturales y no tanto recreativos". Los ecologistas se fijan en la reserva de Muniellos, dentro del parque natural de las Fuentes del Narcea y del Ibias, en Asturias, una zona de 6.000 hectáreas donde solo se permite el acceso de 20 personas al día.

En el barrio de El Pardo reina la tranquilidad, salvo los fines de semana, cuando se llena de madrileños que se acercan a sus restaurantes o a desconectar en los espacios que sí se pueden recorrer a pie. En este núcleo, relativamente apartado del resto de la ciudad, viven menos de 3.500 personas, una comunidad pequeña e históricamente ligada a los cuarteles del Ejército que se distribuyen a lo largo de la zona urbanizada. Cerca de ellos se levanta el Palacio de El Pardo, residencia de Franco durante la dictadura. Hasta cierto punto, el conjunto parece congelado en el tiempo, como sucede de alguna manera al otro lado de la cerca. Ahora, el movimiento ecologista quiere remover ese aire estancado y abrir un debate en el que no parece fácil conjugar la necesidad de preservación del medio natural, el estatus actual del monte y el inevitable interés público por un espacio tan singular.