Clics canarios que combaten la exclusión social

Pedro Santana y Concepción Gómez son dos de los participantes en el proyecto RedLab Canarias para fomentar la inclusión digital y social de la población canaria

Parte de los alumnos de uno de los centros de RedLab Canarias, ubicado en el barrio capitalino de La Paterna.

Parte de los alumnos de uno de los centros de RedLab Canarias, ubicado en el barrio capitalino de La Paterna. / Juan Carlos Castro

Clics canarios que combaten la exclusión social. «Me está encantando porque me está abriendo un montón los ojos. Yo no sabía ni entrar en las redes sociales y ahora sí. Esto me ha abierto un mundo nuevo». Así se expresa Pedro Santana, de 62 años, albañil y oficial de primera, uno de los alumnos del nodo del proyecto piloto de RedLab Canarias que se ubica en la Autoescuela La Paterna, en el barrio del mismo nombre. Para él, las semanas de formación que están teniendo en este espacio le están sirviendo para reducir la brecha digital que sufría en sus propias carnes y que le frenaba a la hora de hacer cualquier trámite en la administración pública.

 «Muchos de nosotros por la pandemia estábamos bloqueados porque no sabíamos como entrar en páginas, como pedir cita previa para el médico o para arreglar algún papel. Lo que me interesa es seguir aprendiendo y sacar adelante lo que más pueda», explica con una sonrisa.

 Concepción Gómez, de 57 años, y vecina del barrio de La Paterna es otra de las 14 alumnas que acuden de lunes a jueves a la formación en habilidad digitales. «A mi me llamaron por teléfono para hacerme una entrevista, porque cobro el Ingreso Mínimo Vital (IMV), y me ofrecieron este curso. Al principio no quería porque no sabía donde era ni me veía capaz pero me llamó María Mateo, la profesora de esta clase, y me convenció. La verdad es que me está valiendo mucho la pena», apunta.

Empoderamiento

Tanto Pedro como Concepción detallan que gracias a la formación que están recibiendo las redes y las nuevas tecnologías ya no son las grandes desconocidas para ellos. Lo mismo les pasa a los otros doce alumnos que acuden a este nodo, de 58 con los que cuenta el proyecto, que han visto como se empoderan y le pierden el miedo a las redes. 

Todos tienen entre 45 y 65 años y perciben o el Ingreso Mínimo Vital o la Prestación Canaria de Inserción. Además, vienen de entornos vulnerables golpeados por la creciente brecha digital que está dejando de lado a una gran parte de la población canaria que no tiene los recursos, las habilidades ni la formación necesaria para poder atajar esa desigualdad.

«Todo se hace ahora de forma telemática y eso lleva a que muchos nos quedemos fuera. Ahora puedo hacer todo eso de forma directa sin necesitar a nadie. El saber no ocupa lugar y más con nuestra edad que tenemos casi las neuronas muertas y estos cursos nos ayudan a mantenernos activos, aunque es más difícil para nosotros, tenemos que seguir insistiendo en el día a día», subraya Santana.

El proyecto ahonda en la desigualdad en el derecho de acceso a la tecnología, reconociendo una mayor incidencia en personas consideradas vulnerables por cuestión de edad, situación socioeconómica y nivel educativo. 

Aborda estas variables en la medida en que afectan a sus posibilidades de empleo mediante itinerarios formativos y prácticas no laborales adaptados a las características socioeducativas y a las capacidades digitales de las personas participantes.

«Todo se hace ahora de forma telemática y eso lleva a que muchos nos quedemos fuera», dice Pedro Santana

«Esto nos da una mayor posibilidad para entrar en el mercado laboral. Yo algo sabía de las redes sociales pero hasta ciertos límites. Ahora puedo arreglar papeleo con la administración, pedir cita previa, informes y hacer varias cosas que antes tenía que hacer pidiendo favores a la gente. Ahora sí me puedo defender, he ganado en independencia», explica Gómez.

De hecho, durante el desarrollo de estas semanas de formación ya más de uno de los participantes ha conseguido trabajo tras preparar su currículo y colgarlo en las redes sociales. Un ejemplo claro de que se están consiguiendo las metas marcadas por el proyecto.

Y es que, uno de los objetivos principales del proyecto RedLab Canarias es que se modifiquen las conductas, hábitos y prejuicios contrarios a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), aumenten la empleabilidad de las personas y su inclusión digital mediante el acceso a derechos en una sociedad crecientemente digitalizada y en colectivos con nulo o escaso acceso a equipos y conexiones. 

Más formaciones

«Me gustaría pedir más cursos de este tipo para las personas mayores como yo porque la verdad es que estamos muy flojitos en este campo. A mí me está yendo muy bien, hay compañerismo, las clases son amenas y está siendo una experiencia única por eso creo que deberían hacerse más formaciones para darnos más oportunidades», subraya Gómez.

Pedro también reclama más formación en habilidades tecnológicas como eje fundamental para ir estrechando la brecha digital existente entre la población de 45 a 65 años en Canarias. «No quiero que se termine el curso. Espero que sigan y le den la oportunidad a más gente, es muy necesario. Les aconsejo que pongan mucho interés porque la tecnología es la base principal de todo ahora mismo. Con un móvil ya abres el coche, si no sabemos manejar la tecnología nos quedamos fuera por eso nos tenemos que adaptar a lo que viene», dice.

«Esto nos da una mayor posibilidad para entrar en el mercado laboral», explica Concepción Gómez

María Mateo es la docente de este nodo donde se desarrolla esta acción formativa inmersiva. Está encantada con la respuesta de los catorce participantes y destaca el entusiasmo y las ganas de aprender con las que afrontan la formación. «La importancia está en que les damos los conocimientos necesarios digitales para su día a día. La mayoría me ha dicho que las gestiones que tenían que hacer, ya fuese con la administración pública o de otros asuntos, las tenían que hacer sus hijos, nietos o algún amigo. Al final sienten una serie de indefensión porque todo se lo hacen los demás y desconocen sus propios datos», explica María Mateo.

Y es esa independencia lo que redunda en que paralelamente ganan más confianza en sí mismos, se les quite el miedo a las nuevas tecnologías y empiecen a estrechar su brecha digital personal. «La autoestima en ellos ha aumentado porque aprenden a hacer las cosas por si mismos, incluso te lo trasmiten. Creo que en esta franja de edad en la que les cuesta mucho encontrar un empleo es de lo más positivo», añade.

Los primeros días les costaba un poco más asimilar los conceptos y la información pero tras varias semanas ya van ganando en confianza. «Los mayores necesitamos de oportunidades como esta y no que nos tomen por idiotas», afirma Gómez.

Suscríbete para seguir leyendo