Investigación

Golpe a la mafia de los cazafacturas

La Guardia Civil desmantela una banda de asaltantes de correos electrónicos de empresas

El dominicano DJ Buchu, supuesto líder de la red de asaltantes de correos electrónicos desmontada por la Guardia Civil.

El dominicano DJ Buchu, supuesto líder de la red de asaltantes de correos electrónicos desmontada por la Guardia Civil. / EPC

Juan José Fernández

Algunos estaban tiesos, buscando un milagro que los sacara de la ruina; otros vieron la forma de vivir sin trabajar; todos tenían que ser de confianza, no fueran a pirarse con el botín. Esos rasgos reunían los peones, o mulas, de una de las principales redes criminales de asalto desde España a correos electrónicos y facturas de empresas. La ha desmantelado la Guardia Civil tras una silenciosa pesquisa de un año que comenzó en la Unidad de Investigación del instituto armado en San Juan (Alicante) y ha culminado con 27 detenciones en diez localidades de siete provincias.

Ha habido cinco días de tensión en una docena de barrios de la periferia de Madrid. La 'operación Balrog' es uno de los mayores golpes a los entramados de asalto informático tipo man in the middle. La red se coló en el correo electrónico de un centenar de empresas españolas y extranjeras para vigilar su facturación y sus pagos. Llegado el momento de que una empresa abonara un servicio o una mercancía, la trama se quedaba el pago falseando órdenes por email, interponiendo en la trayectoria del dinero cuentas corrientes de empresas ficticias, muchas sin oficio, pero con beneficio: hasta el momento, la Guardia Civil sigue el escamoteo de cinco millones de euros.

El dinero era sucesivamente desviado de cuenta en cuenta, fraccionado de empresa fantasma en empresa fantasma, hasta acabar pulverizado por mulas que hacían pequeñas extracciones en cajeros con las 65 tarjetas visa que distribuyó la organización. Ese, el de las mulas de cajero, es el escalón bajo de la trama. En el superior, hackers nigerianos hacían la ingeniería informática... volviendo a poner en evidencia la fragilidad de la ciberseguridad de las empresas.

También ocupan un nivel superior los cobradores pantalla. Entre los investigados está Gregorio Muñoz Ruzafa, representante de futbolistas, exjugador de fútbol y expresidente del Granada CF. La Guardia Civil lo abordó en Lorca, la ciudad murciana en cuyo club militó de joven. La investigación le atribuye un presunto puesto central en la red. A nombre de ‘Gori’ Ruzafa figuran dos firmas ligadas a la trama.

En su escalón operaba otra de las ejecutivas principales. Se llama Azahara T. En unos meses pasó de camarera de club de alterne a empresaria de tres sociedades. Todas en Valencia; todas falsas.

El palacio de neón

A fuerza de encender luces de colores, el Sexy Hotel Luxor de la localidad madrileña de Valdemoro era hasta no hace mucho el edificio más visible entre las naves industriales, tiendas de muebles y restaurantes de menú que orillan la A4 por el Polígono de La Postura.

Madrid queda a 28 kilómetros. Ahora el Luxor es un edificio vacío, oscuro y callado, pero hasta no hace mucho adoptaba por las noches una apariencia a medio camino entre nave espacial y bar de Las Vegas. Desde sus ventanas de cristal azul reflectante podían las prostitutas y sus explotadores ver una vecina residencia de ancianos y, enfrente, la academia de la Guardia Civil.

Del Luxor salió Azahara dejando la barra para convertirse en la administradora de tres empresas en Valencia: Azahara Bussines, Bucle Servicios y Mediterránea Sistemas Constructivos. Ella es pareja de otro miembro de la red, José Pablo E. Cuando la Guardia Civil llegó hasta él ya tenía antecedentes por estafa. Lo habían detenido un año antes. Por eso ascendió Azahara. Él no podía mover su nombre, recién mordido por la Policía Nacional.

Del club de alterne 'Sexy Hotel Luxor', hoy cerrado en la carretera de Andalucía, salió parte de la leva de colaboradores de la red de caza facturas.

Del club de alterne 'Sexy Hotel Luxor', hoy cerrado en la carretera de Andalucía, salió parte de la leva de colaboradores de la red de caza facturas. / José Luis Roca

Pero el mago de la transformación de una cenicienta de vía de servicio de Madrid en administradora de empresas en Valencia es un dominicano. Las pesquisas lo sitúan en la cúspide de la organización. Se llama Virgilio Mieses, pero en los discobares de reguetón de la periferia de Madrid se hizo popular como DJ Buchu.

En la Nochevieja pasada daba una de sus sesiones en el Vip Room de Getafe. Supuestamente Dj Buchu no solo animaba fiestas. La Guardia Civil le tiene como el catalizador de informáticos, estafadores y mulas, algunas de ellas reclutadas en noches de tecnocumbia en el Karma, el bar latino que DJ Buchu regentó en Fuenlabrada.

Una historia de barrio

En otro tiempo, los bandoleros acechaban en Sierra Morena o de Las Guillerías catalanas el paso de diligencias con caudales. Ahora se acecha el email, y el botín se pierde en Pinto, Valdemoro, Fuenlabrada, Parla… localidades del alfoz de Madrid donde más mulas han sido detenidas. También Seseña, donde el DJ tiene casa, la ciudad dormitorio que mira a la capital desde la raya de Toledo.

Pero todo empieza más al sur. La Guardia Civil de San Juan de Alicante ha dirigido esta operación, que ha implicado a 120 agentes de siete comandancias. Instruye el Juzgado 9 de Alicante porque fue en Alicante donde se vieron las primeras huellas de los cazafacturas. En diciembre de 2021, a la clínica Vissum de Alicante le habían escamoteado 85.000 euros de un pago que tenía que hacerle una óptica holandesa, Akkolens.

Aquella era una de las sisas de dinero que afectan también a firmas portuguesas, brasileñas, escocesas, chipriotas, turcas, italianas, alemanas, norteamericanas, rumanas, suizas, francesas… Para que no cerrar el grifo, la red daba golpes pequeños. Como mucho 294.000 euros a la lusa Newnote Solutions, o medio millón que le pillaron a Lixbail Credit Agricole de Francia.

Las mulas se buscaban no solo en bares de jubilados, también en discobares. Uno de los locales de la periferia de Madrid donde animaba fiestas el presunto líder dominicano de la trama.

Las mulas se buscaban no solo en bares de jubilados, también en discobares. Uno de los locales de la periferia de Madrid donde animaba fiestas el presunto líder dominicano de la trama. / José Luis Roca

Moviendo el dinero no están solo futbolistas en un mala racha o camareras usadas como pantalla. No faltan aspirantes en los galpones de los polígonos industriales ni en las casas de apuestas deportivas. En esquinas de bar ocupadas por jubilados (dos detenidos tienen 74 y 73 años) y en las discos en que desconectan los sábados los obreros inmigrantes (ocho detenidos son dominicanos) hay gente suficientemente empobrecida como para pararse a escuchar la tentació: a lo mejor 500 euros por campaña de extracción con una visa que pone la organización.

Pitufos en el cajero

De los 27 detenidos de la red, la mayoría son peones de la conversión en metálico del botín. Para monetizar este hurto electrónico hace falta un pitufeo en los cajeros, extracciones que no llamen la atención, o empresas con problemas que pongan sus cuentas corrientes a disposición de la red.

Cuando la pillaron, Nancy M., una de las mulas capturadas, tenía cita a las diez de la mañana en una esquina de Parla con un nigeriano que iba a cogerle los billetes sacados con la tarjeta. Lo esperaron; hoy forma parte de la lista de detenidos.

La sombra de otro está detrás de la recluta del más viejo de los peones, un jubilado al que el hacker tenía que ayudar para manejar una app del Banco Santander.

Otro, A. Irobun, es experto en software con un importante currículo. Esta es una historia de extrarradio, pero también lo es de sofisticada ingeniería informática con hilos en Londres y Lagos, típico del bandolerismo electrónico. Los investigadores aún averiguan cómo se metía esta red en los correos de las empresas, a qué mercado clandestino de direcciones email acudieron para seleccionar sus objetivos.

Cuando conseguía entrar en su email, la red se quedaba a mirar en silencio durante meses. Cuando se iba a producir un pago, escribían a la empresa contratante simulando ser la contratada, y daban el número de una de las 138 cuentas que manejaban.

Gasolinera Leclerc en Valdemoro (Madrid). En este punto blanqueaban las mulas de la red de cazafacturas parte del botín, repostando al volver de sus viajes a Valencia.

Gasolinera Leclerc en Valdemoro (Madrid). En este punto blanqueaban las mulas de la red de cazafacturas parte del botín, repostando al volver de sus viajes a Valencia. / José Luis Roca

Cada pago acababa diseminado por una capilaridad de cajeros automáticos de Fuenlabrada, Parla y Valencia. En sus seguimientos a mulas, la Guardia Civil ha podido comprobar que parte de las extracciones de efectivo hechas por la valenciana calle de Jesús se gastaba repostando en la gasolinera Leclerc de Valdemoro. Ahí acababan viaje las mulas cuando volvían de Levante.

La tormenta

La caída de una red de este tipo, con cómplices repartidos por medio país, se desata como las tormentas: al principio se ven extraños efectos en el aire, y después llega el aguacero.

El 22 de febrero pasado, en la localidad albaceteña de Hellín los dueños de un concesionario de coches de segunda mano andaban quejándose a sus amigos de que sus tarjetas visa se habían bloqueado de repente. Comprendieron el porqué cuando, horas después, los guardias les leían sus derechos.

Supuestos colaboradores necesarios de los robos de pagos, habrían dejado que los cazafacturas usaran las cuentas de su concesionario km. 0 para recibir el dinero desviado por una comisión.

El 10% es más o menos el beneficio que las pesquisas atribuyen al carnicero de Lorca Francisco S., implicado también por, supuestamente, ceder su empresa para lo mismo.

Quizá él era consciente del lío en el que se metía. No lo era tanto, al parecer, L. T., enfermera de un hospital del sur de Madrid. Su primo la había dado de alta como autónoma en Aranjuez, y se usaba su nombre para los robos. Como el resto de los de la trama, tiene estos días el pasaporte retenido y le han prohibido salir del país.

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