Adiós a un periodista ilustrado y un apasionado melómano

Amanecer sin Guillermo

Nunca ejerció de profesor y sin embargo lo fue siempre. Y más que profesor, maestro en muchas cosas, sobre todo en el tema de la música

Guillermo García-Alcalde.

Guillermo García-Alcalde. / LP/DLP

Maximiano Trapero

Guillermo García-Alcalde murió la tarde del lunes, 15 de mayo, y escribo estas líneas en el amanecer del día 16, con el alma llena de luto. Hay dos maneras de sentir y de expresar el luto: la externa, vistiendo de negro, y la interna, dejando que el alma naufrague en el dolor de una ausencia irreparable. Y una tercera que las conjuga: de negro está vestido hoy mi corazón, umbrío de pena, casi bruno.

Quienes reconozcan estas dos últimas expresiones como traídas aquí desde un verso de Miguel Hernández, podrán admitirme también que exprese la forma en que recibí el lunes la noticia de su muerte con otro de sus versos: como un manotazo duro, como un golpe helado, aumentado, si cabe, por la sorpresa de la noticia. Sí, en verdadero estado de luto escribo estas palabras. Nada sabía de su delicado estado de salud en los últimos días. Sí conocía el deterioro físico que le vino tan de repente en fechas anteriores al comienzo de la pandemia, pues compartí con él varios actos en ese su estado, y todos fuimos conscientes de ello al verlo en los conciertos del último Festival de Música, pero su cabeza seguía estando tan lúcida como siempre lo estuvo. Y esa muerte tan inesperada de una persona como Guillermo, tan relevante, tan conocido de todos, tan amigo mío, nos ha dejado con el alma en duelo.

Quienes fueron sus compañeros en las tareas periodísticas podrán decir de él los mayores elogios, la importancia principalísima, sin parangón posible, que ha tenido en Canarias tanto como escritor como directivo de prensa. Quienes atiendan al mundo de la cultura, reconocerán el protagonismo sin igual que Guillermo ejerció en todos los aspectos relevantes de la música, del arte, de la literatura. Quienes juzguen su presencia en la sociedad canaria dirán de la persona Guillermo García-Alcalde que no hubo otro como él. Y quienes fuimos sus amigos lloraremos su pérdida como uno de esos males con los que tendremos que cargar mientras vivamos. Yo soy amigo de Guillermo, lo confieso con orgullo. Nos unió siempre la amistad mutua de otro hombre irremplazable, Lothar Siemens, y la muerte de éste nos hizo confidentes de muchas cosas íntimas.

Compartimos acontecimientos gozosos de nuestras vidas familiares, el final de las carreras universitarias de su hija Amalia y de mi hija Marián, sus propias bodas, la alegría de los nietos, la querencia de eso que se llama relación familiar. La última vez que nos vimos y nos abrazamos fue apenas hace un mes, con motivo de la presentación del libro Hespérida IV del poeta Justo Jorge Padrón, otro de los hombres que nos propició lazos de amistad profunda. El texto que Guillermo leyó en esa presentación (publicado en LA PROVINCIA el 18.3.23), quizá uno de los últimos largos que escribiera, muestra bien la profundidad de sus reflexiones, la altura de sus conocimientos, la maestría de su expresión. Nunca ejerció Guillermo de profesor y sin embargo lo fue siempre. Y más que profesor, maestro.

Yo me siento alumno de él en muchas cosas, desde luego en el tema de la música; nadie como él en sus críticas periodísticas ha enseñado tanto sobre el arte musical. ¿Y quién si no Guillermo nos ha introducido a los neófitos en el mundo críptico y grandioso de Wagner? La noticia de su muerte tiñe de negro el amanecer de esta jornada de martes para Canarias. Y nos deja a todos el vacío de una ausencia sin remedio. Pero lo digo sin hipérbole: ¡Qué suerte ha tenido Canarias con tener a un hombre como Guillermo García-Alcalde! Que el reconocimiento unánime que todos sentimos hacia él te consuele un tanto, Mary, su mujer, y a ti, Amalia, su hija, y a ti, Carmen, su querida nieta, que penas comunicadas, si no se quitan, se alivian. No podrá haber otro amanecer en que no ensalcemos tu memoria, Guillermo.