Adiós a un periodista ilustrado y un apasionado melómano

La figura de Guillermo García-Alcalde y su legado para no olvidar

García-Alcalde impulsó desde la dirección del periódico un predicamento crítico e independiente frente a los anclados en el inmovilismo del pasado

Francisco de la Iglesia, Amado Moreno, Amado El Mir, Guillermo García-Alcalde y Diego Talavera.

Francisco de la Iglesia, Amado Moreno, Amado El Mir, Guillermo García-Alcalde y Diego Talavera.

Amado Moreno

Amado Moreno

Con el adiós de Guillermo García-Alcalde nos desaparece uno de los pilares básicos del periodismo en Canarias en muchas décadas. Quizás la figura del oficio más influyente en las Islas desde los años 70 hasta los inicios del siglo XXI. Otro periodista destacado, Juan Cruz, lo ha descrito como «estadista del periodismo». Comparto la certeza de su definición. No puede ser más justa, ni más precisa.

La privilegiada relación personal y profesional con él durante 40 años como compañero y amigo en Editorial Prensa Canaria me permite concluir que, sin demérito de otros colegas inteligentes y creativos, la visión y profunda capacidad de análisis informativos de la actualidad para transmitirla a los lectores por parte de Guillermo, era única, excepcional, enfocado siempre a los cambios exigibles de un nuevo y mejor futuro. Y así se comportó ya desde los estertores y final de la dictadura.

Su valiente apuesta entonces como líder del periódico LA PROVINCIA, con otros dueños anteriores, le pasaría una factura y «exilio» temporal interno, por la presión de elementos políticos conservadores que le culparon del batacazo de su partido en las urnas en 1977. En realidad Guillermo no había hecho otra cosa que adelantarse a los vientos de libertad que empezaban a soplar con fuerza, impulsando desde la dirección del rotativo un predicamento crítico e independiente frente a los anclados en el inmovilismo del pasado. Su andadura profesional discurrió sin vacilación en años sucesivos por el mismo sendero de miras hacia adelante para avanzar y nunca retroceder. Tampoco le intimidaron las innovaciones tecnológicas cuando tuvo que arrinconar la vieja y romántica máquina de escribir.

Constituyó un ejemplo permanente de vocación y amor por el oficio, dominando particularmente los resortes de la información política y la cultural. Su debilidad era manifiesta por esta segunda. Sus ideas y propuestas no fueron ajenas al exitoso nacimiento y consolidación después del Festival Internacional de Música, independientemente de las controversias en los últimos años.

En el capítulo puramente personal, imposible desligar del periodismo, confieso hoy un nivel alto de orfandad con su desaparición, no por previsible menos dolorosa. Conservo en la memoria las demostraciones de amistad, confianza, afecto y respeto mutuo durante tantos años, abarcando a nuestras familias respectivas, sentimiento reforzado por mi lazo conyugal asturiano, común con el suyo de origen.

Coincidimos por última vez el día 24 del pasado mes de febrero. Con motivo del espectáculo Luz de Tinieblas en la sala de Cámara del Auditorio Alfredo Kraus. El recital fue protagonizado por Laura Vega, compositora y amiga de Guillermo, que también subió al escenario para leer unos folios y ensalzar el virtuosismo de la artista canaria. Si no recuerdo mal, sería el último acto público con intervención suya. Aquel día nos cruzamos fugazmente a la salida del Auditorio y nos saludamos con un fuerte abrazo, en presencia de mi nieta de nueve años, Carmen, a la que presenté por haber iniciado estudios de piano, instrumento musical predilecto de Guillermo. Nos despedimos con la cordialidad habitual, animados por Mari, su querida esposa, haciendo votos todos por un pronto reencuentro para un almuerzo, que no pudo concretarse. Lo impidió su frágil salud.

Desfilan ahora por nuestra memoria recuerdos de otras citas familiares, o con amigos y compañeros, que Guillermo alentaba para fomentar la camaradería y la cercanía. De lealtad inquebrantable en la amistad, a la vez que absolutamente intolerante con la deslealtad. En igual medida, pero en el ámbito de la política, era implacable con los que propugnaban el insularismo en perjuicio de un proyecto regional equilibrado.

Como periodista cultivó igualmente con maestría el obituario, uno de los apartados más leídos de la prensa. Significativa fue su premonición en uno de los textos, no hace mucho tiempo. Insinuaba entre líneas la disponibilidad a encontrarse con el amigo fallecido en las llanuras del Edén, en no lejana fecha.

Las pinceladas de sus obituarios eran de obligada lectura. Por su cuidado estilo literario y por el aporte documental sobre el fallecido, personaje con un papel destacado en la sociedad de las Islas.

Inmersas en la era de la digitalización, las nuevas generaciones del periodismo ya alumbran otros grandes valores. Cierto. No obstante, los cambios irreversibles que experimenta el modelo de comunicación y la realidad actual, harían bien en no olvidar o ignorar el valioso legado y ejemplo que han representado Guillermo García-Alcalde y otros profesionales que colocaron el periodismo en una cima histórica.