El IAC descubre agua en un planeta ultracaliente a 400 años luz de la Tierra

El telescopio espacial James Webb permite observar a este gigante gaseoso como nunca antes | Esta sustancia se encuentra en forma de átomos e iones en su atmósfera

Una representación artística de la superficie planetaria de WASP 18b.

Una representación artística de la superficie planetaria de WASP 18b. / KEITH MILLER (CALTECH/IPAC)

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) ha descubierto presencia de vapor de agua en un gigante gaseoso ultracaliente –del tamaño de Júpiter y a una temperatura que asciende 2.700 grados kelvin–, gracias al telescopio espacial James Webb. WASP-18b, que se encuentra a 400 años luz de la Tierra, ha sido el primero de los grandes planetas gaseosos en lograr una fotografía tan completa de su composición atmosférica. 

«Detectar agua en un planeta no es novedad», explica el investigador del IAC Enric Pallé y coautor de este artículo publicado en la revista Nature. Sin embargo, como insiste, es la primera vez que se obtiene datos tan completos de un planeta con estas características. 

Este hito en la ciencia se ha logrado a través de una técnica que sería imposible replicar en Tierra y que los astrónomos conocen como «ocultación» o «eclipse secundario». Desde Tierra, la fórmula más común para estudiar las atmósferas de los planetas es esperar a que este pase por delante de su estrella, lo que se conoce como tránsito. «Se calcula así la diferencia de brillo de su estrella», explica.

En este caso, el planeta se observó desde el otro lado, es decir, una vez pasaba por detrás de su estrella. «Se produce entonces una caída de la luz que si bien no es muy grande, nos permite medir la temperatura y la composición atmósfera del planeta con gran precisión», insiste Pallé. Un detalle que se ha logrado gracias al amplio espectro de longitudes de onda que puede medir el James Webb. 

Estos datos ponen de relieve el potencial científico de esta tecnología de observación espacial

«Con ese espectro de colores pudimos determinar que existe agua en su atmósfera», relata Pallé, si bien no se encuentra en un estado líquido ni siquiera gaseoso como tal. «Se encuentra en forma de átomos e iones, porque las moléculas de agua se rompen con el calor de su atmósfera», resalta. Y es que este planeta ultracaliente tiene dos caras. Una que se encuentra mirando de forma constante a su estrella y otra que está siempre en la penunbra. «La que vemos, por la fuerza gravitatoria, es siempre la iluminada», resalta Pallé, que considera que en las zonas frías podría haber vapor de agua molecular. 

Y es que, aunque algunos planetas redistribuyen su calor por toda su atmósfera gracias a sus vientos, los primeros indicios muestran que WASP-18b no cuenta con este mecanismo. Los investigadores lo saben porque han observado ya en varias ocasiones el halo que forma la luz del planeta a su alrededor. «Este anillo de la atmósfera se llama terminador y es lo que separa la zona de la noche de la del día», explica Pallé. «Cuando compruebas la diferencia entre la cara luminosa del planeta y esta región, ves que hay una diferencia de hasta 1.000 grados Kelvin», relata. Eso significa que no existe una transmisión de calor de un lado a otro y que, posiblemente, su cara «oculta» esté más fría que el resto. 

El Júpiter gaseoso cuenta con una cara «oculta» en la que la temperatura es mucho menor

Estos nuevos datos sobre la composición atmosférica de este Júpiter ultracaliente ponen de relieve el potencial científico de la tecnología de observación espacial. El Jamess Webb se lanzó el año pasado y en su órbita entre la Luna y La Tierra ha revolucionado el conocimiento científico del espacio. «Nos va a ayudar mucho a conocer planetas tipo Júpiter –10 veces más grandes que la Tierra– o Neptuno –5 veces más grandes–», sentencia Pallé quien, sin embargo, ya ve limitaciones a la hora de estudiar planetas más pequeños y similares a la Tierra.

«Con este laboratorio espacial no encontraremos agua ni indicios de vida en ellos», relata. Para esa tarea estarán los telescopios gigantes que se quieren instalar en Tierra de cara a 2030, como el Telescopio Extremadamente Largo (ELT, por sus siglas en inglés), el Telescopio de Treinta Metros (TMT) o el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT, por sus siglas en ingles). Con estos se podrá desentrañar la composición atmosférica de los 40 planetas potencialmente habitables que se han encontrado en la última década en todo el universo. 

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