Medio ambiente

El retardismo climático: la condena del planeta

La mayoría de los países aplaza las acciones climáticas decisivas a después de 2030, lo que hace imposible alcanzar las emisiones cero en 2050

Nubes de tormenta sobre el mar.

Nubes de tormenta sobre el mar.

Michele Catanzaro

Las candidaturas que triunfaron en las últimas elecciones agitan la insignia del “retardismo” climático: la tendencia a aplazar en el tiempo las acciones necesarias para contener el calentamiento global. Por ejemplo práctico: el ganador en Barcelona apuesta por ampliar el aeropuerto. Estaría listo para la década de 2030, la misma en la cual habrá que reducir emisiones a toda máquina. ¿Cómo casa esa reducción con un aumento los vuelos? No hay una respuesta clara. 

Ahora, un estudio publicado en 'Nature Climate Change' por un equipo internacional ha puesto números al retraso en la reducción de emisiones. El trabajo concluye que la mayoría de los países está aplazando las acciones cruciales a después de 2030. Los compromisos actuales no son suficientes para evitar los peores efectos del cambio climático. Los futuros siguen en la indefinición.

Cumbre de Glasgow

En la cumbre del clima de Glasgow de 2021 (COP26), 120 países actualizaron sus compromisos climáticos de corto plazo, los llamados NDC, que vencen en 2030). A la vez, los principales países contaminadores presentaron sus promesas a largo plazo: reducir a cero las emisiones netas entre 2050 o 2070, según el país.  

Los autores agregaron todos los compromisos de corto plazo y aplicaron modelos de emisiones y temperaturas. Con cumplir solo los NDC, la Tierra aumentaría su temperatura en el medio plazo de entre 2,1 y 2,4 grados respecto al nivel preindustrial. O sea, pasaría del umbral de 2 grados fijado en el Acuerdo de París de 2015 como aquel por encima del cual se desencadenarían los peores efectos del cambio climático.

Con cumplir solo los compromisos a corto plazo, la Tierra se calentaría en entre 2,1 y 2,4 grados

Los países lo están apostando todo a una jugada muy arriesgada, que ocurriría después de 2030: reducir las emisiones a cero dentro de 2050-2070. Si eso se cumpliera, se mantendría el incremento de temperatura debajo de los dos grados, alrededor de 1,7-1,8 grados. Sin embargo, los planes para conseguirlo siguen en la indefinición. Y sobre todo suponen tremendos cambios sociales, económicos y tecnológicos. En otras palabras, “la mayoría del esfuerzo está prevista para después de 2030”, afirma Dirk-Jan van de Ven, coatuor del trabajo e investigador del Basque Center for Climate Research (BC3), en Leioa. 

Pero ese calentamiento estaría en todo caso encima del umbral relativamente seguro de 1,5 grados y sería suficiente como para activar fenómenos como el colapso de la capa de hielo de Groenlandia y la Antártida occidental y la mortandad de amplias secciones de los arrecifes de coral.

¿Ambición o cumplimiento?

“Antes de la COP26 el foco fue en que los países presentaran objetivos suficientemente ambiciosos. Ahora, el foco debería estar en que los cumplan. La brecha principal está en el cumplimiento”, afirma van de Ven.

“Sin embargo, los planes para 2030 no son coherentes con una trayectoria que nos lleve al cero neto de emisiones en 2050”, replica Bill Hare, director del centro de investigación privado Climate Analytics, que monitoriza el cumplimiento de los planes climáticos. “Aún hay que presionar para incrementar la ambición en el corto plazo, sino será imposible alcanzar los objetivos de largo plazo”, afirma. 

Van de Ven opina que es mejor ser realistas y cumplir al menos con los compromisos actuales

Van de Ven opina que es mejor ser realistas y cumplir al menos con los compromisos actuales, con la esperanza de que después de 2030 haya más voluntad y medios.

“Soy más optimista sobre el cumplimiento de los NDC, porque cada vez más países los están traduciendo en políticas. Al contrario, los compromisos de emisiones cero son muy débiles: le faltan planes claros y leyes nacionales para aplicarlos”, afirma Michel den Elzen, investigador de la Agencia de Evaluación Ambiental de los Países Bajos y autor principal del Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa Ambiental de Naciones Unidas (UNEP), no implicado en el último trabajo. Por ejemplo, el ritmo de incremento de emisiones de China es incoherente con alcanzar la neutralidad en 2050.

El camino a las cero emisiones

La novedad del último trabajo es que analiza las rutas alternativas para cumplir con los compromisos climáticos y su factibilidad. Para ello, emplea cuatro distintos modelos de evaluación integrada, unas herramientas que simulan cómo puede evolucionar una sociedad para alcanzar sus objetivos de emisiones. 

“Mostramos lo difícil que es”, afirma van de Ven. Algunos modelos apuntan al despliegue de renovables como el punto esencial. Otros a los impuestos sobre el carbono. Otros a la mejora del almacenamiento de carbono en la tierra. Otros al cambio en el comportamiento de los consumidores.  

El despliegue de las renovables requiere un ritmo comparable al del despliegue de la energía nuclear en Francia en los 70

Todos los modelos plantean retos mayúsculos, pero no imposibles. Por ejemplo, el despliegue de las tecnologías limpias requiere un ritmo cercano al que tuvo el desarrollo de la energía nuclear en Francia en los años’70 o el gas natural en los Países Bajos en esa misma década y la anterior.

“Los modelos que plantean menos retos y sugieren un camino realista a nivel global son los que reducen la demanda de energía de los consumidores”, explica el investigador. En otras palabras, los que apuntan a un cambio de comportamientos generalizado. Ello, sin embargo, no es igual de realista en todas las regiones del mundo. Por ejemplo, en EEUU ese cambio de comportamiento requeriría un esfuerzo enorme. 

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