Maricarmen Vargas, 40 años de lucha sin tregua contra la bulimia nerviosa

La exdeportista profesional reclama más medios sanitarios para luchar contra los trastornos de la conducta alimentaria

Relata su dura historia en un libro 'Mi yo destructivo'

Maricarmen Vargas con su libro ‘Mi yo destructivo’.

Maricarmen Vargas con su libro ‘Mi yo destructivo’. / Carlos Beltrán

Maricarmen Vargas, 40 años de lucha sin tregua contra la bulimia nerviosa. «Estoy en un punto en el que, o salgo a flote, o me hundo del todo». Así de contundente y cruda se muestra Maricarmen Vargas Ruiz (Las Palmas de Gran Canaria, 1968), exdeportista de élite, madre y esposa. Lleva cuarenta años inmersa en un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), en concreto bulimia nerviosa, que la está empujando al filo del abismo. Una batalla que ha tenido que afrontar, como la mayoría de personas diagnosticadas, casi en soledad ante la falta de medios sanitarios específicos para estos pacientes.

"Los recursos con los que contamos no son suficientes. No hay una unidad específica y sigue habiendo un total desconocimiento de estos trastornos. Ojalá contáramos con una unidad específica. Sanidad lo tiene muy abandonado", denuncia mientras las lágrimas comienzan a aflorar en sus ojos y le tiembla la voz.

Sabe de la importancia que tiene seguir luchando, controlándose las comidas y evitando, en la medida de lo posible, recaer y volver a entrar en el bucle sin fin de los vómitos. Pero cada vez le cuesta más. Las cuatro décadas inmersa en este trastorno ya le pesan. «Te abate. Llega un momento en que te fuerzas, yo ahora mismo física y mentalmente estoy más que sobrepasando el límite. Ya no puedo más. Estoy en la línea de o lo supero o me hundo del todo y no quiero, porque quiero vivir», expresa emocionada.

Comienzos

La suya es una historia que se remonta a sus años de juventud, a comienzos de la década de los noventa, cuando los trastornos de la conducta alimentaria, como la bulimia nerviosa, eran totalmente desconocidos. Con tan solo diez años comenzó su destacada trayectoria deportiva. Primero en atletismo, como lanzadora de jabalina, y luego en el balonmano militando en las filas del Rocasa Remudas. Allí coincidió y entabló una estrecha amistad con la mítica Rita Hernández. Fueron sus años dorados, una etapa en la que los trastornos de la alimentación aún no habían aparecido en su vida para destrozarla. "Recuerdo estar concentradas, con Rita Hernández, en Dos Hermanas, en Sevilla, cuando anunciaron que Barcelona sería la sede de las Olimpiadas de 1992. Estuvimos en Objetivo 92 donde jugamos en un partido contra Alemania. Incluso se transmitió por Televisión Española", rememora mientras aparece un brillo en sus ojos. Su prometedor futuro en el deporte, tenía serias opciones de acudir a la cita olímpica tanto en atletismo como en balonmano, se truncó. Abandonó esa senda y sus sueños. "Me encerré. Estuve años sin salir de casa", apostilla.

El fallecimiento de su madre le llenó de tristeza, de un vacío que no pudo superar y que la llevó a tomar esa drástica y dura decisión. A raíz de ahí, la enfermedad que la ha machado y marcado en los últimos cuarenta años comenzaba a tomar el control de su vida. Una patología que, por aquel entonces, era la gran desconocida para ella y para muchos profesionales de la sanidad pública.

Diagnóstico

Fue en el año 1996 cuando le diagnosticaron por primera vez que padecía un trastorno de la conducta alimentaria, en concreto bulimia nerviosa. Dos años después, en 1998, terminaría ingresada por primera vez en el Hospital Universitario Insular de Gran Canaria. Un momento que aún recuerda con dureza. "Fue algo impactante y no quiero volver sabiendo lo que me espera. No hay una unidad específica. Es imposible mejorar ahí porque estás con otros pacientes con patologías mentales realmente graves, como la esquizofrenia. Así no puedes salir adelante", explica. Es por ese motivo por el que lleva años reclamando una mejora en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria por parte del Servicio Canario de la Salud (SCS).

Cada vez es más consciente del peligro que entraña esta patología que consume su vida

Un temor a terminar ingresada en la unidad de internamiento del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria que ha vuelto a estar ahora más vivo que nunca en su vida. De hecho, su médico apunta a esta solución como una vía para que pueda mejorar y volver a esquivar, aunque sea de forma momentánea, la situación tan crítica por la que está pasando. «Es el último paso que me queda para poder conseguir completar mi tratamiento. Pero con los recursos que hay no lo veo posible», añade

Con el paso de los años cada vez es más consciente del peligro que entraña esta enfermedad, que ha consumido gran parte de su existencia. Un desasosiego que crece cada día ante la situación de descontrol que sufre. "Tengo muchos más temores que antes y pienso que cuando vaya al baño no voy a salir de ahí", reflexiona.

Su cuerpo ya tiene las marcas imborrables de tantos años padeciendo este trastorno. Tiene debilidad muscular, dolor mandibular y secuelas cognitivas, entre otros problemas.

Centro de día

De momento, Maricarmen acude de lunes a viernes al centro de día con el que cuenta la Asociación Gull-Laségue en Las Palmas de Gran Canaria. Un recurso que se costea ella misma. "Lo vine a conocer en el 2010 y está fundado desde 1999. Yo hasta ese tiempo lo desconocía. Es un centro que estudia y trata los trastornos de la conducta alimentaria y lo crearon familias que han pasado por todo esto", comenta.

Aunque sabe que es una opción que para ella se queda corta, al menos es una pequeña tabla salvavidas. «En agosto del año pasado decidí empezar a ir. Este es un centro que solo trata, tengo terapia pero no puedes ingresar. Eso es lo que yo necesito, poder controlarlo. Ahí me dirigen el almuerzo y la merienda, pero cuando llego a casa vuelvo a caer. Es ese pequeño paso que tengo que dar pero no lo puedo realizar porque no tengo a dónde ir. Estoy desesperada, mentalmente y físicamente ya estoy muy cansada», subraya al borde de las lágrimas.

Apunta que esta adicción, porque así define su trastorno, termina afectando a todos los niveles de su vida sin miramientos. "La pena de todo esto es que arrastras a tu familia, porque si yo soy víctima de una enfermedad, mi familia es víctima de mí", explica.

Su marido y sus tres hijos no han parado de estar a su lado en todos estos años, por muy duros que hayan sido los momentos que ha vivido. De hecho, a su pareja la conoció cuando estaba sumergida en esta pesadilla de la que intenta salir desesperadamente. 

"Arrastras a tu familia, si soy víctima de la enfermedad, ellos lo son de mí", explica Vargas

"En mi primer ingreso me conoció al verme allí. No tengo palabras para describir lo importante que ha sido y es en mi vida. Ha visto lo bueno y lo peor de mí, hoy es mi marido y tenemos tres hijos. Gracias que he podido formar una familia porque para una persona con este trastorno es muy complicado", afirma. Ellos son una de las luces de su vida, una existencia marcada por esos contrastes entre momentos terriblemente oscuros que alternan con instantes de alegría y luz.

Esas disparidades las ha plasmado en un libro autobiográfico, con tintes casi de catarsis, donde Maricarmen relata su existencia y su intensa y prolongada lucha contra la bulimia nerviosa bajo el título Mi yo destructivo. "Mi libro es como una despedida, para ofrecerles una explicación a mis hijos de porqué su madre actúa de cierta forma. Quería que por lo menos me entendieran. Me siento culpable porque no les he dado una vida en cierta forma normal y les he terminado arrastrando a mi caos", añade.

El libro, que presentó en marzo en el Círculo Cultural de Telde, refleja toda una vida marcada por esa lucha incansable con el objetivo de lograr un horizonte más luminoso y positivo. Además de dar visibilidad a una patología que sigue siendo, a día de hoy, una gran desconocida para muchos pese a la alta incidencia que tiene. "Lo más que me ha llenado el alma son los comentarios de las personas que han leído este libro, sobre todo la gente joven que tiene este trastorno y que se ven reflejados en lo que relato", confiesa.

La suya es una vida de lucha interminable y su libro un grito de auxilio que busca respuesta.

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