Lodopatía

Apuestas deportivas y tragaperras, motivos por los que los menores de 22 van a rehabilitación

Tres de cada cuatro nuevos usuarios de la asociación Agalure, que ayuda a personas que padecen ludopatía, no llega a la treintena

Una mujer juega a una máquina tragaperras en un bar.

Una mujer juega a una máquina tragaperras en un bar. / VÍCTOR ECHAVE

Gemma Malvido

La asociación Agalure, que ayuda a personas que padecen la enfermedad de la ludopatía u otras adicciones sin sustancia, ha detectado un “incremento notable”, en estos últimos tres meses, de los jóvenes —de entre 18 y 22 años— que acuden a la entidad en busca de consejo para rehabilitarse de su adicción al juego. “Lo normal hasta ahora, en esta franja de edad, era que llegasen por apuestas deportivas pero, ahora, lo hacen también por tragaperras, que suele tener una franja de edad más alta, de unos 35 o 40 años”, relata Gerardo Rodríguez, que es vocal de Agalure y su coordinador de programas. Desde el inicio del año, el 75% de los 64 nuevos usuarios de la entidad (48), tienen menos de treinta años y acudieron por su adicción a las apuestas deportivas y, muchos de ellos, por haber empezado a combinar ya esta actividad con otros juegos de azar.

El psicólogo clínico de Agalure, José Manuel Recouso, explica que el primer acceso al juego en los jóvenes, sobre todo en los menores de edad, es precisamente, en las tragaperras, porque están en los locales de hostelería y porque su acceso es fácil. “No suele haber una supervisión de los propietarios de los locales, no lo decimos con ánimo de responsabilizarlos, que ya bastante trabajo tienen”, dice Recouso, que explica que, los jóvenes, a medida que se van acercando a la mayoría de edad y de cómo evoluciona su cuerpo —si aparentan más edad es más probable que empiecen antes, incluso con 16— se introducen ya en el mundo de las apuestas deportivas, accediendo a ellas en los salones de juego y también en los bares. En principio, según explica el psicólogo clínico de Agalure, los jóvenes acuden en grupo a los locales en los que pueden apostar, como una actividad social, incluso hasta haciendo un bote para jugar, aunque después, cuando su adicción se acrecienta lo hacen ya en solitario, incluso online, sobre todo, cuando empiezan a “sentir vergüenza” por la magnitud de su actividad y cuando la quieren encubrir.

“El problema que hay ahora es que muchos de estos salones de apuestas son también cafeterías en los que se les facilita poder consumir a un coste más barato e, incluso, les puede salir gratis dependiendo del volumen de juego, quedar en estos locales, para ellos, es como quedar en una cafetería o como cuando antes se quedaba para ir a cenar al Bingo, sabiendo que te podrían invitar”, comenta Recouso.

La inmediatez de las apuestas deportivas —en las que se puede jugar no solo a acertar el resultado de un partido sino a otras muchas variables, como quién marcará el primer o el último gol— es muy peligrosa porque los usuarios no son conscientes del riesgo que corren al apostar en ellas. “Van teniendo algunos resultados favorables y, a partir de ahí, generan la fantasía de que, inicialmente, controlan la actividad y que obtienen una respuesta favorable con las apuestas que formulan. A partir de ahí ya empiezan a apostar a todo, a tenis, a baloncesto... las apuestas de los caballos y las de galgos son las pipas de las apuestas deportivas porque el resultado es muy rápido, es casi como estar jugando a una tragaperras”, define Recouso, que hace hincapié en que la mayoría de personas con adicción al juego se adentra en este mundo siendo menor de edad. Es por ello por lo que sus campañas de prevención tienen como foco a los jóvenes.

Los estudios a nivel nacional nos dan la razón, porque dicen que, “desde los catorce años, se empiezan a desarrollar actividades de apuestas”. Cuando llegan a Agalure, muchos de los chavales que entran por la puerta llevan ya un año o más jugando y, algunos, dependiendo de su actividad, pueden acumular deudas de muchos miles de euros. Hace tan solo unos días, sin ir más lejos, un joven de 22 años acudió al centro con un agujero de 40.000 euros generado por las pérdidas de las apuestas deportivas y las tragaperras.

“Los jugadores suelen maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas, así que, la gran mayoría defiende que tiene ganancias a pesar del gran volumen de deuda que ha generado”, relata Recouso, que asegura que la mayoría de estos jóvenes acude a Agalure “por presión familiar”, porque en casa detectan que han bajado los ahorros o que se han gastado cantidades importantes de dinero sin justificación. “Cuando empiezan a indagar, lo que descubren es que hay un problema de juego”, desvela Recouso, que indica que el “periodo de latencia” en las apuestas deportivas es relativamente corto, de un año, normalmente, de los 17 a los 18 o a los 19 años.

El proceso y el drama es siempre el mismo, ya que, cuando los jugadores empiezan a perder mucho dinero lo que hacen es apostar más para intentar recuperarlo y, como eso no suele ser posible, abren una nueva etapa que es, a su vez, una trampa. “Empiezan a pedir créditos rápidos, en los que no hay ningún tipo de control ni de supervisión. Primero piden uno, a continuación, otro para pagar este inicial y entran en las mismas dinámicas en las que entraban antes con las tarjetas de crédito”, comenta Recouso.

Pero, ¿hay algún factor determinante para que este incremento en los usuarios sea más pronunciado en estos últimos meses que en años anteriores? El psicólogo clínico de Agalure tiene claro que sí: “en primer lugar, la pandemia y, después, la pospandemia”.

La pandemia, detonante

Durante el confinamiento, el incremento de las apuestas se produjo con el juego a través de internet, pero, una vez que se abrieron los locales, según apunta Recouso, “todo se hace con mayor intensidad, salir, beber y, por supuesto, apostar”, como si los consumidores quisiesen “desquitarse” de la época del encierro y, ahora, llegan las consecuencias de aquellos excesos.

Recouso y Rodríguez hacen hincapié en que los problemas con el juego son muy democráticos, en el sentido de que afectan a “cualquier sector de la población” y que se profundiza en las personas en las que tienen más ingresos porque pueden tener más actividad de juego. “Es una pandemia que afecta al ámbito rural, al urbano... No podemos hacer ninguna discriminación”, resume el psicólogo clínico, que asegura que, una parte de la rehabilitación de los jóvenes es la de hacerse cargo de la deuda generada, aunque sean sus padres o sus familiares quienes la afronten en un primer momento. “Ese dinero lo tienen que devolver, para que se den cuenta de que hay consecuencias”, sentencia Recouso.

Sobre la nueva ley de juego, la entidad explica que se han introducido cambios muy esperados, como que la distancia a la que no pueden abrir nuevos locales de juego sea en un radio de 300 metros de colegios e institutos y no lineal, como la anterior norma, aunque creen que hacen falta todavía más avances, como que las personas autoprohibidas no puedan comprar lotería ni cupones de la ONCE o que se incremente la vigilancia sobre el uso de las máquinas de apuestas.