Cuando la ciencia se convierte en arte: la ilustración científica renace en Canarias
Varios ilustradores participan en la primera edición de Letras Verdes Arte y Naturaleza que quiere poner el acento en la simbiosis entre ciencia y ilustración en un evento que desarrollará actividades hasta noviembre

La ilustradora Mercedes Castellano en su estudio dibujando. / Cedida

A Mercedes Castellano siempre le ha gustado dibujar. Los suaves trazos de las hojas de los árboles o la delicada paleta que colorea los pétalos de las flores le han llamado la atención desde que tiene uso de razón. En sus primeros años laborales, esta isleña natural de Gran Canaria buscaba cualquier "huequito" para coger sus pinceles y escapar de la vorágine de un mundo demasiado acelerado. Por eso cuando la enfermedad que padece le obligó a frenar su vida en seco, la ilustración científica se convirtió en su salvación. Este arte milenario que ha sufrido un progresivo olvido en España, renace con ella y con otros tantos canarios que intentan dar una segunda vida a este arte de representar el mundo que nos rodea a través de acuarelas, tinta o acrílico.
El villero Francisco Torrents empezó a dibujar también desde muy joven. "Era de esos niños que se pasaba el día dibujando", rememora. Y aunque sus trazos siempre han narrado todo tipo de historias –desde recreaciones históricas hasta composiciones basadas en naturaleza–, si hay algo que destacaba entre todas sus láminas son los dibujos de aves. "Empecé pintando pájaros en solitario, pero me empecé a relacionar con biólogos y ornitólogos, y poco a poco me fui especializando en esto de la ilustración científica", explica.
Esta disciplina tan poco conocida es ahora lo que une a ambos canarios en un interés prístino por divulgar con el rigor de la ciencia las bondades que existen en el entorno natural del Archipiélago. Porque la ilustración científica no trata simplemente de crear trazos con motivos naturales o colorear con una cuidada técnica. Esta disciplina requiere de complejos estudios y rigurosidad. Dos valores que comparten con la ciencia.

Varias personas acuden a un taller organizado por Letras Verdes / Cedida
Ambos ilustradores canarios han sido invitados a una edición especial de Letras Verdes, el evento promovido por Birding Canarias consolidado en las comarcas del norte de Tenerife, que suele aunar literatura y la ciencia medioambiental pero que en esta nueva edición ha apostado por incluir en ese mejunje también al arte. Los primeros talleres de esta nueva apuesta por la divulgación de la ciencia comenzaron en abril y las actividades adscritas a él se realizarán hasta noviembre tanto en el municipio de Los Silos como en San Miguel de Abona.
"Letras Verdes ha sido como una isla oceánica en un océano vacío", asegura Torrents, que recuerda que en Canarias nunca se había propuesto ninguna actividad de este estilo. "Esta humilde propuesta ha hecho que muchos nos conozcamos por primera vez", explica el ilustrador, que asegura que este primer encuentro le ha dado ánimos para seguir trabajando. "He visto que hay más gente que se dedica a lo mismo y hemos podido compartir experiencias", afirma.
Esta edición ha contado con la colaboración de la Fundación Canarina, que asegura haber encontrado en Letras Verdes "un verdadero aliado". Esta organización, creada en 2021 por el naturista alemán Horst Eckert (conocido entre sus allegados como Janosch), no solo ha contribuido económicamente a sacar adelante esta edición del evento, también ha cedido unas amplias instalaciones para realizar "residencias artísticas".
Así lo explica Anne Striewe, miembro de la Fundación Canarina, que asegura que han puesto a disposición del evento la Finca Tamaides, ubicada en las medianías de San Miguel de Abona. "Este lugar era la residencia de Janosch y ahora la estamos acondicionando para albergar actividades que estén en consonancia con la naturaleza, incluidas estas residencias de artistas, talleres de ilustración o creación de murales", insiste.
Aunque la ilustración científica gana cada vez más interés, la realidad es que es una disciplina que ha perdido mucha representación en España. La ilustración científica tiene raíces antiguas, que se remontan a los primeros dibujos de plantas y animales en las cuevas prehistóricas. Aunque puedan parecer imágenes poco elaboradas y representativas, realmente constatan un primer intento por comprender la naturaleza. Los primeros dibujos botánicos con gran detalle comenzaron en el Medio Oriente y el Mediterráneo para identificar plantas útiles y venenosas.
Con el crecimiento de la imprenta en el siglo XV, la ilustración científica se volvió aún más importante. Las imágenes podían ser reproducidas y distribuidas más ampliamente, y los libros ilustrados se convirtieron en una importante herramienta de educación científica. España en esa época se convirtió en una de las grandes potencias de la ilustración científica.
Y es que, con el descubrimiento del continente americano, eran muchos los que se lanzaban al mar con un cuaderno de bitácora para plasmar toda la información que podían apuntar sobre las nuevas y extrañas especies animales y vegetales que se encontraban al otro lado del charco. "Nuestro país era uno de los que más lo había desarrollado", rememora Castellano, que recuerda la figura del médico e ilustrador José Celestino Mutis. "Se ha perdido esta cultura que sí persiste en países como Inglaterra, Dinamarca o Sudamérica", indica Castellano, que lo considera una verdadera pena.
El desconocimiento de la profesión no ha sido, sin embargo, un obstáculo para Castellano ni para Torrents, cuyas pasiones compartidas por la naturaleza y el arte les han llevado a dedicar gran parte de su vida al dibujo científico.
El arte de sentirse bien
Mercedes Castellano siempre fue una entusiasta del arte botánico o de la naturaleza. En su caso, su pasión eran las coloridas flores que encontraba en los bosques de la laurisilva, en los jardines botánicos o en su propio jardín. "Por cuestiones de salud debía guardar reposo absoluto durante muchos meses al año, y para mi era terrible pues, entre otras cosas, adoraba dedicar mis ratos libres a caminar por la naturaleza o a dar largos paseos por los jardines", explica. Pronto se percató de que el arte podía convertir ese tiempo de clausura en el hogar en una oportunidad para "traer la naturaleza a casa".
"Empecé a acudir a cursos por toda España de ilustración botánica", revela. Castellano empezó así a hacerse un hueco y a mejorar su técnica, hasta que un día, por azar del destino, acabó en Gran Canaria en un taller dirigido por la ilustradora científica Marta Chirino. En dicha formación también acudió una artista irlandesa que a Castellano le dio "muchas alas". "Me dijo que lo hacía bastante bien y me animó a presentarme a la Sociedad de Artistas Botánicos con base en Inglaterra", rememora la ilustradora.

Ilustración botánica de Mercedes Castellano. / Cedida
Con su talento emergente pronto llamó la atención de los miembros de la Sociedad. "Les dije que quería aprender con ellos", rememora. Durante dos años y medios emigró a Inglaterra para trabajar junto a ellos y sacar la titulación. "Me dejé el alma y las pestañas pero valió la pena", insistió. Y es que fue entonces cuando se percató de lo "despistados que estamos los seres humanos con la naturaleza". Una circunstancia que afianzó su compromiso con la divulgación. "La naturaleza es permanente y es lo que nos sostiene".
Poco después volvió a su tierra para contribuir a ilustrar la flora endémica de Canarias. De vuelta a casa se armó de valor para acudir al Jardín Botánico Viera y Clavijo en Gran Canaria, asociado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y pedirles entrar a sus instalaciones. "Han sido muy amables y generosos conmigo", destaca la ilustradora.
Hoy en día, uno de los mayores disfrutes de Castellano es recorrer las grandes extensiones del jardín ubicado en el Barranco de Santa Brígida en el que pasa horas admirando flora de todos los rincones de la Macaronesia. "Puedo pasar hasta un mes elaborando una lámina", explica la ilustradora, que concibe el proceso del dibujo con acuarelas como un "éxtasis" donde "el tiempo no existe" y en el que es capaz de nadar en contra de la tendencia social.
Porque una ilustración científica –que no arte botánico ni natural–requiere un cuidado proceso de elaboración, en el que destaca un largo periodo de observación y documentación, así como otro intervalo de tiempo de larga duración. «Cuando vamos a ilustrar debemos tener en cuenta el tamaño real de los elementos, así como sus colores y sus formas concretas;debemos ser muy rigurosos», resalta Castellano.
"La cara bonita de la naturaleza"
En el caso de Torrents, su acercamiento al arte naturalista fue menos premeditado. El niño que siempre había dibujado quiso seguir haciéndolo de mayor. Se lanzó así a la naturaleza en un afán por encontrar los rincones de Tenerife donde pudiera escuchar el melodioso canto de los pájaros. “Nunca estudié nada, pero me encantaba dibujar”, admite Torrents.
Sin embargo, a medida que trataba de captar los dóciles movimientos de los pájaros y representar la belleza de sus plumas, el ilustrador se daba cuenta de las dificultades que le suponía. Y es que representar un pájaro en plena naturaleza no es nada sencillo, pues es muy difícil que se queden quietos en un mismo lugar.
"Me di cuenta de que necesitaba técnica y en ese momento sí que me empecé a formar en mejorarla", revela el ilustrador, que admite haber mirado con envidia a sus compañeros de la Península. "En lugares como Doñana tienen zonas húmedas donde las aves reposan y se quedan quietos durante mucho más tiempo, por lo que son más sencillos de dibujar", insiste.

Ilustración de Fran Torrents de una gallinuela / Cedida
Aunque su ilustración trabaja en todo tipos de campos de la naturaleza–en aras de contribuir también a la educación ambiental de los más pequeños– , Torrents tiene una especial predilección por las aves. "Es la cara bonita de la naturaleza", resalta.
Como explica, ilustrar a un pájaro no solo supone una visita al monte. "Debemos observarlo, y guardar en nuestra rutina sus posturas y su forma de volar", reseña Torrents. De esos primeros pantallazos mentales salen también los primeros bocetos, que muchas veces se ha visto realizando bajo un árbol en medio de la laurisilva. Es uno de los trucos del ilustrador para otorgar verosimilitud a sus esbozos.
Cuando por fin vuelve a su estudio, despliega sus tintas o sus acuarelas –dependiendo del día– y adereza la ilustración con un colorido fondo que añade perspectiva y contexto al animal. Torrents es consciente de que la ilustración no tiene ya la fama que adquirió en el siglo XV y de que las nuevas tecnologías fotográficas han acabado relegándola a un segundo plano. Sin embargo, el artista defiende a ultranza la ilustración científica. "Cuando ves una foto no puedes sustraer más información de la que hay, y sin embargo con una ilustración puedes incidir mucho más en los detalles del animal", insiste.

Francisco Torrents dibujando en plena naturaleza / Cedida
Entre pinceles y lápices ambos realizan un incansable labor por divulgar la rica naturaleza canaria, un tesoro que, como insiste Castellano, están en peligro de extinción. "Necesitamos volver conectar con la naturaleza, ahí está todo", concluye la artista. Y la ilustración científica otorga el poder de conocer mejor el mundo que nos rodea, tal y como se presenta: con color, majestuosidad y una belleza sin igual.
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