Olga Viza, periodista deportiva: «¿Qué pasa si tienes que escalar un ‘ochomil’ y te viene la regla?»

De pequeña jugaba a hacer periódicos. ¿Quién le metió este gusanillo?

Mi abuelo tenía una pequeña editorial. Él era un hombre de letras. Cada sábado, cuando venía a casa, me hacía enseñarle una redacción. Me encargaba siempre que escribiera. Yo supongo que por llevar la contraria, hice ciencias. Pero me divertía mucho, leer, escribir. Llegó la primera cámara a casa, aquella Super 8 y yo era un terror en casa haciendo entrevistas. Abría las ventanas y hacía programas de radio y jugaba a eso, a regalarle a mi abuela periódicos que se llamaban ‘The Carmen’. Cortaba fotos, escribía en la Olivetti, le hacía periódicos y eran mis regalos de cumpleaños. Y cuando murió, estaban ahí. Y yo pensé que a lo mejor me estaba equivocando queriendo dedicarme a la ciencia con la que me daba de bruces siempre. Y pensé, es que claro, con 16 años, ¿qué decisión vas a tomar? Y dije, pues oye, a mí no me va a costar levantarme por la mañana para escribir o para grabar, no me va a costar, me va a gustar. Y así fue.

¿A lo largo de los años ha seguido manteniendo esa ilusión?

 Mucha más. Porque este es un oficio. Es un oficio que habla de la vida. De modo que te da una mirada sobre las cosas y sobre la vida muy general. Te especializas pero tienes herramientas muy privilegiadas para leer la vida. Estar en los sitios donde pasa algo, conocer gente que hace cosas, o que ha visto cosas, o que le han pasado cosas. Todo en primera persona. Y eso nutre, nutre mucho. Y si luego lo puedes trasladar… Aparte, en la época de deportes, manejaba un material siempre muy atractivo para la gente. Entrevistabas a un tenista o a un piloto de Fórmula 1, y eso a la gente le gusta. 

¿Y cuando presentabas informativos?

Cuando ya dirigí y presenté un informativo diario en Antena 3, sabes que lo que vas a decir le va a afectar a la gente. A veces para bien y a veces para mal. La sensación de que tú le estás diciendo, oiga, que van a tener que pagar este impuesto te hace ver que es una cosa importante, les estás diciendo algo que afecta a su vida. Entonces, intentas explicarlo bien, como si me lo explicara a mí misma, ¿eh? Porque una no es más que nadie, una es otro ciudadano con ese privilegio. A mí me parece uno de los privilegios de la vida. 

Usted se empezó a nutrir en el periodismo deportivo, donde al empezar se le derrumbaron algunos prejuicios que tenía de cara a este tipo de periodismo, que al final tiene un trasfondo económico, político. ¿Qué fue lo que le hizo darse cuenta de eso?

Cuando empecé, estábamos en otro momento en el que podía coger mi teléfono y llamar a un protagonista importante de los deportes y decirle ‘quiero verte’. Quedabas después del entrenamiento o comías o tomabas un café o hablabas por teléfono con él. Yo me he encontrado a deportistas muy venerados que te decían ‘estoy peleado con mi madre y mañana tengo esto, no me lo saco de la cabeza’. Te dabas cuenta de que estabas hablando con una persona que tiene los mismos problemas que puedes tener tú. Pero con el añadido de la presión de ser juzgado por lo que va a hacer mañana y que va a ver todo el mundo. A mí eso me hizo ver que los deportistas no son máquinas. Son gente que tiene una lesión física, que tiene una lesión mental, que tiene la regla, que tiene un hijo disparatado o que no se adapta al país y que, además, al día siguiente, según lo que haga, la gente le pondrá a parir o no. 

También los periodistas como usted que están de cara al público tienen que convivir con eso.

Claro, pero yo ya voy con un guion, yo ya sé que tengo que contar esto. Puedo estar mal, lo que sea, pero me abstraigo. Pero el deportista juega también con el físico: ‘Es que me duele el talón y mañana tengo que saltar’. Y claro, si no hace el récord… Cuando tienes la oportunidad de conocer al protagonista o a los protagonistas, eso enriquece la información que tienes sobre él con detalles importantes. Yo no voy a contar que estaba peleado con su madre, no. Pero si no lo ha hecho lo que se esperaba, no le voy a poner a parir. Puedo decir pues tal vez no era el mejor momento para esto por una serie de circunstancias, pero no le pondría a parir ¿sabes? Empatizas con los protagonistas. Eso ocurría antes porque era fácil hablar con los deportistas. Llegó un momento en el que el deporte se convirtió en el nuevo dios de la gente y ya es muy difícil llegar a ellos. 

¿Diría que eso hace que se pierda el lado humano de la información deportiva? 

No sé si se llama así, pero es otra verdad de la deportista o del deportista. Como que tienes la regla y te duelen los ovarios y tienes la final del campeonato del mundo.

Justo antes lo ha planteado, con esa frase de cuántas medallas se han quedado en un tampax.

No sé ni cómo se me ha ocurrido, te lo juro. No sé cómo me ha salido, tal vez la haya leído alguna vez, no lo sé. Pero me ha salido así porque es un tema que a mí me ha interesado últimamente. Las mujeres sabemos que no todos los días son iguales en un rendimiento físico. ¿Qué pasa si tienes que subir un 8000? ¿Qué pasa si tienes una clasificación para unos Juegos Olímpicos? ¿Qué pasa si es la final del campeonato del mundo y tú estás que te retuerces de dolor? Sí, te vas a tomar algo, pero eso te mermará. Eso hay que hablarlo. 

¿Cuándo se dio cuenta de que no se habla de la regla en el deporte?

Con Edurne [Pasaban]. Yo admiro mucho a la gente que hace lo que yo no podría hacer, por ejemplo subir 8000. Yo no podría hacer la mayoría de las cosas que hace esta gente, pero eso me parece titánico. Yo con Edurne hablaba bastante cuando ella estaba intentando hacer los 14, fue la primera mujer en la historia que lo hacía. Y le dije: ‘Oye, ¿qué pasa si te viene la regla?’ Pero como curiosidad de mujer. Me dijo, pues chica, me pasa esto. Se le cortaba por la presión. A partir de 5000 metros la presión no es la misma. Y con la falta de oxígeno, tu cuerpo reacciona de otras maneras. Estas cosas se tienen que saber.

Ha contado que cuando ocurrió el 11-S, las mujeres de la redacción se vieron todas apuradas a las cinco de la tarde teniendo que llamar a alguien para que recogiera a los niños del colegio mientras los hombres estaban tranquilos. ¿Cree que se podría dar hoy esta situación? 

No tengo la seguridad de que no siga pasando. Hay un estudio reciente de Facua que dice que las mujeres menores de 25 años que están igual de preparadas para un mismo trabajo que un hombre, cobramos un 10% más que ellos. Y a partir de los 55, cobramos un 13% menos que ellos. ¿Y por qué ocurre esto? Porque donde sí hay igualdad es en la oportunidad de prepararte, de estudiar. Chicas y chicos pueden estudiar perfectamente, igual, en los mismos lugares y con los mismos medios. Y las mujeres ahí están apretando de una manera extraordinaria. ¿Pero qué ocurre? Que luego pueden ser madres. Cuando la mujer tiene un hijo, su vida personal y su vida profesional cambia. O sea, la conciliación es para ellas, no para ellos. Te dedicas a tu hijo, aunque sigas trabajando, tu tiempo ya no es sólo tuyo.