Starmus La Palma
Cuatro astronautas advierten en La Palma sobre los peligros de la exploración espacial desde la voz de la experiencia
Cuatro astronautas comparten sus experiencias de exploración espacial en el festival Starmus La Palma, advirtiendo de los riesgos de las misiones

El astronautas canadiense, Chris Hadfield, participa en el ciclo de conferencias de este sábado en el Festival Starmus. / Efe

Cuando la música comienza a sonar, el coronel y legendario astronauta de la NASA Chris Hadfield puede parecer pequeño en el escenario improvisado del Hotel La Palma, en Los Llanos de Aridane, pero su presencia pronto lo engrandece. Durante los siguientes minutos, Hadfield realizará una verdadera defensa sobre la sostenibilidad utilizando para ello, sin embargo, algo que no está dentro de la Tierra, sino fuera: la basura espacial.
Tras permanecer 166 días suspendido en el espacio, Hadfield empezó a concebir, por primera vez, en el planeta como un todo. Y contemplando la Tierra desde la inmensidad del cosmos, comenzó a cuestionarse los problemas que puede generar los miles de satélites que veía danzar a su alrededor. «Hasta 2022 se han puesto más de 20.000 satélites en órbita, y si tienes tanto, en algún momento va a provocar un problema», sentenció.
Hadfield recordó que en 2009 los satélites Kosmos e Iridium chocaron provocando que miles de piezas quedaran vagando en el espacio. «Algunas caen como meteoritos que forman estrellas fugaces», recordó. Y aunque la mayoría cae en el mar, no se debe desestimar su riesgo. «Estamos hablando de solo dos satélites, ¿qué podría pasar si ocurriera con varios?», remarcó.
Hadfield insistió en la necesidad de limpiar el espacio de estos objetos, especialmente de aquellos que ya no funcionan y no se han podido recuperar. Sin embargo, puso de manifiesto lo complejo que resulta hacerlo. «Básicamente, tenemos que mandar un gran láser para deshacernos de ellos», insistió.
Una aventura espacial
A la declaración de intenciones de Hadfield le siguieron las experiencias espaciales de Kathryn Thornton quien puso de manifiesto que los satélites no solo son peligrosos para la Tierra, sino también para aquellos que deben acudir a reparlos. Y es que, tras sus muchos paseos espaciales, se ha dado cuenta de que no se puede confiar ni en los modelos matemáticos ni en los simuladores. Menos aún cuando se trata de trabajar en la soledad del espacio.
En 1992, Thornton se puso en órbita junto a un grupo de astronautas para tratar de rescatar el satélite Intelsat. Sin embargo, pronto se dieron cuenta que reparar aquella herramienta no iba a ser tan sencillo como se pensaba. «Era necesario que tres de nosotros saliera a hacer una caminata espacial para poder realizar el trabajo», explicó. Sin embargo, tanto los trajes disponibles como el mismo diámetro de la escotilla estaban pensados para dos personas. «Era como ver sardinas en lata en traje espacial», ironizó.
La exploración se convirtió en una aventura en la que lo que primó fue la improvisación. «Acabamos reparando todo con juguetes», sentenció. «Fue un viaje de incógnitas, sorpresas y de darnos cuenta de que había muchas cosas que ni siquiera sabíamos», recalcó.
La salud de los astronautas
Precisamente en la salud de los astronautas se enfocó la astronauta española Sara García, quien hizo un recorrido por todos los peligros asociados a la exploración espacial. Como explicó un mal funcionamiento de una nave espacial, la fuga de algún gas, la radiación o la propia estancia de una persona en el espacio puede poner en riesgo la vida de las personas que se embarcan en estas misiones.
Recordó así, el desastre del Challenger de 1986. En esta catástrofe espacial el transbordador espacial de la nave explotó solo 73 segundos después del lanzamiento debido a un fallo en el anillo del cohete propulsor. «Siete personas murieron y eso nos recuerda lo frágiles que son las misiones espaciales», recordó.
La ingeniera y turista espacial iraní-estadounidense conocida por ser la primera persona iraní en ir al espacio y la primera mujer turista espacial, Anousheh Ansari, aprovechó la ocasión para hacer un alegato en defensa de la privatización del espacio y cómo influye en las políticas públicas. Como explicó, su experiencia sirvió para reducir el coste de llevar cargas al espacio (de 25.000 dólares el kilogramo a menos de 2.500).
Asimismo, recordó que todo aquello que todos los desarrollos realizados para poder trabajar en el espacio, ya sea como la robótica, la inteligencia artificial o la fabricación de pequeños materiales para las estaciones espaciales; ayudarán en un futuro a crear «un futuro más equitativo»n
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