Educación
Onlyfans empodera a las mujeres y otros falsos mitos del porno
Igualdad publica una guía para animar a las familias a hablar de sexualidad, placer, deseo y consentimiento y explicar qué se esconde detrás de la industria pornográfica

Un joven consume contenidos pornográficos en su tableta. / David Castro
Olga Pereda
Siete de cada diez adolescentes de entre 13 y 17 años consumen pornografía 'online' de forma regular. Acceden a esos vídeos por primera vez alrededor de los 12 años. Estos datos, incluidos en el último informe de Save the Children, confirman una realidad: a falta de educación sexual en casa y en las aulas, la violencia sexual cruda del porno 'mainstream' se ha convertido en el fallido educador sexual de las nuevas generaciones.
Una vez ‘atrapados’ los chicos, la industria mira ahora hacia las chicas, a las que intenta seducir con plataformas como Onlyfans. Esta red social promociona a las mujeres como emprendedoras al otorgarles el presunto control total sobre qué contenido sexual publicitar, cómo hacerlo, cuándo y dónde. Pero Onlyfans no es empoderamiento sino una vía de explotación sexual que vende a las chicas la fantasía de obtener enormes beneficios económicos.
"La pornografía determina entre los jóvenes la comprensión de la sexualidad y las relaciones sexuales"
Onlyfans -una de las redes sociales con más influencia entre la juventud- es uno de los mitos que se derrumban en 'Andrea', la guía que los ministerios de Igualdad y Derechos Sociales han presentado esta semana para animar a las familias y los profesionales a fomentar la educación afectivo-sexual de los jóvenes. Escrita por varios sociólogos, trabajadores sociales e investigadores universitarios, 'Andrea' constata que el porno se ha convertido en el primer contacto de los niños y las niñas con el sexo. “Lo que ven en estos vídeos determinará su comprensión de la sexualidad y las relaciones sexuales”, concluyen los autores.
Andrea deja claro que Onlyfans actúa como proxeneta dado que se lleva un porcentaje de los contenidos subidos por las mujeres. Los autores de la guía constatan la existencia de chulos (novios, amigos…) que convencen a las mujeres para que se abran una cuenta. “Son ellos quienes hacen las fotos y gestionan la cuenta a cambio de dinero o sexo. Hay constancia de que las mujeres que suben contenido erótico reciben mensajes privados en la que los hombres, consumidores, ofrecen dinero a cambio de sexo, lo que convierte a la plataforma en un incentivo para la prostitución”.
Placer y respeto
El manual no es solo una voz de alarma contra los peligros. También habla, y mucho, de las verdaderas relaciones sexuales, que incluyen placer, deseo, igualdad, respeto, empatía y consentimiento. Este último, en boca de toda la sociedad desde la ley del 'sí es sí', implica un acuerdo entre las personas y, aunque no siempre es verbal, requiere “comunicación clara”. Además, los autores recuerdan que el consentimiento es reversible, lo que significa que puede cambiar en cualquier momento.
En el polo opuesto de la sexualidad sana y satisfactoria está la pornografía, que es “violencia sexual” porque se centra en la crueldad extrema contra las mujeres, alcanzando un nivel de sadismo extremo e incidiendo en la humillación, la degradación y el dolor hasta llegar al punto de deshumanizarlas. Ellas son entendidas únicamente como “meros objetos penetrables por uno o múltiples varones”. En el porno 'mainstream', los hombres siempre ejercen un rol de dominación sobre mujeres, que están subordinadas a sus deseos sexuales. Bestialismo, golpes, ahogamientos y multipenetraciones están a la orden del día en estos vídeos.
“Quienes consumen estas escenas pornográficas son conscientes de que están presenciando violencia sexual cruda. Sin embargo, en lugar de rechazar esta expresión, se excitan y se masturban con el sufrimiento de la mujer. En pocas palabras, erotizan el dolor de la mujer”, sentencian los autores, que desmontan el falso mito de que el porno es un entretenimiento que hace disfrutar y nada más. El porno no solo afecta a quien lo ve. La pornografía -la mayor parte está hecha para los hombres- forma parte de la industria para la explotación sexual junto a la prostitución y la trata de personas. "Cuando ves porno estás contribuyendo a sostener la industria de la explotación sexual, la violencia sexual y la mercantilización, vulnerabilidad y explotación de los cuerpos de las mujeres", concluyen los autores.
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