Salud
Hospital Insular, corazón del cuidado
Esta ciudad sanitaria conforma una familia, tejida con turnos interminables, que deben aliviarse

Una enfermera asiste a un paciente en el Hospital Insular. / LP/DLP

Hay lugares que no se descubren con palabras ni con mapas. Lugares que no caben en los libros ni en las historias ajenas. Solo cuando pisas su suelo y dejas que la realidad te atreviese, entiendes su verdad. Porque hay sensaciones que no se comprenden hasta vivirlas.
Urgencias del Hospital Insular, por ejemplo, no es un lugar, es un latido constante, casi histriónico. Es ese rincón sanitario donde la vida se para, donde la manija del reloj parece ir más rápida y más lenta al mismo tiempo. En el caso de Urgencias del Insular, un día allí puede ser un torbellino fatigoso con saturaciones implacables, que hay que solucionar, pero también puede ser una lección profunda sobre humanidad, resistencia y esperanza.
Allí no solo se atienden dolencias físicas, también se cura con palabras, con miradas, con la simple presencia de alguien que no se rinde. Al igual que en la planta quinta del Insular, donde la máxima prioridad son los pacientes. Todo un sistema imperfecto con infinidad de carencias, altamente mejorables, pero que aún resiste gracias al empuje de sus trabajadores.
Es en Urgencias donde conocí a un grupo de profesionales durante una semana, antes de subir a planta y permanecer allí 14 días más. Sin buscarlo, estos profesionales se convierten en referentes, en espejos, en abrigo del enfermo, y que también tenemos que mimar. Allí me abracé al médico Jesús Martínez, oriundo de Venezuela, con alma canaria. Es uno de esos profesionales rigurosos que no deja una vía sin revisar ni una dosis sin confirmar. Pero también es de esos locos que se levanta con la fresca a entrenar y que harían sudar a cualquier maratoniano. Su disciplina se nota en todo: en cómo habla, en cómo escucha, en cómo actúa.
A su lado, en el módulo D, te puedes encontrar con enfermeras como Natalia, malagueña chispeante, que dice que en Gran Canaria encontró al amor de su vida, al que llama entre risas: «mi platanito»-. Tiene ese don de hacerte reír con una frase y, al segundo, ofrecerte una idea brillante que te cambia el enfoque. Es vivaracha, despierta, presente.
Luego está Carmen, auxiliar de las que no necesitan hablar mucho para decirte todo. En apenas unos días, ya me ha recomendado libros de meditación y ha hablado de sus nietos como si nos conociéramos de toda la vida. Tiene ese tipo de cariño que no se finge. Y también trabaja la salamantina Carlota, un elixir en forma de enfermera, que no para de regalar cuidados y amabilidad. Sus raíces extremeñas le dan ese brío especial.
Y me topé con la doctora Guerra. Nombre más apropiado para alguien que brilla en la noche del caos. Es exhaustiva, serena, segura. Resalta también un internista de origen cubano, Ainel Aniseto, que es atención en estado puro y cuyo trato es tan exquisito como certero. Este profesional realmente está en Medicina Interna, pero pasa por Urgencias para atender pacientes.
También están Monse, auxiliar eficaz y amable, de Maspalomas, que compartió turno con Alberto, bisoño enfermero, que trabaja con la misma intensidad con la que se va de juerga con los amigos. O el sanitario David, espigado y tranquilo, que camina por los pasillos con pasos certeros, como quien ya ha despejado su mente corriendo antes de entrar al hospital. De hecho, suele entrenar siempre que puede.
En el tándem también sobresalen, por su entrega y esfuerzo, Nauzet y Sara, a los que se le unen, infatigables, Paula, Silvia y Néstor. A ellos se suma el resto de profesionales de planta que componen las otras divisiones de combatientes en esta dura batalla por la salud.
En el caso de la quinta planta conviví, durante dos semanas, con profesionales y personas increíbles, desde limpiadoras a auxiliares, como las dos risueñas y bromistas Jessica, Noelia de Logroño, Yeray (amante de la lectura y gran conversador), los entregados en cuerpo y alma a su trabajo como Tatiana, Lola, Briseida, Daniel (cada mañana ayudaba a lavarme), Guaci, Lali, Octavio, Isa, Yaiza o a enfermeras como Bea (loquita por sus tres perros y una amabilidad desbordante), Laura, tan discreta y delicada, o María, Aránzazu y Naicaren, pausadas y asertivas. También estaba Lily (una enfermera con vocación y siempre dispuesta a ayudar a todos, y que, ahora, me pasa recetas de cocina), Anabel con su sosiego y simpatía o Carla, paciente y empática, entre otros muchos sanitarios cinco estrellas.
Héroes silenciosos
Estos son algunos de los verdaderos héroes silenciosos a los que debemos tanto, como a los endocrinos Nuria, Nereida y Carmelo; los internistas Laura, Ana o José, y a un gran oncólogo llamado Delvys. Todos ellos, curiosamente, tienen un tono de voz con algo medicinal. Cuando explican, parece que el mundo se ordena por un instante y reconforta el alma. Conforman un equipo humano de facultativos pacientes, mordaces, muy incisivos y resolutivos al máximo.
Por todo ello, de entrada, a bola pie, agradecimiento infinito y mucho respeto a los que conforman parte del Servicio Canario de la Salud (SCS). Esta no es una institución cualquiera, sino una familia tejida con turnos interminables, que deben aliviarse por salud y por derecho. Un pilar social donde hay que invertir más y mejor, sin ambages y determinación.
Estas instalaciones, como el Insular, trufada de inmensos profesionales, no dan abasto y necesitan más recursos. Algo que llega a provocar que dos pacientes, con estados de salud muy distintos, se entremezclen. Un extremo que lleva a uno de los ingresados a tener que contemplar, in situ, el fallecimiento del compañero de habitación, cuando previamente ya se sabía que era paciente terminal. En este caso del deceso de un enfermo en tu propia habitación, el propio personal lo asume con resignación, pero por dignidad las personas tienen el derecho a morir con más intimidad y mejores condiciones.
Otro de los irracionales casos es el tener que convivir en el mismo habitáculo con un preso y la correspondiente pareja de policías de custodia. No da lugar, y lo más apropiado es buscar un emplazamiento diferente a estos reos y evitar que por todo el hospital haya policías esparcidos, que da la sensación de comisaría más que de centro sanitario. Pero otra de las situaciones gravísimas y enquistada es que existe una planta totalmente ocupada por enfermos sociales (abandonados por sus familias). Hay un millar de afectados en los centros hospitalarios de Canarias. Personas que necesitan una residencia o un centro asistencial mental que nunca llega, en una suerte de ahogado grito de asombro general sin respuestas.
Esta perpetua circunstancia provoca un colapso del centro, empezando por Urgencias, donde se sufre encarecidamente un taponamiento crónico. A ello se le une, sobre todo en periodos estivales, una disminución de intervenciones quirúrgicas, lo que agrava aún más los niveles de estancamiento. Sin hablar del calor inhumano que sufren pacientes y personal por una avería hace cuatro años en el aire acondicionado. Por cierto, que la solución absurda del SCS es poner un ventilador a compartir en cada planta entre los pacientes, excluyendo de su uso a los profesionales que curran allí. Y, ya que estamos, otra sana reflexión: ¿por qué la mayoría de nuestros políticos acuden a la sanidad privada y no optan por los servicios públicos en caso de caer enfermos?
La solución es matemática: necesitamos sin dilación un nuevo hospital, a medio camino entre el sur y el norte, para aliviar la hemorragia de pacientes de los principales centros hospitalarios. Las administraciones deben mirar de frente a todos sus trabajadores e invertir, proteger y sostener a quienes cada día se dejan la piel por todos nosotros.
Los hospitales son muchas cosas, pero, sobre todo, humanidad. Y en un mundo tan convulso es un verdadero milagro poder disponer de una Sanidad gratuita.
¿Hasta cuándo soportará el sistema sanitario? ¿Hasta cuándo se sostendrá y seguirá latiendo el corazón del cuidado?
- Las Palmas de Gran Canaria pagará el doble de lo previsto para expropiar el último solar en El Rincón
- La demolición de una vivienda en el centro de Vecindario ampliará la plaza de San Rafael y la zona peatonal
- Detenido José, ‘el Pendejo’, histórico traficante de heroína de Gran Canaria
- Colas kilométricas en la GC-1 tras un accidente en Telde
- La ministra de Vivienda da un paso clave por el alquiler: apoya declarar Las Palmas de Gran Canaria como zona tensionada
- 260 efectivos para acabar con la basura en Las Palmas de Gran Canaria: el contrato de emergencia de Limpieza echa a andar
- Entra en servicio la nueva glorieta de Visvique en Arucas
- Gran Canaria ya tiene representante en Gran Hermano 20: el youtuber y luchador Jonay Santana