DESAFÍO SOLIDARIO
Jimmy, el bombero madrileño que corrió media España para ayudar a los niños con cáncer
Bombero del Ayuntamiento de Madrid y ultrafondista, Jaime Domínguez acaba de recorrer 1.500 kilómetros en 30 días para recaudar fondos para la fundación Juegaterapia

Jaime Domínguez frente a uno de los camiones que conduce en el Parque de Bomberos de Arroyofresno. / Alba Vigaray
Héctor González
Un corredor da de media unos 1.300 pasos por cada kilómetro. De forma que, para recorrer 50 kilómetros es necesario dar alrededor de 65.000 pasos; mientras que para completar 1.500 kilómetros hay que dar 1,95 millones. Casi dos millones de zancadas, una detrás de otra, que ha tenido que dar Jaime Domínguez (45 años), bombero del Ayuntamiento de Madrid y atleta de ultrafondo, para superar el reto de correr 50 kilómetros diarios durante 30 días consecutivos en 30 provincias distintas de España, dentro del desafío benéfico 50x50x50 impulsado por el ultrafondista Sergio Turull.
Toda una hazaña humana, pues ha logrado recaudar hasta 182.000 euros para Juegaterapia, una fundación solidaria dedicada a mejorar la vida de niños con cáncer; deportiva, por el inmenso esfuerzo físico y mental requerido para correr tantos kilómetros durante tantas jornadas seguidas y bajo el calor abrasador del verano; y logística, por la dificultad que ha supuesto trasladarse cada día a una provincia nueva, del hotel al asfalto, de ahí al coche y vuelta a empezar.
“Han sido 1.500 kilómetros en un mes, con un calor horroroso, pero sabía que estaba preparado. Es un reto muy duro, pero deportivamente estaba consolidado”, cuenta Domínguez desde el Parque de Bomberos de Arroyofresno. El proyecto, bautizado 50x50x50 en alusión a la cantidad de kilómetros, días y provincias, nació de la iniciativa de Turull, ultrarunner e influencer mundialmente conocido por sus desafíos extremos. Jaime estaba barajando organizar algo propio, pero cuando a principios de años "conocí esta propuesta y vi que la recaudación iba para Juegaterapia, me encajó a la perfección”, apunta.

Domínguez en su puesto habitual, a los mandos de un camión de bomberos. / Alba Vigaray
Una marea solidaria sobre el asfalto
Las pruebas no consistían en competiciones al uso, con dorsales e inscripciones, sino carreras abiertas en zonas urbanas donde no hubiera tráfico y en las que cada uno podía apuntarse libremente. Cada día, en cada ciudad, se anunciaba un punto de salida, y cualquiera podía sumarse, animar o simplemente acompañar a los corredores. “La gente llevaba pasteles, tartas, lo que fuese. Para nosotros no era lo mismo correr solos que hacerlo con personas apoyando”, recuerda.
En ciudades grandes, como Madrid, Barcelona o Málaga, el reto se convirtió en un pequeño acontecimiento local, con atletas de élite sumándose a alguna etapa: “Nos acompañaron corredores como Javi Guerra, Yago Rojo, Dani Mateo o Marta Pérez. No hacían los 50 kilómetros, pero su presencia daba apoyo y visibilidad”, explica Domínguez. Eso sí, las altas temperaturas han sido un o
La expectación generada por el reto también se materializó en las donaciones. A través de un enlace para donar de forma directa o comprando calcetines solidarios, miles de personas han contribuido a superar una recaudación récord. “La última vez que miré iban 182.000 euros. Es una cifra que no se había alcanzado nunca en un reto de este tipo”, explica orgulloso este bombero madrileño.
Correr bajo el sol y contra la mente
El calor del verano convirtió cada jornada en una prueba extrema. “Había días en Cáceres que terminábamos a las dos de la tarde, a 38 grados. Eso no se puede improvisar. Hay que estar muy entrenado para soportarlo”, asegura. Su preparación incluye rutinas semanales de entre 180 y 200 kilómetros, madrugones a las cuatro de la mañana y, muchas veces, regresar corriendo a casa tras terminar una guardia de 24 horas en el parque de bomberos.
Pero más allá del físico, el ultrafondo exige fortaleza mental. “En una carrera de 24 horas tienes picos de motivación y de bajón. A veces piensas: ‘¿Qué hago aquí?’. Hay que tener absoluta confianza en la preparación, porque sabes que ese momento malo pasará”, reflexiona Domínguez, que ha empezado a estudiar Psicología por su cuenta para profundizar en la poderosa relación entre mente y deporte.
"Al final es una montaña rusa de emociones", cuenta, "en la que tienes que tener muchos recursos". En su caso, en esas horas interminables sobre el asfalto, sus pensamientos siempre terminan volviendo a lo esencial: “Tengo tres hijas y muchas veces me refugio en ellas y en mi mujer. Han sido parte fundamental del reto". Mis hijas incluso corrieron etapas de hasta 17 kilómetros, y para nosotros como padres fue emocionante ver cómo entendían que aquello ayudaba a otros niños”.
Compatibilizar entrenamientos tan exigentes con su trabajo no es fácil. “Hay días que salgo de guardia y me voy corriendo a casa, que son justo 50 kilómetros", dice con naturalidad, como quien habla de pasar por el supermercado tras el trabajo. "Otras veces me bajo del coche de un amigo y hago 20 antes de entrar al parque. Al final es cuestión de reinventarse”, explica Domínguez sobre las formas que encuentra para compatibilizar el trabajo y el entrenamiento diario.
Un estilo de vida familiar
Llevar este estilo de vida sería imposible sin el apoyo de su familia. Su mujer se organizó para acompañarle en varias etapas y cubrir la logística en casa durante las semanas de vacaciones perdidas, mientras que sus tres hijas no solo corrieron junto a él: también se implicaron en la comunicación. “Yo no tenía redes sociales hasta hace unos meses, fueron ellas las que me convencieron de abrirme una cuenta en Instagram. Me decían: ‘Papá, con esto vas a llegar a más gente’”, admite entre risas. “Al final tenían razón. Una foto o un vídeo del reto llegaba a miles de personas en un día, algo impensable para mí”, admite.
Pese a las dificultades, el sacrificio de las vacaciones y el cansancio acumulado, el esfuerzo ha merecido la pena. La imagen de Jimmy, el bombero de Madrid”, recorriendo España con un coche de bomberos como apoyo se ha convertido en símbolo de perseverancia y solidaridad. Y no será la última vez. “Creo que esta figura ha encajado muy bien. Quiero ligar mis próximas carreras a proyectos solidarios. Todos los que tenemos salud y capacidad deberíamos aprovecharlo para ayudar”, asegura.
El próximo reto le llevará a Santander, donde participará en una carrera de 24 horas en la que el Ayuntamiento de Sevilla la Nueva, la localidad madrileña donde reside, se ha comprometido a convertir cada kilómetro que recorra en algún tipo de aportación solidaria todavía por definir. “Si estoy en el kilómetro 180 y me quiero morir, pensaré que si hago diez más, habrá gente que tendrá comida. Eso me dará fuerzas”.
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