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Incendios

El fuego quemó 1,5 millones de toneladas de madera en Galicia, la mitad que se corta cada año

El sector se da hasta marzo para retirar la madera quemada; si se espera demasiado tiempo, puede volverse inutilizable y convertirse en un vector de plagas

La cadena de transformación ha acordado mantener el precio habitual

Árboles quemados en Monterrei, en Ourense.

Árboles quemados en Monterrei, en Ourense. / EFE

Noela Vázquez Dosil

Santiago

A falta de tener los datos oficiales y de contabilizar los últimos fuegos registrados este mes, el sector forestal gallego calcula que han ardido un millón y medio de toneladas de madera en la oleada de fuegos de agosto, la más devastadora de lo que va de siglo. De hecho, teniendo en cuenta que la mayoría de los incendios se produjeron en Ourense y que en esta provincia las plantaciones son principalmente de pino, esta cifra representa casi la mitad de las cortas de coníferas que se hacen al año en toda la comunidad, por lo que la decisión de la cadena de transformación de mantener los precios de la madera a los propietarios a pesar de estar quemada ha sido muy bien recibida. En todo caso, tal y como explica a FARO DE VIGO el presidente de la Fundación Arume, Xosé Mera, es imprescindible acometer estas tareas con rapidez, o la madera quedará inutilizable, llegando incluso a plantear un problema fitosanitario favoreciendo la expansión de plagas.

Concretamente, Mera explica que en la Fundación Arume —que agrupa tanto a propietarios forestales como a la cadena de transformación—, valoran un escenario en el que han ardido 1,5 millones de toneladas de madera, esto es, casi la mitad de las cortas de coníferas que se hacen al año, que rondan los 3,5 millones de toneladas.

Debido a la envergadura de los daños y a que la cadena de la transformación de la conífera se hace "toda en Galicia", señala, el sector ha "adquirido el compromiso de mantener los precios de la madera quemada", que, de otro modo, podría reducirse a la mitad.

Esto no implicará evitar las pérdidas en su totalidad, puesto que la madera se paga por tonelada y los árboles calcinados pesan menos, pero sí reducirlas. Y tampoco es un negocio redondo para las empresas que ejecutan las cortas, señala, ya que el estado de la madera, llena de polvo y ceniza, repercute en un mayor desgaste de las herramientas (procesadores, camiones….) que necesitan más mantenimiento.

Las mermas, por lo tanto, se dan "por un lado y por el otro", pero el "valor de mantener los precios de la madera" va más allá, puesto que permite que los propietarios forestales y las comunidades de montes tengan también recursos económicos para poder acometer tareas de restauración de las superficies, explica.

En todo caso, el tiempo de maniobra es limitado. El límite que se marca el sector es de unos seis meses para la madera de más calidad, la que se enviará a los aserraderos, que "es la que más urge". Eso sí, algo que Mera destaca es que en estos seis meses vendrá el período de invierno, que también pasará factura a la madera, y que muchas de las zonas que ardieron son de difícil acceso o problemáticas desde el punto de vista meteorológico, con abundantes nevadas y lluvias, "con lo que habrá meses en los que no se va a poder" actuar y una parte de la madera, irremediablemente, se perderá.

Recoger la madera urge, además, por una cuestión ambiental. Por un lado, cuanto más se tarde más posibilidades hay de que se esparzan enfermedades y plagas como el nematodo del pino; y, por el otro, el propio sector colabora con la recuperación del territorio, dejando los restos no aprovechables de los árboles esparcidos en el monte "para favorecer el enriquecimiento del suelo". La recogida de la madera quemada se convierte de este modo en una parte fundamental de la recuperación tras el paso de los fuegos.

Los incendios han sido "un duro golpe" para los propietarios en el peor momento

Los incendios de este verano han sido un "golpe duro para los propietarios" , tal y como explica Antonio Rigueiro, el presidente de la Asociación Forestal de Galicia —que también forma parte de Arume y agrupa a los propietarios forestales—, pero no solo por las pérdidas económicas, sino también por el "desánimo" que genera de cara a "trabajar en el monte y volver a recuperarlo" y hace que la gente se pregunte "¿para qué invertir si todo puede volver a ser arrasado por los incendios?".

Precisamente por esto los propietarios forestales celebran que la cadena de transformación haya acordado mantener el precio de la madera quemada que, además, puede destinarse a los mismos usos. Al contrario de lo que se puede llegar a creer, si se hace rápido el aprovechamiento y el árbol no ha sido calcinado en su totalidad, no por haber sufrido un incendio la madera tiene menos calidad. Según explica Rigueiro, aunque el árbol después vaya a morirse, permanece verde durante una temporada. Es el paso del tiempo el que hace mella, especialmente cuando la meteorología es adversa.

Este revés llega, además, en el peor momento, cuando el sector comenzaba a remontar después de una caída en la facturación que vino tras la crisis financiera. En 2015 comenzó a recuperarse moderadamente, pero con la llegada de la pandemia se precipitó de nuevo. En cambio, desde 2021 encadenaba 4 años de crecimiento consolidado, con una previsión de facturación para 2024 de casi 600 millones de euros. Ahora habrá que esperar para conocer el impacto económico que tendrán los fuegos en los resultados de 2025.

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