La vivienda y el empleo traen de cabeza a los jóvenes canarios
Los isleños sitúan estas dos cuestiones, junto a los problemas de índole económica, como sus principales preocupaciones y los psicólogos advierten de las consecuencias en su salud mental

Jóvenes a la salida de un instituto. / José Carlos Guerra
Clara Santamaría
La vivienda y el empleo se consolidan como las principales preocupaciones de los jóvenes canarios, concretamente las de aquellos nacidos entre 1996 y 2010, conocidos como Generación Z. Así lo muestran los datos proporcionados por el Instituto de Investigación Social 360, que basa sus informes en los barómetros del Centro de Investigación Social (CIS). La vivienda, de hecho, destaca muy por encima de otros asuntos, ya que ocupa el puesto número uno entre los principales problemas de la juventud –con más de un 20% de diferencia del siguiente–.
El profesor de psicología de la Universidad Europea de Canarias, Roberto García, achaca esta cuestión a dos componentes: el alto precio por su poca disponibilidad y el cambio de paradigma a nivel social. «Antes, la vida adulta comenzaba más temprano y con 20 años ya podías estar independizado e incluso tener hijos», señala. Pero la realidad de ahora es otra. «A esa transformación no solo hay que sumarle un cambio de modelo en la sociedad, también hay que tener en cuenta una situación económica desfavorable y la falta de disponibilidad de inmuebles», agrega. En este contexto, confiesa que es lógico que los jóvenes tengan una percepción generalizada de que la situación es complicada. «Muchos se plantean irse fuera para llevar una mejor vida».
Bloqueo e inseguridad
Por su parte, el psicólogo Leocadio Martín señala que la dificultad para acceder a una vivienda estable genera una sensación de inseguridad y bloqueo vital en los jóvenes. «Esto afecta a su autoestima y a su sensación de autonomía, que son clave para el desarrollo psicológico saludable», añadió. La frustración que acompaña a esa situación puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad, ya que, a su juicio, la vivienda no es solo un techo bajo el que vivir. «Es el espacio donde se sostiene la independencia emocional y social de cada persona», aclara.
García también reconoce que ese malestar puede ir acompañado de sintomatología como ansiedad, depresión o estrés. Aunque no considera que haya que focalizar la atención exclusivamente en eso: «Se trata de un problema existencialista, es decir, una cuestión del sentido de la vida. Los jóvenes se esfuerzan y al no ver resultados se desmoralizan».
Etiquetas
Para él, eso no significa que haya que traducir en un lenguaje de síntomas las cuestiones del día a día. «El modelo biomédico está obsoleto en ese sentido», agrega. Y matiza que aunque sea normal experimentar ciertas sensaciones, hay que atender a su origen y reconocer que son agravamientos de los malestares propios de la vida. «No hay que etiquetar como enfermedad mental un sentimiento que en realidad no lo es, sino comprender que que puede venir del propio sentido de la vida de esa persona», detalla.
El segundo puesto en las preocupaciones de los jóvenes es para la crisis económica y los problemas de esta índole. Martín recuerda que la inestabilidad económica prolongada hace que muchos jóvenes vivan en un estado constante de incertidumbre, lo que puede desencadenar ansiedad sostenida. «La sensación de no poder planificar a medio y largo plazo debilita la esperanza, un factor protector crucial para la salud mental», agrega. Además, apunta que el estrés asociado a la precariedad y la falta de recursos para satisfacer necesidades básicas, concretamente en las Islas, incrementa la vulnerabilidad emocional de la juventud.
Una opinión que comparte García. «Los jóvenes no tienen la certeza que la situación vaya a mejorar, y eso lo agrava aún más», explica. Asimismo, recuerda que es importante tener en cuenta que la sociedad actual se caracteriza por la inmediatez y una baja tolerancia a la frustración, fruto del abuso tecnológico. «Los jóvenes son bombas de relojería a punto de estallar, como resultado de todos estos acontecimientos.
Gratificación laboral
En tercer lugar, aunque bastante cerca del anterior, está la preocupación por el empleo. No tanto por la cuestión de si hay o no trabajo–ya que el paro ocupa unos puestos más abajo–sino por las dificultades relacionadas con la calidad del puesto laboral. «Ahora ya no vale con tener un trabajo, lo relevante es sentirse bien en ese puesto y valorar los derechos y la calidad laboral», señala García.
El profesor indica que, en este sentido, la sociedad también está experimentando un cambio de paradigma y la percepción sobre tener un trabajo digno y de buena calidad ha cambiado. «Antes estaba peor visto estar en paro. La población se conformaba con cualquier trabajo o tenían la posibilidad de cambiarlo constantemente porque había más oferta», explica. «Ahora, la gente prioriza la calidad laboral y tener un trabajo que genere gratificación», añade.
Por otro lado, Martín considera que el empleo precario o no ajustado a su formación provoca en muchos jóvenes una profunda sensación de insatisfacción y pérdida de sentido, que nuevamente afecta su bienestar emocional. «En las Islas este aspecto adquiere aún más importancia porque predomina el empleo temporal y la poca estabilidad laboral». Según cuenta, los jóvenes pueden llegar a sentirse atrapados en trabajos que no les aportan realización personal ni proyección, lo que incrementa el riesgo de estrés crónico, desmotivación y, en algunos casos, síntomas depresivos.
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