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Entrevista | Vicente Díaz Arquitecto

Vicente Díaz, arquitecto: "Seguimos viviendo en casas pensadas para el siglo pasado"

El arquitecto y profesor de la ULPGC reflexiona sobre cómo el modelo de vivienda colaborativa busca dar respuesta a la soledad no deseada y a la falta de alquiler asequible en Canarias, explica el modelo Livingston y ahonda en la necesidad de repensar la forma en que habitamos

El arquitecto y docente de la ULPGC, Vicente Díaz.

El arquitecto y docente de la ULPGC, Vicente Díaz. / José Carlos Guerra

Martina Andrés

Martina Andrés

Las Palmas de Gran Canaria

¿Por qué que nuestra forma de habitar ha cambiado tan poco en el último siglo?

Han cambiado los modelos de familia, los hábitos, nuestra relación con los demás y con la tecnología. Casi somos unos desconocidos para el mundo que vivieron nuestros abuelos y nuestros padres. Lo que está petrificado es el tipo de vivienda. En los años 20, se apostó por un tipo de vivienda que es el que tenemos ahora, que no responde ya a ninguna demanda. Todos asumimos desde hace cien años que la cocina es parte de la vivienda, cuando en el siglo XIX y a principios del siglo XX, se proponía que les pasara lo mismo que a los telares. Que en lugar de ser una esclavitud para la mujer, se convirtiera en un tema colectivo. Los telares salieron de las casas y se industrializaron. Hoy, tenemos viviendas con cocinas que apenas se usan y una gran cantidad de aparatos. En los años 50 y 60 del siglo pasado, se propició la compra de electrodomésticos para llenar aquel espacio. Hablamos de lavadoras, de secadoras, que en los años 90, y ya en el 2000 con la obsolescencia programada, se han convertido en un montón de aparatos que tienen una vida útil de un año o dos, cuando se podría tener una única lavadora industrial que cumpla esa misión. Todos esos aparatos propiciaron un modelo de sociedad que está acabando con el planeta.

¿Hay manera de revertirlo y avanzar hacia un nuevo modelo de vivienda?

Sí, se está haciendo ahora mismo. La evolución más clara es el tema de la vivienda colaborativa, que está enfrentándose a los retos actuales que requieren volver a investigar y buscar nuevos tipos habitacionales que den servicio a los nuevos tipos de unidad familiar, ya sea personas solas, personas recién divorciadas, jóvenes que quieren emanciparse... Está claro que el modelo tradicional, ni siquiera compartiendo piso, está sirviendo a la demanda porque los precios elevadísimos. Este modelo de vivienda colaborativa vinculado a las cooperativas de vivienda creo que sí que haría mucho más por la sociedad. Las administraciones sí que están empezando a apostar por esto, pero tal vez sin la suficiente entrega.

Es complicado a nivel administrativo pero también en lo que respecta al cambio de mentalidad, porque estamos en una sociedad cada vez más individualista.

Esto requiere reeducarnos en esas etapas de la vida en las que uno ya cree que se educó o se formó. Es muy complicado. Sin embargo, hay ciudades como Viena en las que se apuesta por la vivienda cooperativa. Lo que hicieron fue invertir en viviendas pero nunca las entregaron a los usuarios. Hacían viviendas a personas que tenían dificultades, que podían acceder a una vivienda pública, pero no se la entregaban en propiedad. Viena siempre se quedaba con la propiedad. De modo que, si te podías ir a vivir a otro sitio mejor, quedaba esa vivienda pública para otros que tenían una situación peor. Mientras que Viena, que es el ejemplo mundial de mantener el patrimonio público, ahora tiene unos alquileres mucho menores, España regaló todas esas viviendas a sus usuarios. El problema de España es que se hizo un esfuerzo muy grande en el último siglo para tener vivienda social, pero ya no tenemos ninguna en propiedad. Se entregaron a las familias que en aquel momento tenían problemas, pero que luego hicieron negocio con ellas.

¿Hay otros países que sirvan como ejempo en este sentido?

El modelo de Uruguay o de Dinamarca también es muy interesante. En Uruguay, en los años 60, se creó una ley de vivienda que implantaba el modelo de cooperativas de vivienda. Los suelos públicos se cedían a cooperativas para que construyeran viviendas en este sistema de cohousing o vivienda colaborativa. Uruguay es el modelo mundial de ese cooperativismo, donde tienes que educarte, porque la vivienda no es tuya, es de la cooperativa. Y te cede el uso, pero siempre a condición de que acudas a las reuniones, de que estés activo con la cooperativa. Porque hay que defender sus derechos. Tú puedes irte cuando quieras, pero o buscas a otra persona que ocupe tu lugar o dejas que sea la cooperativa la que encuentre a otra. Todo requiere un esfuerzo colectivo muy complejo. Ahora hay muchas compras de vivienda por grandes especuladores y la ciudad se ha convertido en un lugar de desigualdades, porque al final hay una gran masa de población que no puede acceder ni a la compra ni al alquiler, y hay otra masa mucho más pequeña que tiene el poder, que son los rentistas.

¿El método Livingston que usted ha investigado puede aplicarse en Canarias de alguna forma?

Sí, de hecho se está aplicando ahora mismo. Livingston era un arquitecto argentino que desde siempre tuvo clara la importancia de hacer partícipes a sus clientes del proceso, de acercarse a sus sueños, a sus deseos, tratar de entenderlos y trasladar eso al hábitat. En eso era un arquitecto atípico, porque lo importante para él no era la foto del edificio, sino la de los clientes contentos delante del edificio. Tenemos la fortuna de tener en Gran Canaria a un discípulo de Livingston que es Ricardo García Molina. García ha hecho una tesis en la que estudia la posibilidad de intervenir con el método Livingston pero en colectivos más numerosos. Él pone su experiencia con la cooperativa El Ciempiés, una de las que está aquí en Gran Canaria. Además, está llevando el diseño de varias cooperativas.

¿Cuál es la base principal de este método?

La base fundamental es la escucha. El arquitecto se convierte en un profesional que atiende a los deseos y a los sueños de las personas que se acercan. Se utilizan juegos y técnicas que son lúdicas pero que están intentando ir un poco más allá de los programas funcionales que nos entregan a los arquitectos para hacer un edificio. Lo que hacía Livingston era meter en la ecuación a todos sus clientes, pero no solo a los que venían a hacer el encargo, que eran los padres, sino a los niños, a los mayores, porque el diseño incluía a todos los habitantes de esa casa.

¿Cree que llegará un punto en el que habrá un cambio de modelo?

Sí. Las cooperativas son muy complicadas ahora en Gran Canaria, pero es verdad que es un proceso de personas que están llegando ya a la jubilación, que tienen un cierto poder adquisitivo. Así que estamos trabajando en un modelo ampliado que intenta reconvertir la vivienda que existe en vivienda colaborativa. Yo estoy en la universidad y doy clase a jóvenes de tercero y de quinto y muchos de ellos son Erasmus. También doy clases a 1200 alumnos que son mayores de 55 años, pero la mayoría están jubilados. El proyecto que estamos intentando poner en marcha es que hagan match. Por un lado, se produce el fenómeno de la soledad no deseada, de personas que viven solas pero con tres habitaciones, y por otro lado, se produce el fenómeno de que no hay alquileres asequibles. La vivienda se puede transformar para acoger a un Erasmus, para acoger un nieto, para acoger un cuidador o cuidadora. De aquí queremos que salga un programa de la ULPGC para afrontar la soledad no deseada y el problema de alojamiento de los jóvenes.

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