Ayer, durante gran parte de la mañana, varios agentes de la Policía Nacional custodiaban la entrada de la vivieda en la que el martes se hallaron los cuerpos sin vida de los niños Tindaya, de 11 años, y Joseba, de cinco. Ambos murieron en su casa. Su madre se autoinculpó en el momento en el que la Policía encontró los cadáveres de los menores. Los vecinos siguen sin dar crédito a lo que ha pasado. Las calles del barrio suelen ser tranquilas. Hay quien asegura incluso que los fines de semana parece un pueblo fantasma. "Eso tiene sus casas malas y buenas; no se oyen ruidos pero si hay una urgencia, no sabe uno donde acudir", explicó Manuel Herrera, vecino de una calle cercana a la de la vivienda en la que ocurrieron los hechos mientras tiraba la basura.

Sin embargo, la paz parece que ha desaparecido en los últimos días. El trasiego de los agentes de la Policía Científica al entrar y salir de la casa y el ruido de sus coches y motos se han unido a la gran cantidad de medios de comunicación que se han desplegado en la zona casi de forma constante.

Sobre las 14.30 horas de ayer los agentes retiraron el cordón policial que impedía el paso. Poco a poco una aparente normalidad volvía a la calle Primero de Armenia. Lo que sí escaseaban, antes y después de retirar la cinta, eran los vecinos. El silencio se ha apoderado de la mayor parte de las calles y salvo algún despistado que sale a comprar por necesidad, pocos son los que caminan junto a esta zona.

En la tienda de ultramarinos Víveres Vistabella las pocas palabras que se cruzan tienen siempre que ver con este suceso. Nadie quiere decir su nombre. Prefieren pasar desapercibidos, aunque asumen que están muy afectados. Cada día, salvo raras excepciones, los dos pequeños acudían hasta aquí a comprar. Solo tenían que cruzar una calle para hacerlo por lo que la mayor iba a veces sola hasta el local. Su propietario, consternado con lo que ha ocurrido ahora, no tiene fuerzas siquiera para hablar. Eran "niños normales", afirma antes de añadir que en ningún caso ni él ni nadie podía imaginar lo que ocurrió.

Vecinas afectadas

Otra vecina que compra con frecuencia en esta tienda declara que nunca había hablado personalmente con Sonia, la madre de los menores. Sin embargo, asegura que sí había saludado y hecho algunas bromas con los dos pequeños a los que veía de manera habitual en este comercio. En su opinión, todo lo que se diga ahora sobre cómo acaeció todo son habladurías y rumores. Para esta mujer, solo los implicados sabrán realmente lo que sucedió así como las causas del fatal desenlace.

También muy afectada se mostró la vecina que vive justo frente a la casa donde sucedió todo. Ayer su tranquilidad era mayor porque la presencia del cordón policial impedía la entrada hasta su vivienda de curiosos y periodistas.

Esta mujer ha residido aquí durante décadas. Sus hijas, cuando tan solo eran unas niñas, jugaban puerta con puerta con la madre de los pequeños. Aseguró que Sonia "no estaba bien" desde hacía ya años y que "seguía un tratamiento con pastillas que a veces la dejaban embobada". Sin embargo también añade que nunca la vio tratando mal a los niños y que la situación en el inmueble vecino era "totalmen normal". La casa donde sucedió todo siempre fue residencia familiar y ahora era Sonia la que vivía junto a sus dos hijos y su actual pareja, padre solo del pequeño de cinco años. En muchas ocasiones los miembros de la familia les hacían una visita. La última el pasado lunes, cuando Sonia se negó a que vieran a los pequeños alegando que estaban durmiendo. Su extraño comportamiento les resultó sospechoso por lo que al día siguiente, ya martes, volvieron a visitarla y divisaron sangre en una de las habitaciones a través de las persianas que dan a la calle.

Ni gritos ni peleas

La pareja de Sonia era "curandero o vidente". Son varios los vecinos que declaran lo mismo. Cada día, varios coches, de diferentes marcas y modelos, aparcaban junto a su casa y les hacían una visita que duraba como mucho una hora. También coinciden en que nunca oyeron gritos ni peleas en el domicilio familiar, razón por la que a casi todos ha sorprendido la muerte de Tindaya y Joseba.

Cada día los dos pequeños acudían a su colegio, el de Ofra-Vistabella. Los pasados lunes y martes faltaron a clase. La dirección del centro rehusó ayer dar ningún tipo de declaración aunque su consternación por lo sucedido era más que evidente. De hecho, las banderas del patio principal ondeaban a media asta. Asimismo la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias anunció ayer que ya ha puesto a disposición del colegio donde estudiaban los dos niños un equipo de orientación educativa y psicopedagógica para que preste asistencia psicológica a su alumnado y profesorado.

A la salida del colegio los corrillos de las madres mientras esperaban a sus hijos tenían este suceso como único tema de conversación. Ninguna de ellas se explica lo que puede llevar a una madre acabar con la vida de sus hijos. La mayoría aspira a que "todo este drama" se termine cuanto antes. "No olvidaremos a los pequeños, pero es muy desagradable para nuestros hijos", explicó una de ellas.