La familia que forman los bomberos se estremeció ayer con la despedida de su compañero Manu Carreño Mendoza, fallecido el pasado sábado tras ser atropellado por un vehículo cuando circulaba con su bicicleta por la antigua carretera del Sur. Aquellos que compartieron momentos junto a Carreño durante los últimos siete años en los que había formado parte del cuerpo del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria destacan de él su humanidad. "Era un luchador, muy buena persona, un gran profesional que tenía las cosas muy claras", recordaba Gonzalo García-Fresca momentos antes de que el cuerpo fuera trasladado desde el tanatorio de Las Rubiesas hasta el cementerio de San Gregorio, donde fue despedido por sus compañeros y cientos de personas en la tarde de ayer.

A las nueve de la mañana del pasado sábado Manu Carreño salía del trabajo y se preparaba para entrenarse de cara al Ironman de Lanzarote, en lo que iba a ser su primera participación en la prueba. "Casi siempre salíamos los dos juntos, pero el sábado salió él solo", apuntaba García-Fresca. Había salido de Puerto Rico nadando hasta Amadores, donde se desprendió del traje de neopreno y cogió la bicicleta de triatlón. "Iba a hacer unas cuatro horas, que sería ir hasta Telde y volver", agregó. Sin embargo, encontró la fatalidad en el camino. Durante el entrenamiento sufrió un accidente cerca de Pasito Blanco, en el que también se vio involucrado un turismo conducido por un turista, y falleció en el hospital San Roque Maspalomas. En ese momento, cuando el reloj apenas había sobrepasado las 12 horas, se segó su vida.

Manu nació hace 33 años en Jinámar, donde se crio, estudió y se formó como un gran deportista que practicaba todo tipo de modalidades. "Era licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y también llegó a estudiar un año de Ciencias del Mar", indicó Sergio Jover, otro de los compañeros del turno en el parque de Puerto Rico, donde Manu trabajaba desde hacía cinco años. "Incluso se había sacado una plaza como agente de la Policía Nacional, pero esa no era su vocación, lo que él quería ser era bombero y hace siete años consiguió entrar en el Consorcio. Era de los mejores; quedó el cuarto de su promoción", añadió ayer Jover.

En el parque llevaban una convivencia "increíble", como la describen sus cinco compañeros de turno: los mencionados Gonzalo García-Fresca y Sergio Jover, el cabo Fernando Madrid, Efraín Martel y José Juan Quintana. Allí siempre quedará el recuerdo de la buena mano que Carreño tenía con la cocina. "Hacía un flan y una tarta de manzana impresionantes", señalaba Jover. "Manu era el del cafecito. Siempre que llegaba me decía: 'Any, vamos a tomarnos un café", apuntó Any Montesdeoca, la encargada de la limpieza en el puesto de Puerto Rico. "Era un encanto de niño, un tesoro".

Bromas

Las bromas también estaban presentes durante las 24 horas que cada cuatro días pasaba este grupo juntos, algo que termina convirtiéndose para todos ellos en una segunda familia, como lo definen los propios bomberos. "Estaba siempre bromeando. Era una persona muy activa, que practicaba todo tipo de deportes, desde el triatlón hasta los vuelos de parapente", algo a lo que se había aficionado hacía poco, incidió Jover.

En el trabajo también era una persona que destacaba. Uno de sus últimos servicios fue el de la explosión en un hotel del sur de Gran Canaria el pasado mes de noviembre. "Manu entró con nosotros a rastrear para ver si había víctimas y fue uno de los que sacaron a una de las heri-das por la explosión", comentó García-Fresca.

Después de cinco años son muchos los recuerdos que les vienen a la cabeza a sus compañeros bomberos del Consorcio. Gonzalo García-Fresca reconocía que "va a ser muy duro acostumbrarse a que ahora no esté después de tantos años viéndolo todo el día".