En el chalé número 1 de la Urbanización Aitana Maspalomas residieron durante años Juan Antonio Álvarez y María Ángeles Molina, Angie. En ese inmueble fue donde el empresario argentino fue hallado muerto después de jugar al pádel. La causa, en un principio, fue la ingesta de ácido fosfórico. Quince años después, el inmueble ha sido vendido por una inmobiliaria a una familia noruega tras estar años alquilados por la condenada.

En la urbanización pocos que recuerdan a este matrimonio. "Cuando ellos vinieron yo me acababa de mudar", dice José Manuel Martínez, quien asegura que "si no la veo no sé quién es", refiriéndose a Angie. Sin embargo, si que recuerda aquél día cuando encontraron muerto al empresario argentino. "A él lo conocíamos por Juan", dice, aunque no apunta más datos sobre lo sucedido aquel mes de noviembre de 1996.

Otro de los residentes de la zona también recuerda lo ocurrido, aunque prefiere mantener el anonimato y sólo acierta a decir que apenas tuvo trato con el matrimonio. Mientras, otros vecinos aseguran haber escuchado algo durante los últimos días sobre el caso, pero no recuerdan nada de lo ocurrido o han residido en la zona después de que tuviera lugar el fallecimiento.

A los pocos días de que Juan Antonio Álvarez falleciera, María Ángeles Molina abandonó la vivienda y no se le volvió a ver por la urbanización.

El chalé adosado en el que residieron permaneció vacío durante años. "Tuvo algunos inquilinos", apunta Martínez, hecho que corroboró la propia Angie durante el juicio por el asesinato de su amiga Ana María Páez, en el que declaró que recibía 3.000 euros por el alquiler del inmueble en el sur de Gran Canaria. Ello, junto con su sueldo y una pensión ingresaba unos 7.500 euros al mes, a lo que hay que añadir dos millones de euros por la herencia de su marido.

Sin embargo, después de quince años, a principios de este año la vivienda fue comprada por una familia noruega, que remodeló todo el edificio.

Este no era la única propiedad que poseía la condenada por asesinato. En la época de la muerte de su marido, poseía además un vehículo BMW y se quedó con las participaciones que tenía su marido en dos importantes restaurantes de Playa del Inglés.

Además, durante los últimos años disfrutó de un elevado nivel de vida, con joyas y vehículos de alta gama.