Perico Castillo, de 65 años, ya se recupera de las heridas en la vivienda de una de sus hijas en el barrio de El Polvorín, en Las Palmas de Gran Canaria. Allí aún recuerda lo que vivió hace dos semanas cuando un amigo suyo, al que había acogido en su domicilio de Casablanca III al carecer de techo donde poder dormir, le agredió, robó y encerró durante casi tres días en su casa sin darle de comer e impidiéndole ir al baño. De ello este jubilado sólo recuerda que cuando se despertó "salí a gatas de la casa y pedí ayuda a los vecinos".

La historia comenzó hace ahora casi un año. "Lo vi tirado en el parque Santa Catalina y decidí acogerlo en casa", explica el agredido, quien asegura que antes "ya había ayudado a más personas; también había metido en casa a otro hombre de 85 años: lo hago porque me da pena verlos tirados en la calle".

Durante meses se fraguó una gran relación de amistad con Juan, el presunto agresor. "Le ayudé a todo. Lo llevé al Hospital Militar, también le conseguí una paga para que pudiera vivir, se empadronó en mi casa, cuando lo necesitaba le daba comida y en algunas ocasiones también le regalé ropa", indica este jubilado, quién durante años trabajó como peón de limpieza en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Todo se torció el pasado 26 de junio, justo el día en el que Perico cobró su pensión. "Llevaba encima unos 600 euros", dice Castillo. De ese día y de los dos siguientes afirma no recordar nada. "Sólo sé que cuando me desperté tenía numerosas heridas y estaba rodeado de mis propios excrementos". Lo que había ocurrido era que Juan R. R., de 37 años, y a quien con gran generosidad había dado cobijo, supuestamente le había golpeado de tal forma que lo dejó inconsciente. "Gateando cogí una llave que estaba encima de una mesa y logré abrir la puerta, que estaba trancada con dos palos de madera", recuerda.

Una vez fuera del domicilio vivió una situación surrealista. "Como pude llegué al ascensor y bajé hasta el portal del edificio", en Casablanca III. A pesar de su estado, con heridas en la cara por los golpes, uno de los vecinos apenas le puso atención. "Le dije a Antonio que me ayudara, que estaba jodido, pero no me hizo caso". Tuvo que ser un chófer de guagua el que le ayudara. "Me conoce y tras explicarle cómo estaba me trajo hasta casa de mi hija, en El Polvorín", apunta. Allí, sus nietas, se alarmaron al ver su estado. "Me dijeron: 'Pero abuelito, ¿qué te ha pasado?"

Tras tener conocimiento la Policía Nacional de lo ocurrido, comenzó una investigación y durante los últimos días procedió a la detención de Juan R. R. en la calle Luis Morote del Puerto como presunto autor de los delitos de detención ilegal, robo con violencia y lesiones.

A pesar de ello, Perico no quiere culparlo. "Yo no me acuerdo de nada y no sé si fue él quién me agredió y me robó", comenta mientras le dice a su hermana Carmen que ya se encuentra mejor de las heridas.