A Valle Gran Rey no se puede acceder por tierra. La única manera de hacerlo es a través de los pocos barcos que hacen trayectos desde San Sebastián, la capital de la Isla. El fuego ha entrado por el barranco en cuyo cauce se encuentra este pueblo, asediado por un incendio que durante la madrugada de ayer obligó a evacuar a 3.000 vecinos y turistas que veían como las llamas se acercaban con una gran rapidez al casco urbano.

Una pequeña lancha con capacidad para doce personas es de los pocos transportes con los que se puede entrar hasta uno de los municipios más afectados por el incendio. A las once de la mañana sale del puerto de San Sebastián con todas las plazas ocupadas y comienza a bordear el Sur de la Isla, hasta que casi una hora después hace su atraque en Valle Gran Rey. Durante el trayecto apenas se aprecian vestigios del incendio. El cielo está limpio, con una fina capa de calima, pero ni rastro de humo ni nubes que carguen el ambiente. La temperatura supera en todo momento los treinta grados.

Ya en el casco municipal todo parece tranquilo. Lo único que se sale de la rutina es la hilera de vehículos que espera para embarcar en el barco de Armas, que con motivo de lo ocurrido fleta una línea desde el pueblo hasta el puerto de Los Cristianos, en Tenerife. El resto del pueblo está en calma. Algunos turistas deambulan con maletas por las calles, más de uno buscando la manera de salir de la localidad para regresar a sus viviendas.

La erosión

Hay que caminar unos dos kilómetros para ver el efecto que ha hecho el fuego sobre este municipio. Cuando ya las pintorescas casas de Valle Gran Rey dan paso a las palmeras y la naturaleza se puede apreciar cómo las llamas fueron avanzando hasta la puerta de este pago turístico de La Gomera. Alcanzó casi el cruce de Orijana, donde la Guardia Civil ha montado un dispositivo para evitar que los vecinos accedan a sus viviendas que podrían haberse visto calcinadas por las llamas.

A lo lejos, la iglesia de la Virgen de Los Reyes asoma blanquecina sobre una loma totalmente cubierta de negro, al igual que toda la ladera que continúa barranco abajo en dirección a Valle Gran Rey. Parece que el templo religioso se ha mantenido firme ante el avance de las llamas, al contrario que una treinta de viviendas que han resultado seriamente dañada.

Todo ello fue el resultado de unos hechos que se desencadenaron en cuestión de minutos. El alemán Wolgang Fleck, natural de una localidad cercana a Hamburgo pero vecino de Valle Gran Rey desde hace 12 años, recuerda que sobre las nueve de la noche "empecé a refrescar los alrededores de mi casa con una manguera porque el incendio estaba acercándose".

Estaba en la parte alta del barranco. Fleck describe lo que después ocurrió. "Fue cuestión de diez minutos; había bastantes puntos con fuego y comenzó a correr muy rápido barranco abajo". Wolfgang Fleck no dudó en huir de allí junto a su mujer. Pasó la noche fuera de su vivienda, de la que ayer aún no sabía qué había quedado de ella. "La había construido con madera que traje de Alemania, y dentro lo tengo todo", apunta, mientras visualiza con unos prismáticos cómo había quedado unos montes que hasta hace un par de días numerosas palmeras dejaban un paraje espectacular.

"Pasamos momentos de pánico", explica Cristina Marichal, residente en este municipio gomero. "Estaba en el balcón y me asomé porque hacía mucho calor", dice Marichal, quien agrega que todo fue "cuestión de segundos. Salimos de casa corriendo y el fuego iba más rápido que nosotros, parecía la lava de un volcán por lo rápido que camina", comenta. "Por suerte se desalojó a la gente a tiempo", finaliza.

Esa fue una de las grandes preocupaciones. Muchos vecinos habían permanecido atrincherados en sus viviendas, a pesar de que desde hacía dos días tanto la Policía Local como la Guardia Civil habían advertido de la situación de riesgo que vivían.

"Hubo gente que pidió socorro", apunta Vicente Santo, que añade que "a última hora bajaron tres chicos en chanclas que estaban refrescando cerca de sus casas y decían que no aguantaban más".

Manuel García, de El Hornillo, asegura que a las autoridades "ya se les había advertido de que el barranco era un polvorín" debido a la maleza que allí se acumula tras años en los que, según García, no se había limpiado. Eso, unido a las altas temperaturas y a la sequedad de la tierra por la falta de lluvia durante los últimos años, provocó la desgracia. Manuel García describe que salió de su casa "con lo puesto. Se quemaron las gallinas, las ovejas... allí no quedó nada".