La policía, a través del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO), tiene constancia de que, a pesar de los diversos golpes propinados al clan Nuvoletta en el sur de Tenerife, nuevos mafiosos continúan con la idea de volver a asentarse.

Desde que el jefe del clan Nuvoletta, Angelo Nuvoletta, ordenó a su hombre de confianza, Armando Orlando, conocido como el Palurdo, que se desplazase a Tenerife para establecer un centro de operaciones lejos de las miradas de los Carabinieri, muchos hechos han acontecido. Armando mandó a llamar a Luigi Esposito y a Guiseppe Felaco, quienes se encargaron de montar la infraestructura en la Isla.

Primero comenzaron con la construcción de apartamentos en el sur de la Isla hasta que los mafiosos deciden hacerse con la joya de la corona, el Marina Palace. Cuatro millones de euros costó el impresionante complejo de 200 habitaciones.

Este grupo criminal es también conocido por la policía italiana como el clan de los maraneses, que debe su nombre a la localidad de Marano (Nápoles), de donde son oriundos. Al frente del entramado mafioso queda Giuseppe Felaco, que es nombrado administrador de diversas sociedades en las que figuran otros mafiosos como Mario Varriale, Ricardo Capasso y Luige Felaco, hijo de Giuseppe y que cuenta con antecedentes en Italia por homicidio.

Giuseppe Felaco murió en noviembre de 2011 un mes después de la operación Pozzaro, en la cama junto al lago Como en su mansión de lujo.

La Policía Nacional, en colaboración con la Guardia Civil, golpeó en numerosas ocasiones a los criminales italianos. Basta recordar las operaciones Babaria, Sota o Pozzaro. Sin embargo, la mafia vuelve a reproducirse tal como ocurre con los tentáculos de un pulpo. Además, se da la circunstancia de que, a pesar de ser detenidos y extraditados a Italia, una vez que salen de prisión regresan de nuevo al sur de la Isla.

Si algo caracteriza al mafioso de nueva ola es su olfato para las inversiones. Giuseppe Felaco, conocido como Pepe entre su gente, supuestamente blanqueó más de 12 millones de euros en solo tres años.

En la Isla procuran pasar desapercibidos en lo que consideran su retiro dorado. Sólo se mueven entre gentes de su misma nacionalidad, frecuentan las pizzerías y locales de ocio nocturno liderados por sus compatriotas.