La suerte, ayer, viajaba en zódiac por Cofete. Tres policías de Fuerteventura, dos del Cuerpo Nacional de Policía destinados en la Isla y uno de la Policía Portuaria de Puerto del Rosario, que pasaban su día libre pescando en una embarcación de recreo por el solitario paraje majorero, no salían este martes de su asombro cuando escucharon, en medio del mar, a una persona que pedía auxilio a gritos. Se trataba de un senderista de 38 años que el pasado domingo se precipitó accidentalmente por los acantilados de la zona norte de la inmensa playa y, con graves heridas en la cadera y un brazo roto, remaba hacia ellos sobre un destartalado bugui, que halló abandonado en la playa, pidiendo ayuda.

El calor apretaba y no eran aún las once de la mañana cuando los tres agentes -Arán I. A., Alberto P. C. y Jorge A. H.- se toparon con una situación inesperada. "Escuchamos a alguien que gritaba con insistencia ´¡socorro!", relata uno de ellos. Su sorpresa fue enorme cuando divisaron un hombre flotando en esta zona del suroeste de Fuerteventura, caracterizada tanto por la escasa presencia de bañitas como por la habitual bravura del océano. Al acercarse hasta él comprobaron la gravedad de la situación. "Tenía afectada la cadera y también el brazo. De hecho, la herida del brazo era una lesión abierta, con el hueso a la vista", cuentan los protagonistas. "Estaba semidesnudo", agregan.

Tras calibrar el alcance del suceso, decidieron alertar a la sala operativa del Centro Coordinador y de Emergencias del 112 para solicitar ayuda. "Además de las heridas, el hombre se encontraba deshidratado y presentaba quemaduras provocadas por el sol. Nos contó que el domingo salió a pasear por Cofete y cuando andaba por los riscos cayó por el acantilado", rememoran los agentes policiales sobre el relato que, entre sollozos y temblores, les confiesa el herido después de rescatarlo. "Estaba tan agradecido y había estado tan desesperado que nos repetía una y otra vez que iba a ponerle a sus hijos nuestros nombres por salvarle la vida".

En su descripción, el náufrago les asegura que "había aguantado desde el domingo gracias al culo de refresco que quedaba en una pequeña botella, arrastrada por la marea hasta la orilla de la playa", una costa kilométrica, de poco tránsito sobre todo en ese extremo norte, a donde no llega casi ningún visitante, pues se localiza en el extremo opuesto al habitual camino de acceso a Cofete, aproximadamente a diez kilómetros del lugar donde se produjo el accidente.

El destartalado bugui -corcho en castellano- en el cual flotaba el herido también lo encontró, según su testimonio, entre las basuras arrastradas hasta la costa por las mareas. "Cuando vio nuestra embarcación nos dijo que se lanzó al agua desesperado y empezó a nadar hacia nosotros durante una hora", añaden sin olvidar, asimismo, la suerte que ha corrido este náufrago porque durante estas jornadas de septiembre el mar ha estado tranquilo en Cofete, algo poco habitual en esa área salvaje de la costa majorera.

Rescate del helicóptero

Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Portuaria de Puerto del Rosario pusieron en alerta sobre este suceso a la sala operativa del 112, a las 10.56 horas del martes. El Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes), dependiente del Gobierno de Canarias, activó inmediatamente la aeronave del GES (Grupo de Emergencia y Salvamento), cuya tripulación, cuarenta minutos más tarde, izó al herido al helicóptero y le trasladó hacia la helisuperficie del Hospital General de Fuerteventura Virgen de la Peña, donde el accidentado comenzó a recibir atención médica.

La Guardia Civil, al parecer, había recibido ya esa mañana de martes una denuncia por la desaparición del deportista rescatado.

Redes rotas para protegerse del frío y el sol

El adulto rescatado ayer en aguas de Cofete, en Fuerteventura, tras precipitarse por un acantilado el domingo, ha relatado que para protegerse del frío y del sol durante las dos jornadas que pasó herido en la costa majorera utilizó pedazos rotos de redes de pesca para cubrirse. Las quemaduras solares eran evidentes para sus improvisados rescatadores, a quienes contó que, tras recuperar la consciencia, después de golpearse en la cabeza con una roca en la caída, usó para cubrirse los aparejos marineros arrastrados por el mar hasta la orilla. En la foto, realizada por los ocupantes de la embarcación de recreo que le salvaron la vida, se aprecia una ladera de arena y piedras con la tabla de surf que, al parecer, transportaba el herido. Allí la abandonó, junto a una mochila, cuando decidió lanzarse al mar ayer para pedir auxilio a los pescadores de la zódiac.