La Brigada de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía de la Comisaría Provincial continúa con las diligencias para tratar de averiguar la identidad del cadáver que apareció el jueves en el interior de dos bolsas militares junto a los pilares de un puente del Barranco de Santos, en la capital tinerfeña. En una de las bolsas había un cráneo y la otra contenía el resto del cuerpo.

El levantamiento del cadáver se produjo al filo de la medianoche y se hizo cargo de él a titular del Juzgado de Instrucción nº 4 de Santa Cruz de Tenerife. El cadáver fue conducido hasta el Instituto de Medicina Legal para la práctica de la autopsia.

Los agentes tratan de determinar la filiación del cuerpo encontrado y a partir de ahí intentarán determinar la causa de la muerte. Fueron siete jóvenes que se encontraban esa tarde en el barranco quienes localizaron los dos petates militares.

Uno de los chicos contó que al levantar una de las bolsas que hallaron salió de ella "un cráneo que conservaba la dentadura". "Era muy reducido como si se tratase de una persona joven o un adolescente", explicó. Junto a estos restos se encontraba otra bolsa. Este mismo testigo narró que la segunda bolsa se abrió después de que le propinaran varias patadas. En ella se veía el resto del cuerpo, un tronco, que aún conservaba restos de carne amarillenta y con larvas de gusanos. Entonces, llamamos a la Policía".

Incendio

Debido a un incendio ocurrido en la ladera de la montaña de Cueva Roja, se personaron en el lugar numerosos efectivos policiales y de Protección Civil, al igual que tres dotaciones de la Unipol de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife, quienes bajaron al fondo del barranco. Allí corroboraron la información que habían recibido desde su central, por lo que llamaron al Cuerpo Nacional de Policía, que a partir de ese momento se hizo cargo de custodiar los restos, así como los vestigios a su alrededor.

Pronto llegaron los miembros de la Brigada de Homicidios, quienes se entrevistaron con dos de los jóvenes que encontraron los petates y con una vecina de una casa que está en las proximidades del lugar del macabro hallazgo. Los funcionarios trataban de averiguar si estas personas habían visto algo anormal en los últimos días, ya que el cadáver, debido al avanzado estado de putrefacción en el que estaba, podría llevar varias semanas en el lugar. De hecho, los jóvenes relataron que probablemente fue arrojado desde lo alto del puente Javier Loño al fondo del barranco, unos 30 metros de altura y vino a caer justo encima de un paraje de zarzales, lo que dificultó su hallazgo. Además, los petates, que podrían aportar alguna pista tras su análisis, habían perdido su color caqui al estar tanto tiempo a la intemperie e incluso uno de ellos tenía una rotura por donde asomaban parte de los restos que, a su vez, estaban envuelto en una bolsa.

Una de las hipótesis es que el cadáver estuvo oculto en otro lugar y fue trasladado a esta zona con el fin de hacerlo pasar desapercibido. Por tanto, los autores sabían que se trata de un lugar nada concurrido y que el olor que desprende un cuerpo putrefacto se diluye en un barranco.