En abril de 2011, la Guardia Civil encontró 850 kilos de nitrato de amonio en el caserío Legorreta (Guipúzcoa), la mayor cantidad localizada hasta entonces. Y no era la primera vez. Los hermanos y etarras Igor y Aitor Esnaola ocultaban allí este material fertilizante, usado habitualmente por ETA para fabricar explosivos. Este compuesto es la base del abono agrícola que transporta el buque británico MV Cheshire, que desde el lunes navega a la deriva a unas 80 millas al sur de Gran Canaria. Al tratarse de un producto altamente hidrosoluble no existe riesgo de contaminación para el fondo marino y las costas del Archipiélago. Pero este inofensivo fertilizante, apreciado en el sector agrícola por su aporte de nitratos al terreno, torna en explosivo si se expone a altas temperaturas o se asocia con derivados del petróleo.

El carguero, con 40.000 toneladas de esta sustancia a bordo, está dejando tras de sí una columna de humo. Los expertos consultados por este periódico señalan que el nitrato de amonio (NH4NO3), como agente oxidante y muy comburente, aviva las combustiones. De ahí que subrayen que su peligrosidad reside en el uso que se le dé.

Desde finales de la II Guerra Mundial, este compuesto se aplica como fertilizante. Este material, aprovechado por las plantas, no causa daños en la piel salvo que existan heridas previas. Sin embargo, si entra en contacto con los ojos produce irritación y enrojecimiento y, si se inhala, alguna reacción alérgica que afecta al aparato respiratorio.

Los especialistas insisten en que a priori no se debe temer por efectos contaminantes sobre el suelo marino o algún tipo de acción adversa en las costas. No en vano, en mayo de 2015 se produjo un derrame de 180 toneladas de nitrato de amonio cerca de la costa de Puntarenas, en Costa Rica, por el hundimiento del barco que lo transportaba. Pese a la alarma inicial, las autoridades costarricenses señalaron que el riesgo para los bañistas era nulo por la rápida disolución del compuesto.

Ahora bien, los expertos inciden en que en la manipulación y almacenamiento de este material es necesario tener ciertas precauciones. Así, por ejemplo, el fertilizante no debe situarse al lado o cerca de ácidos, compuestos orgánicos o combustibles gaseosos o líquidos, ya que se pueden originar reacciones químicas violentas.

Esta circunstancia es, precisamente, la que ha atraído a los terroristas. El abono, combinado con combustible, da lugar al amonal y al conocido explosivo ANFO ( Ammonium Nitrate Fuel Oil). En 1970 se utilizó por primera vez con un fin terrorista. Fue en Estados Unidos, donde el grupo antisistema Banda del Año Nuevo situó un coche bomba en las cercanías del Centro de Investigación Matemática del Ejército. El atentado se llevó por delante la vida de un estudiante y otros dos resultaron heridos. Más tarde se sumó el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y ETA, que encontraron en este compuesto un material habitual para producir explosivos.

El ANFO estuvo presente en el ataque contra la Asociación Mutual Israelita Argentina de 1994, en Buenos Aires, y está en el punto de mira de los talibanes, que emplean este material para causar el terror.

Asimismo, en el atentado de julio de 2011 que enmudeció Noruega también estaba presente este abono. Anders Behring Breivik trabajaba en una explotación agrícola, por lo que nadie sospechó que comprase seis toneladas de nitrato de amonio. Al tratarse de un fertilizante, la compra de esta sustancia es mucho más asequible que cualquier otro elemento para fabricar explosivos. Pero Behring Breivik, en lugar de esparcirlo sobre el terreno, lo utilizó para sembrar el caos y el horror en el país. En Oslo, la capital, colocó una bomba que terminó con la vida de ocho personas. Después, inició un tiroteo en la isla de Utoya que se saldó con el fallecimiento de 69 ciudadanos más.