El debate sobre la tenencia de perros de raza peligrosa vuelve a estar en el tablero con la muerte ayer a dentelladas de un can de raza pit bull de una vecina del barrio de La Camacha, en el municipio palmero de Puntallana. El animal tuvo que ser abatido a tiros por una pareja de la Guardia Civil del puesto de San Andrés y Sauces.

Los hechos tuvieron lugar sobre las 14.00 horas cuando la víctima, Ruth Barea de 39 años, se encontraba sola en el domicilio familiar. En un momento determinado y, por causas que se desconocen, el perro atacó a la infortunada víctima que no pudo defenderse del can. La mujer murió debido a la gravedad de sus lesiones.

Un primo de la fallecida fue quien descubrió la terrible escena cuando se acercó a visitar a su familiar. Esta persona llamó a la Guardia Civil y una pareja del puesto de San Andrés y Sauces fue la primera en llegar. Los agentes, ante la agresividad del perro y el peligro que podrían correr sus vidas, tuvieron que abrir fuego y abatir al can.

La víctima era vecina de Breña Baja, aunque llevaba viviendo seis meses en el lugar donde ocurrieron los hechos. Deja cuatro hijos y un compañero sentimental algo más joven, de 36 años. Ruth había trabajado mientras vivió en Breña Alta en diversos convenios municipales. Ahora la pareja se dedicaba a trabajar en un huerto urbano.

A media tarde, el titular del Juzgado de Instrucción de Guardia de Santa Cruz de la Palma ordenaba el levantamiento del cadáver y su posterior traslado hasta el Hospital General para la realización de la autopsia y de esta manera poder determinar las causas del óbito. La Policía Judicial de la Guardia Civil de Los Llanos de Aridane se hizo cargo de las diligencias.

Esta es la tercera muerte a manos de un perro de raza peligrosa en la provincia tinerfeña. En junio de 2006, en Valle de Guerra, en La Laguna, un can de raza american staffordshire, que se encontraba en una azotea atacó a una mujer, identificada como Carmen González, de 50 años. Mordida en la yugular, falleció desangrada.

Los hechos ocurrieron en la calle Manuel de Vera número 46. La víctima subió hasta la azotea para tender la ropa, algo que hacía de manera habitual. Sin embargo, por causas que se desconocen, la mujer tropezó y se cayó, golpeando con una pierna al perro. El animal se abalanzó y le atacó en el cuello. El can era propiedad de su hijo Carlos, que al oír el estruendo subió a la azotea de la vivienda, donde el perro, de 40 kilos de peso, sostenía a su madre atrapada.

El segundo caso tuvo lugar en junio de 2010. La tragedia comenzaba sobre las 15.30 horas en el barrio de La Gallega, en el sureste de la capital tinerfeña. Sobre esa hora saltaba la alarma en el interior de la vivienda ocupada por Néstor, de 23 años, y Rocío, de 22, padres del pequeño Néstor Aquiles Navarro González, de tres años. Jamás hubieran pensado que el perro pit bull que hacía poco menos de un mes fueron a buscar a la perrera de Valle Colino acabaría a dentelladas con la vida de su único hijo.