Los amigos David no dan credibilidad a que dejara morir de hambre a su abuela. "Vivía por y para su abuela, se encargaba de darle de comer y también de cuidarla; había veces que nos decía que tenía que subir a bañarla", declaraba en el parque uno de ellos mientras otro sostenía con una cuerda un perro que hasta hace dos días convivía con David y con su abuela Hilaria en la octava planta del número 20 de la calle Manuel Alemán Álamo del polígono de Jinámar.

En el bloque todos son palabras buenas para definir a David. Una de las vecinas se muestra angustiada después de conocer lo ocurrido. "Es un chico estupendo, muy tranquilo que nunca hace ruido; hay veces que ayuda a mi marido, que está enfermo, a subir la compra; no tengo ninguna palabra mala sobre su comportamiento, es muy atento con nosotros".

Lo que nadie se explica es qué le pudo pasar por la cabeza para convivir once días con el cadáver. Tampoco creen que fuera para cobrar la pensión de su abuela pues, aseguran, no tienen problemas económicos. Señalaron que cuando los policías se presentaron el pasado martes en el domicilio David se derrumbó. Veía como la vida con su abuela, a la que llevaba atendiendo años, se había acabado.