Su historia está llena de solidaridad, lucha y auxilio entre el caos de Indonesia. La tinerfeña Amanda Negrín grababa con su móvil cómo unos niños de la zona de Kuta, al sur de la isla de Lombok, les vendían pulseras mientras cenaban como forma de denuncia ante esta práctica de explotación infantil cuando uno de los pequeños empezó a gritar. "Hablaba en indonesio pero en seguida supimos que se trataba de un terremoto", recuerda la isleña. La fuerte sacudida derribó vasos y platos en un instante. "Era la primera vez que sentía un seísmo, fue muy agresivo, notas como el cuerpo se te desestabiliza", comenta la joven desde la zona afectada por el terremoto. El temblor se prolongó durante 20 segundos más y después se instauró el caos. "La población local hablaba de tsunami así que todos cogimos nuestras motos y huimos hacia las colinas", cuenta Negrín.

En ese momento, en esta paradisíaca isla del Índico que vivía su temporada alta de turistas, se juntaron más de 500 motocicletas intentando escapar a toda prisa de la costa. "Había mucha gente sin vehículos corriendo por las calles, yo misma me paré y recogí a una persona que pedía ayuda para ponerse a salvo", rememora la isleña. Una alfombra de plástico y una hoguera serían sus compañeras esa noche. "Llegamos a un poblado y allí, gracias a la ayuda de los locales, pudimos descansar", agrega.

Lo que probablemente no sabía esa gente que, sin dudarlo, le cedieron su humilde hogar a Amanda es que la tinerfeña estaba en Indonesia precisamente, y como en los últimos cuatro años, colaborando durante tres meses con la ONG Balanced World, una asociación que dedica sus esfuerzos a mejorar la educación infantil y medioambiental de la isla. "Tenemos un proyecto en los poblados a las afueras de Kuta, sobre todo dirigidos a los niños y las mujeres indonesias", detalla la joven.

Dos semanas era el tiempo exacto que hacía que Amanda había aterrizado en Indonesia. "Ya habíamos llegado al país cuando se produjo el primer terremoto así que no pudimos asentarnos en Lombok hasta un par de días después. Los vuelos estaban colapsados y las rutas de barcos cerradas", explica. Cuando la situación se tranquilizó, Amanda y el resto de voluntarios pudieron recalar en su destino y fue entonces cuando la tierra volvió a ceder. "Al huir con las motos me dejé el móvil detrás así que cuando por fin pude contactar con alguien de mi familia ya me habían estado llamando muy preocupados", recuerda la joven.

Fue ahí cuando Amanda se dio cuenta de la gravedad de la situación. "Si el terremoto ya había llegado hasta España es que no había sido solo un susto", señala. También se entero entonces, de que la peor parte se la había llevado el norte de Lombok y las turísticas Islas Gili. "El problema es que toda la gente que estaba en estas zonas quería salir de allí y se desató el pánico", destaca la tinerfeña, quien agrega que "todos los turistas ya han podido irse de las regiones más afectadas y ahora se encuentran en el aeropuerto".

Y es que Amanda reconoce que en el exterior la gran preocupación residía en la seguridad de los visitantes. "Todos los españoles estamos bien, el problema está en la población local que vive una terrible crisis humanitaria", asegura. Muchos indonesios han perdido, en un abrir y cerrar de ojos, a familiares, hogares y negocios. "Los daños materiales son muy importantes, aquí las construcciones no son muy buenas y el terremoto previo dejó a las infraestructuras muy frágiles", explica.

La canaria comenta que la ONG aún no ha podido desplazarse hasta la poblaciones más dañadas por seguridad pero ya han comenzado a recaba fondos destinados a paliar la angustiosa situación de los indonesios. "Estamos ante una verdadera urgencia. Necesitamos medicamentos, comida, mantas, alfombras, gas para que puedan cocinar... de todo", destaca. Pero sobre todo, avanza que con las donaciones adquirirán filtros para potabilizar el agua. "Si la gente comienza a beber agua sin estar tratada puede enfermarse fácilmente", puntualiza.

Toda ayuda es bien recibida. "Lo que sea, con diez euros aquí se pueden hacer muchas cosas", afirma. Para poder arrimar el hombro con la causa, la ONG ya ha compartido en su página de Facebook una cuenta en la que se pueden realizar las donaciones. Amanda no confía en que la recuperación sea rápida. "Va a pasar mucho tiempo hasta que se recuperen, hay que quitar escombros y volver a construir. Será muy, muy lento", reconoce.

Y es que el terremoto llegó en plena temporada alta de turistas con los complejos hoteleros hasta los topes. "Durante los meses de verano los indonesios hacen la caja para el resto del año. Tengo unos amigos que han perdido su negocio, uno que acababan de restaurar", revela. En Lombok aún no ha llegado la luz, la mayoría de los móviles no tienen batería y tampoco hay internet, pero lo que no falta, con gente como Amada, son las ganas de ayudar. "Pasarán varios días hasta que se recupere la normalidad, pero colaboraremos en todo lo que sea necesario", concluye.