El número de víctimas causadas por Florence en la costa sureste de Estados Unidos sigue en aumento y ya son 15, aunque las autoridades temen que la cifra crezca debido a la insistente lluvia que está cerca de desbordar varios caudalosos ríos de la región. El rápido aumento de las aguas ha llevado a que ciudades como Wilmington y Lumberton, ambas en Carolina del Norte, se encuentren prácticamente cercadas después de que las carreteras que llegan a ellas hayan tenido que ser cerradas.

Hasta el momento, autoridades locales, apoyados por la Guardia Costera y de militares de la Guardia Nacional, han rescatado ya a más de 900 personas en las Carolinas. También crece la cifra de fallecidos y son ya al menos quince personas, informaron ayer las autoridades, que indicaron que la última víctima es una persona que viajaba en una camioneta que se salió de la vía en una carretera en Carolina del Sur.

Mientras Florence se disipa en su camino hacia el noroeste, la ahora depresión tropical sigue dejando una pertinaz lluvia en la región, especialmente en la frontera entre Carolina del Norte y Carolina del Sur. Estas previsiones hacen temer lo peor sobre el ya crecido caudal de los ríos de la región, varios de los cuales se anticipa que se puedan desbordar.

La atención está puesta en el nivel de las aguas de los ríos Cape Fear, Pee Dee, Lumber, Little River y Waccamaw, que siguen recibiendo ingentes cantidades de aguas que invaden todo lo que encuentran a su paso, ya sean campos de cultivo, carreteras o casas. Por este motivo, las autoridades insisten en que la gente permanezca a salvo y no se circule por las carreteras, y que los que evacuaron a inicios de semana retrasen su retorno hasta que les indiquen que pueden hacerlo a salvo.

Un buen ejemplo de ello es el mexicano Carlos Rodríguez y un grupo de compañeros de trabajo que adelantaron su viaje de regreso a casa desde el estado de Georgia, a donde habían evacuado, pero se encontraron cerradas todas las carreteras que intentaron para llegar a Wilson, en Carolina del Norte. "No vemos la manera de seguir. Todas las carreteras por las que hemos intentado llegar a casa están cortadas", dijo este trabajador de campos de tabaco que no descarta la posibilidad de rendirse y esperar a que bajen las aguas para intentarlo de nuevo.

Por otro lado, el supertifón Mangkhut sembró el caos ayer a su paso por Hong Kong donde hizo temblar literalmente los rascacielos, y comenzó a azotar la China continental tras haber golpeado el norte de Filipinas causando al menos 59 muertos. La tormenta tropical, considerada como la más violenta del mundo desde principios de año, arrasó zonas agrícolas en el norte de Luzón, el principal archipiélago filipino, provocando inundaciones y corrimientos de tierra.

La tormenta comenzó a azotar la ciudad de Jiangmen, en la provincia china de Guangdong. Las autoridades provinciales indicaron que procedieron a la evacuación de 2,37 millones de personas y ordenaron a decenas de miles de barcos de pesca regresar a puerto antes de la llegada de lo que la prensa china califica como "el rey de las tormentas".

Los vientos registrados por el observatorio meteorológico de Hong Kong alcanzaron hasta los 180 kilómetros por hora en una isla situada cerca de su costa, así como ráfagas de hasta 230 en la ciudad. Aunque pasó a unos cientos de kilómetros al sur de la excolonia británica, el tifón Mangkhut sembró el caos en la ciudad, donde arrancó árboles, destrozó ventanas e hizo tambalear los rascacielos de viviendas.