En Tenerife, donde residía hace más de 50 años, falleció ayer don Cristóbal Pérez Vega, ilustre sacerdote natural de la ciudad grancanaria de Gáldar y canónigo doctoral del Cabildo Catedral de la tinerfeña diócesis de San Cristóbal de La Laguna. Con el doctoral Pérez Vega compartimos durante más de 70 años una íntima amistad nacida en nuestra infancia en la ciudad de los Guanarteme, en tiempos de los sacerdotes Francisco Hernández Benítez, venerable párroco, y Alfredo Rodríguez García, coadjutor.

Cristóbal Pérez comenzó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Diocesano de Canarias, y por razones de salud -le sobrevino un asma crónica- cambió el edificio de Vegueta por el también vetusto Seminario tinerfeño junto a la parroquia de Santo Domingo de La Laguna y, tras ordenarse de presbítero, ejerció su carrera y su actividad pastoral al servicio de la iglesia Nivariense, durante 56 años, cumplidos el pasado 23 de septiembre.

Cristóbal Pérez fue un personaje eminente, de una calidad humana exquisita y con una capacidad intelectual singular y extraordinaria, lo que se demuestra sólo con repasar su currículum académico que deslumbró al propio obispo Domingo Pérez Cáceres quien reflejó su perplejidad al comprobar cómo aquel jovencísimo galdarense aprobó, en un solo año, tres cursos de la carrera eclesiástica con nota media de 10. Aquel hecho provocó que don Domingo pusiera todo el interés en promocionarlo e impulsarle el resto de su carrera que completó con su licenciatura en Filosofía y diplomatura en Sociología por la Universidad de Salamanca; luego pasó a la Universidad Gregoriana de Roma, donde se licenció en Sagrada Teología y más tarde obtuvo el doctorado en Filosofía. Ejerció la docencia en el Seminario Diocesano de La Laguna hasta que se desplazó a América, donde permaneció en Santo Domingo y Venezuela investigando y preparando su tesis doctoral, trabajo que tuvo que interrumpir al ser llamado "urgentemente" por el obispo Franco Cascón bajo "amenaza" de suspensión a divinis si no se incorporaba a la Diócesis, donde lo necesitaba como consecuencia de la escasez de clero en las parroquias nivarienses. Al llegar a Tenerife fue capellán del Colegio Mayor San Fernando al tiempo que se integró como profesor en la Universidad de La Laguna, donde sustituyó como profesor de Religión en la Facultad de Letras a Elías Yanes Álvarez, que estaba recién nombrado obispo de Oviedo. Antes, don Cristóbal había ejercido en las parroquias de El Pinar, en El Hierro; Playa Santiago y Alajeró, en La Gomera; El Paso, en La Palma, y Adeje, en Tenerife. Hasta su fallecimiento llevaba varias décadas como párroco de Los Gladiolos, en Santa Cruz de Tenerife, donde contó siempre con la colaboración de su feligresía, integrada en un elevado porcentaje por parroquianos, de media-alta posición que le impulsaron en la ayuda para la construcción del templo y facilitaron las gestiones en las diversas visitas a distintos ministerio, todo ello lo compatibilizó don Cristóbal con sus responsabilidades de doctoral de la Catedral de La Laguna. E, incluso, tuvo tiempo para escribir y dejar constancia en varias publicaciones, de las que, a punto de editarse, quedó el cuarto tomo, en el que, a través de 67 relatos cortos, reflejaba u analizaba vivencia de valores humanos. La Iglesia ha perdido un eminente y santo sacerdote. Gáldar y Gran Canaria despiden a uno de sus preclaros hijos. Es una lástima que el ayuntamiento de su ciudad natal no lo haya nombrado Hijo Predilecto.

Según el Ayuntamiento, su última visita a Gáldar tuvo lugar en julio, cuando presentó sus libros Las Trincheras de Oro y El Matriarcalismo canario. Allí recibió el escudo de la ciudad de manos del alcalde, Teodoro Sosa.